Eugenio Amézquita

Existen muchos personajes en Guanajuato que tienen historia trascendente, no sólo por ser la cuna de la Independencia y sede de batallas, sino también por ciertos papeles que cumplieron en diversas épocas. Es el caso del entonces asaltante Valentín Mancera, cuya parte de historia se recoge en la obra de Don Luis Velasco y Mendoza "Historia de la Ciudad de Celaya.

Don Luis narra que, alrededor de 1881, "en esos días otro de los temas que daba qué hacer a los periódicos locales, era el referente al bandidaje que se había desatado en toda la entidad, pues al amparo de las revoluciones, este mal se había propagado en forma tan escandalosa, que ya ni en el interior de las poblaciones se gozaba de seguridad".

"Los robos y los plagios eran así cosa común y corriente, y en Celaya se llegó a dar el caso de que se apoderaran de las puertas de una casa en la calle de "Mesones", y de que en pleno día una partida de forajidos, compuesta por quince individuos, llegara hasta uno de los barrios de la ciudad, y allí despojara impunemente a los pobres indígenas que cuidaban sus hortalizas, de sus frazadas y hasta de las botas de cuero con que sacaban el agua de las norias para los riegos; todo lo cual daba motivo para que la prensa atacara a la policía municipal, diciendo: "que cuando por evento impartía algún auxilio, lo hacía tan tarde y tan mal, que sólo llegaba para tener noticia del rumbo que habían tomado los bandidos".

"Y no era que el Jefe Político, Catalán, se desentendiera en acabar con ese deplorable estado de cosas, pues que, apoyándose en la terrible Ley que bajo el No. 35 había expedido en contra de los asaltantes y plagiarios la Legislatura de Guanajuato con fecha 1º de Marzo del mismo año, hacía continuas salidas de la plaza para buscar a los malhechores; y cuando éstos caían en sus manos, les daba  irremisiblemente la muerte, aunque después los mismos periódicos, en su afán de criticar a la  administración, lo acusaran de contravenir a los Arts. 13 y 20 de la Constitución Federal".




"Pero el mal estaba ya tan extendido para entonces, que hasta en una ocasión las fuerzas del Estado habían sido vencidas, en las inmediaciones de Munguía, por la cuadrilla de un facineroso al que llamaban "el Chacuis"; y como la seguridad iba siendo cada día más rara en la entidad, la Federación acudió en su ayuda enviando fuerzas a Guanajuato para que cooperaran en la extinción del bandidaje. Con ese objeto llegó a Celaya el 7º Regimiento para perseguir en compañía de las fuerzas locales a las gavillas de ladrones que allí existían, (2) pues a la sazón se había hecho famosa la de un tal  Valentín Mancera, que tenía aterrorizados a los agricultores y viajeros de la región".

Prosigue narrando el historiador que "a todo esto, en la comarca en que se asienta Celaya seguían
haciendo de las suyas las cuadrillas de bandidos; y de entre ellas había alcanzado una triste fama la de Valentín Mancera, que asaltaba a las "Diligencias", plagiaba a los viajeros que tenían algún caudal, y robaba a los agricultores ricos de la región".

"Este forajido había nacido en el vecino pueblo de San Juan de la Vega, y en sus mocedades fue peón de alguna de las haciendas de las cercanías, que en su mayoría eran de españoles; pero el mal trato recibido por él y luego una injusticia que le cometieron y que vengó hiriendo al ofensor, lo orillaron a huir al monte, donde al poco tiempo se reunía con otros hombres que también tenían cuentas pendientes con la justicia, llegando con el tiempo a formar una bien organizada banda de asaltantes y plagiarios, de la que fue al fin jefe; convirtiéndose entonces en el azote de toda la comarca que en el Bajío se extiende desde los cerros de la "Gavia" y "Juan Martín" hasta las estribaciones de la Sierra Gorda de Guanajuato".

"Era generoso con la clase humilde, y a esto se debía en gran parte que no obstante las búsquedas y persecuciones de que en ocasiones lo hacían objeto las fuerzas de seguridad pública de Celaya y demás poblaciones comarcanas, no fuera nunca localizado ni mucho menos aprehendido; a pesar de que a veces penetraba solo a esos pueblos y ciudades para divertirse y hasta para proveerse de parque y de algunas otras cosas que le eran indispensables, porque por todas partes tenía amigos que le daban aviso de los movimientos de sus perseguidores; uno de ellos, desde luego, el Jefe Político de Celaya, quien por más esfuerzos que había hecho para apoderarse del delincuente y destruir a su cuadrilla, hasta entonces siempre le resultaron infructuosos".

"Mas lo que no pudo lograr la constancia, la diligencia y el valor, lo consiguió en cambio el dinero y la traición; porque el Corl. Catalán, viendo que su persecución no le daba ningún resultado práctico, recurrió al arbitrio de ofrecer una cantidad regular de monedas a cualquiera que le entregara a Mancera, y en esa forma sí hubo quien se prestara a traicionarlo para que se apoderara de él la justicia; siendo sus denunciantes tres mujeres de la vida galante que respondían a los nombres de Francisca, Sanjuana y Virginia, a las que el asaltante visitaba en Celaya; y que tenían su casa en la esquina de las calles de "la Humildad" y "San Juan de Dios", frente al templo del mismo nombre".

"En consecuencia, en la mañana del 19 de Marzo de 1882, mientras Virginia y Francisca entretenían a Valentín, que se encontraba desvelado porque la noche anterior la había pasado alegremente en la
casa de sus amigas después de que éstas lo habían ido a invitar hasta la Hacienda de "San Antonio", Sanjuana se fue a la Jefatura Política, o sea al actual Palacio Municipal, y allí se presentó al Corl. Catalán para decirle que Mancera estaba a su disposición. Entonces el Jefe Político convino con ella: en que la señal para que se pudieran presentar los aprehensores, sería una flor arrojada a la calle por la misma mujer; y sin perder un instante dio sus órdenes para que muerto o vivo le trajeran a Valentín a su presencia. Un capitán de las fuerzas de caballería del Estado y el Comandante de la policía, con sus respectivas fuerzas, rodearon la casa en que aquél se encontraba; y como de improviso apareciera la señal convenida, por una ventana fue acribillado a balazos el malhechor, sin que se defendiera porque estaba descuidado y sentado de espaldas a la calle. (6)"




"Ya muerto, los policías se apoderaron del cadáver para llevárselo en rastras, cogido por los pies y con la cabeza rebotando en el empedrado de las calles; pero cuando así pasaban por la casa del "Diezmo" salió de allí el P. Muñoz, capellán del templo de "La Compañía", y este sacerdote les reprochó a los guardianes del orden su proceder, instándolos para que tuvieran compasión cristiana
con el muerto; reflexión que los hizo improvisar una camilla, en la que lo condujeron hasta el portal del "Oficio" donde estaba la "Jefatura"; y una vez entregado el cuerpo al Corl. Catalán, fue allí expuesto a la curiosidad pública para escarmiento de los demás delincuentes que tenían atemorizada a la población".



"La muerte de este célebre bandido fue muy comentada, y dio motivo hasta para que algún poeta vernáculo compusiera un "Corrido" que después se cantaba mucho en la ciudad, al rasguear de las guitarras; y que solamente a título de curiosidad histórica, y para que se vea que aquél gozaba de gran popularidad, copio algunos de sus versos, aunque éstos carezcan de todo mérito literario; dicen así:"

"Decía Valentín Mancera
paseándose en los jardines:
"a seis centavos les doy
cabezas de gachupines!".

"Virginia dijo a Sanjuana:
tú dirás si lo entregamos
dicen que nos dan cien pesos,
con eso la remediamos".
Sanjuana se fue al Oficio,
pasó por San Agustín
y le dijo al señor Jefe:
"Señor, ay'ta Valentín".

"La siguió la policía,
y como a un perro lo mató
al hallarlo descuidado
pues su amiga lo vendió".

"Valentín nació en San Juan
y en San Juan de Dios murió,
y Sanjuana se llamaba
la mujer que lo entregó".

"Decían que cargaba el Diablo,
mentiras, no traía nada;
lo que cargaba en su cuerpo
era una GUADALUPANA!". (7)



"No con la desaparición de Valentín Mancera se dio fin al bandidaje en la comarca, pues aparte de que había otros muchos facinerosos, los subordinados de aquél continuaron dando qué hacer con sus latrocinios, ahora bajo las órdenes de Ascensión Ochoa, a quien llamaban "Lías"; y no fue sino hasta algunos años después, siendo Jefe Político de Celaya el Corl. Don Francisco Ruiz, cuando éste en
una forma implacable exterminó completamente a los ladrones y plagiarios; escapándose "Lías" Ochoa de la muerte, porque muy a tiempo se amnistió con algunos otros de sus compañeros de aventura, a los que les decían: "Los Buches Amarillos"

Valentín Mancera, en el cine

En 1942, la vida de Valentín Mancera es llevada a la pantalla, tomando la historia de ese corrido. En el papel principal, Antonio Badú, acompañado por un joven Pedro Infante, en el papel de segundo amigo. La ficha filmográfica da datos precisos de esta obra:




Título original
La feria de las flores (El valiente Valentín)

Año
1942

Duración
101 min.

País
México

Dirección
José Benavides Jr.

Guion
José Benavides Jr., (Historia: Rafael M. Saavedra)

Música
Manuel Esperón, Chucho Monge

Fotografía
Jack Draper (B&W)

Reparto
Antonio Badú, María Luisa Zea, Estela Inda, Fernando Fernández, Víctor Junco, Pedro Infante, Tito Junco, Ángel T. Sala, Salvador Quiroz, Raúl Guerrero, Arturo Soto Rangel, Luis G. Barreiro, Trío Calaveras, Jorge Arriaga, Roberto Cañedo, Adelita Herrera

Productora
Ixtla Films

Género
Aventuras

Sinopsis
Esta es una historia de aventuras, basada en un corrido histórico del bravo Valentín. En la película se muestra una lucha por el honor de la familia, después de que fue estafada la hacienda. La chica recibe una bala por el héroe (Badú), el que, entonces, se casa con la hermana de la muchacha.

OBRAS CONSULTADAS:
2.- "El Siglo XIX". No. 12892 del 27 de Mayo de 1881.
6.- "El Monitor Republicano". No. 82 del 6 de Abril de 1882.
7.- "El Corrido de Valentín Mancera". Imprenta de Antonio Vanegas Arroyo.

TOMADO DE:
Historia de la Ciudad de Celaya
Luis Velasco y Mendoza
Tomo III
México, D.F.
1948
Pags. 153, 155, 158-161