Eugenio Amézquita Velasco
-La ruta de Hidalgo no es sólo historia militar: es símbolo patrio, geografía viva y memoria compartida por pueblos y regiones.
-Catorce estados están ligados al paso del prócer; su tránsito físico se convirtió en emblema de unidad nacional y conciencia popular.
-El itinerario insurgente y prisionero abarca 318 días; cada tramo revela decisiones, errores, gestos y silencios del caudillo.
-La ruta es propuesta abierta: se corrige, se debate, se reconstruye con fuentes, inferencias y crítica historiográfica rigurosa.
-El paisaje, el clima y el encierro influyeron en Hidalgo; su andar fue también reflexión sobre su vida, su causa y su legado.
La ruta que recorrió Miguel Hidalgo y Costilla, tanto como insurgente como prisionero, posee un valor emblemático que trasciende la historia militar o la biografía personal. Es una geografía simbólica que vincula al prócer con cada lugar por donde pasó, desde ciudades hasta rancherías.
Haya hecho algo relevante o simplemente transitado, su paso basta para ser consignado. A pesar de las críticas de Alamán y sus seguidores, Hidalgo permanece como símbolo de la independencia, y los sitios de su itinerario participan de ese mito nacional.
Si se enumeran los estados actuales que corresponden a los territorios por donde pasó Hidalgo, se cuentan catorce: Guanajuato, Michoacán, México, Distrito Federal, Jalisco, Aguascalientes, Zacatecas, San Luis Potosí, Nuevo León, Coahuila, Durango y Chihuahua, además de Querétaro por la conspiración y Colima por su labor como párroco.
Muy pocos personajes históricos están ligados a una geografía tan extensa. Benito Juárez es otro. Esta amplitud territorial ha contribuido a que figuras como Hidalgo sean reconocidas no sólo por sus acciones, sino por haber pisado físicamente gran parte del país, convirtiéndose en emblemas de unidad nacional.
El itinerario aquí presentado está calendarizado día por día. No se trata de la ruta de todos los ejércitos insurgentes, ni siquiera de la de Allende, que no siempre coincidió con la de Hidalgo. Se sigue la ruta del caudillo, con ejército o sin él. En muchos casos hay fuentes suficientes para asegurar el tránsito en determinada fecha; en otros, sólo inferencias, sobre todo en los tramos del norte. Por ello, esta ruta se propone como abierta a correcciones y precisiones.
En algunos casos, se discrepa de versiones anteriores que sirvieron para colocar estelas con cabeza de águila y la inscripción “Ruta de Hidalgo”. El ejemplo más notable es el trayecto de Aculco a Valladolid, donde se propone una nueva interpretación sustentada en fuentes especializadas.
La mayoría de los días del itinerario incluyen algún evento relacionado con Hidalgo, desde hechos relevantes hasta acciones menores como la expedición de boletas rubricadas. Estos detalles, aunque aislados, permiten ubicarlo en tiempo y espacio, y revelan aspectos poco atendidos del movimiento.
La ruta abarca 318 días: 187 como insurgente, de Dolores a Baján, y 131 como prisionero. Esto representa un 58.8% del tiempo como líder y 41.1% como cautivo. Aunque menor, el tiempo como prisionero es significativo y plantea el problema de su prolongada ejecución, así como la escasez de datos sobre esa etapa.
Dentro de su fase insurgente, se distinguen dos momentos: con mando supremo, de Dolores a Pabellón, y sin mando. En esta etapa se observan las oportunidades del movimiento y su aprovechamiento o descuido por parte de Hidalgo, destacando su larga estancia en Guadalajara.
La ruta, aunque termina en el fusilamiento del protagonista, provocó una herida mortal en la dominación española, como señaló Edmundo O’Gorman. A partir de ella se abren nuevas investigaciones y rutas, pues la prolongación del movimiento se debió a una estrategia propia de Hidalgo: nombrar comisionados en los cuatro puntos cardinales. Ellos y sus sucesores fueron el relevo hasta la consumación de la independencia.
Como fenómeno geográfico, la ruta plantea el condicionamiento espacial del movimiento y de la vida misma de Hidalgo. Las regiones de la cuenca del Lerma, la subcuenca del río La Laja, el Bajío, la sierra minera de Guanajuato, las comarcas entre las intendencias de Guanajuato y Valladolid, las montañas entre esta última y la de México, el alto Lerma y el valle de Toluca, y la sierra de Las Cruces —escenario de batalla y actor climático— fueron determinantes. Su elevación, el viento y el frío de noviembre contribuyeron a la deserción de muchos insurgentes habituados a climas más benignos.
En cuanto al proceso psicológico de Hidalgo, los trayectos del norte —montañas áridas, desiertos, oasis— le ofrecieron otra perspectiva del movimiento, de su papel y de su vida. El camino a Chihuahua como prisionero y los meses en el calabozo le propiciaron una reflexión sobre logros, fracasos, excesos y faltas, no sólo del movimiento, sino de sus 58 años de existencia. #MetroNewsMx #GuanajuatoDesconocido
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