Eugenio Amézquita Velasco
-San Hipólito fue presbítero, teólogo y antipapa; murió mártir en Cerdeña tras reconciliarse con la Iglesia y es celebrado el 13 de agosto.
-Autor de la obra “Philosophumena”, combatió herejías cristológicas y defendió una visión rigurosa de la disciplina eclesiástica.
-Fue arrastrado por caballos salvajes, en un martirio que evocó al Hipólito mitológico; su tumba fue venerada como lugar de milagros.
-Su estatua del siglo III, hallada en 1551, conserva grabadas sus obras y su ciclo pascual; se exhibe en el Museo de Letrán.
-Aunque fue antipapa, la Iglesia lo reconoció como mártir y teólogo; su reconciliación selló el fin de un cisma y su canonización popular.
San Hipólito de Roma fue presbítero, teólogo y antipapa. Se desconoce la fecha exacta de su nacimiento, pero murió cerca del año 236. Hasta el descubrimiento en 1851 de la obra “Philosophumena”, era difícil reconstruir su vida con precisión, debido a las declaraciones contradictorias de las fuentes antiguas.
Eusebio de Cesarea lo menciona como obispo de una sede no identificada y enumera varios de sus escritos. San Jerónimo también lo describe como obispo, ofrece una lista más extensa de sus obras y afirma que predicó una homilía en presencia de Orígenes.
La Cronografía del año 354 lo registra como presbítero desterrado junto al papa Ponciano a la isla de Cerdeña en el año 235. El Calendario Romano de esa misma colección señala su festividad el 13 de agosto en la Vía Tiburtina. Ponciano, por su parte, fue enterrado en la catacumba de Calixto.
Según una inscripción compuesta por el papa San Dámaso I, Hipólito fue seguidor del cisma novaciano mientras era presbítero, pero antes de morir exhortó a sus seguidores a reconciliarse con la Iglesia. Prudencio escribió un himno sobre su martirio, ubicándolo en Ostia o Porto, donde fue despedazado por caballos salvajes, evocando al Hipólito mitológico, hijo de Teseo.
Autores griegos posteriores como Georgius Syncellus y Nicephorus Callistus no aportan más que Eusebio y Jerónimo. Algunos lo llaman obispo de Roma, otros de Porto. Focio lo considera discípulo de San Ireneo. Escritores orientales y el papa San Gelasio I lo ubican en Bostra, ciudad principal de los árabes.
Varias leyendas posteriores lo vinculan con San Lorenzo, presentándolo como el oficial que lo custodiaba antes de convertirse al cristianismo. Otra leyenda lo identifica con el mártir Nono de Porto. En ambas versiones, muere arrastrado por caballos salvajes.
En 1551 se descubrió un fragmento de una estatua de mármol de Hipólito, restaurada parcialmente, que hoy se conserva en el Museo de Letrán. En los lados de la silla donde está sentado se grabaron su ciclo pascual y una lista de sus obras. El monumento data del siglo III.
Las topografías de los mártires romanos sitúan su tumba en el cementerio de la Vía Tiburtina, donde se erigió una basílica en su honor. La cámara sepulcral fue desenterrada por De Rossi en 1882. El descubrimiento de la “Philosophumena” permitió aclarar su vida y corregir errores de las fuentes antiguas.
Hipólito fue presbítero de la Iglesia de Roma a principios del siglo III. Es probable que haya sido discípulo de San Ireneo y que Orígenes haya escuchado una de sus homilías en Roma hacia el año 212. Durante el pontificado de San Ceferino (198–217), entró en conflicto con el papa y con la mayoría de la Iglesia romana, debido a disputas cristológicas.
Combatió las doctrinas de Teodoción, los Alogi, Noeto, Epígono, Cleómenes y Sabelio, quienes defendían el modalismo. Hipólito, por el contrario, sostenía una distinción real entre el Padre y el Hijo, aunque con una visión subordinacionista del Logos.
Como el papa Ceferino no condenó explícitamente el modalismo, Hipólito lo acusó de incompetente y de estar manipulado por el diácono Calixto. Cuando Calixto fue elegido papa (217–218), Hipólito rompió con la Iglesia romana y se proclamó antipapa, llamando a su grupo “la Iglesia Católica” y acusando a Calixto de hereje y corrupto.
Defendía un rigorismo extremo y continuó como antipapa durante los pontificados de Urbano (222–230) y Ponciano (230–235). Probablemente escribió la “Philosophumena” durante el pontificado de Ponciano. Ambos fueron desterrados a Cerdeña, donde Hipólito se reconcilió con la Iglesia antes de morir.
Sus restos fueron trasladados a Roma el 13 de agosto, fecha que se convirtió en su festividad. Ponciano fue enterrado en la catacumba de Calixto e Hipólito en la Vía Tiburtina. Ambos fueron venerados como mártires, lo que confirma la reconciliación de Hipólito con la Iglesia.
El cisma terminó con su muerte, aunque en el siglo IV fue confundido con el movimiento novaciano. Su exclusión de la lista oficial de obispos romanos se debe a su condición de antipapa. La teoría de que fue obispo de Porto es insostenible, y probablemente surgió por confusión con otro mártir.
La hipótesis de que regresó del exilio y se unió a los novacianos bajo el emperador Valeriano (253–260) contradice la autoría de la “Philosophumena”. Su fiesta se celebra el 13 de agosto, mientras que la del mártir de Porto es el 22 de agosto.
Hipólito fue el teólogo más importante y el escritor más prolífico de la Iglesia romana antes de Constantino. Muchas de sus obras se perdieron o sobreviven en fragmentos, traducciones orientales o interpolaciones. Escribió en griego, lo que contribuyó a que sus textos fueran olvidados en Roma pero conservados en Oriente.
Sus escritos abarcan diversas ramas de la teología, como lo confirman las listas de obras en su estatua, en Eusebio, San Jerónimo y autores orientales.
San Hipólito de Roma fue un autor prolífico cuyas obras abarcaron la exégesis bíblica, la teología dogmática, la apologética, la polémica contra las herejías, el derecho canónico y la cronografía. Escribió comentarios sobre varios libros del Antiguo y del Nuevo Testamento, aunque muchos de ellos sólo se conservan en fragmentos. El comentario sobre el Cantar de los Cantares probablemente ha llegado íntegro, según la edición de Bonwetsch de 1897. También se conserva el comentario más completo sobre el Libro de Daniel, dividido en cuatro libros.
Entre sus obras dogmáticas y apologéticas, se conocen ocho por título, pero sólo una ha llegado completa en griego: el tratado sobre Cristo y el Anticristo, titulado “De Antichristo”, editado por Achelis. De las demás, sólo se conservan fragmentos.
Su obra más importante en el ámbito de la polémica contra las herejías es la “Philosophumena”, cuyo título original griego es “Kata pason aireseon elegchos”, es decir, “Refutación de todas las herejías”. El primer libro era conocido desde hace tiempo, pero los libros IV al X fueron descubiertos y publicados en 1851. Faltan los primeros capítulos del libro IV y los libros II y III completos. Los primeros cuatro libros tratan sobre los filósofos helénicos; los libros V al IX exponen y refutan las herejías cristianas; el último libro es una recapitulación. Esta obra es una fuente clave para la historia de las herejías que afectaron a la Iglesia primitiva.
La autoría de la “Philosophumena” ha sido debatida. Algunos manuscritos atribuyen el primer libro a Orígenes; Focio lo adjudica a Cayo; otros lo atribuyen a Tertuliano o a Novaciano. Sin embargo, la mayoría de los estudiosos modernos coinciden en que el autor fue Hipólito, basándose en argumentos sólidos.
Hipólito escribió también un tratado más breve contra las herejías, conocido como “Sintagma”, que puede reconstruirse a partir de adaptaciones posteriores como el “Libellus adversus omnes haereses”, el “Panarion” de Epifanio y el “De haeresibus” de Filastro. Otra obra suya de carácter universal fue el “Pequeño Laberinto”. Además, redactó monografías específicas contra Marción, los montanistas, los alogianos y Cayo, aunque sólo se conservan fragmentos.
En el ámbito cronológico, Hipólito produjo un ciclo pascual y una crónica del mundo que fue utilizada por cronistas posteriores. San Jerónimo menciona una obra suya sobre derecho canónico. Tres tratados sobre esta materia se conservan bajo su nombre: las “Constitutiones per Hippolytum”, que guardan paralelismo con el octavo libro de las Constituciones Apostólicas; la Ordenanza de la Iglesia Egipcia, en copto; y los “Canones Hippolyti”. Las dos primeras son consideradas espurias, mientras que la tercera, cuya autenticidad fue defendida por Achelis, probablemente pertenece al siglo V o VI.
Las obras de Hipólito han sido editadas por diversos estudiosos: Jerónimo Fabricio en Hamburgo (1716–18); Andrea Gallandi en 1766; Migne en la Patrología Griega, volumen X; Lagarde en Leipzig y Londres (1858); Bonwetsch y Achelis en la serie “Die griechischen christlichen Schriftsteller” publicada por la Academia de Berlín (1897). La “Philosophumena” fue editada por Miller como obra de Orígenes (Oxford, 1851), por Duncker y Schneidewin como obra de Hipólito (Göttingen, 1859), y en la Patrología Griega, volumen XVI. Los “Canones Hippolyti” fueron editados por Haneberg (Múnich, 1870) y por Achelis en “Texte und Untersuchungen”, volumen VI (Leipzig, 1891).
Fuente: Kirsch, Johann Peter. "St. Hippolytus of Rome." The Catholic Encyclopedia. Vol. 7, págs. 360–362. New York: Robert Appleton Company, 1910.
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