Imagen captada desde la torre del Templo de San Francisco, en CELAYA. Vista parcial estereoscópica, año 1890 aproximadamente./ FOTO: Colección Felipe Teixidor – Fototeca Nacional INAH / Secretaría de Cultura –
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Rafael Soldara Luna*

A partir de la fundación del templo y convento de los religiosos franciscanos en Celaya, Gto.,  al iniciar la década de 1570,  la conquista espiritual y cultural a través de la evangelización, hizo posible que las transformaciones de su conjunto arquitectónico tuviera una singular detonación en el siglo XVII y parte del siglo XVIII, gracias a las aportaciones que sus bienhechores hicieron en especie, con dinero y por disposiciones testamentarias como la de Martín de Ortega y Magdalena de la Cruz, quienes donaron la imagen de la Purísima Concepción (Patrona de Celaya) o don Pedro Núñez de la Roja, quien heredó su fortuna a su muerte en 1617.

Los religiosos franciscanos no desaprovecharon la oportunidad para mejorar las condiciones de su convento, como del aprovechamiento del privilegiado terreno que se les había concedido.

Después del templo y convento, el colegio tuvo un lugar prioritario, como también, el acondicionamiento de espacios adyacentes, tal fue el caso de la gran huerta, localizada hacia el oriente y un conjunto de capillas que circundaron el entorno atrial del mismo templo que predomina por sus dimensiones y monumentalidad. Seguramente, a similitud de las metrópolis que marcaron pauta en la urbanización virreinal como México y Puebla. 

Aquellas capillas principales, tuvieron por nombre: capilla del Cordón (que fue cedida al clero secular en 1767) y que algunos especialistas en arquitectura han sugerido como la gran capilla abierta que pudo existir en la época novohispana para la evangelización de los indígenas.  La capilla de la Tercera Orden de San Francisco, que continúa con la misma dedicación, a devoción de la comunidad terciaria.

Finalmente, la tercera capilla se dedicó a la Santa Cruz, que de mayores proporciones respecto al templo adjunto, fue derribado en 1934 para ampliar la calle que se conoce actualmente como José María Morelos y Pavón. Todas estas capillas que fueron creadas como templos de menores dimensiones con respecto al templo de San Francisco, conservaron su unidad estética y espacial, en su diseño y trazo,  la Tercera Orden y la Cruz “tuvieron una orientación poniente, de acuerdo a las normas del siglo XVI” , predominando los muros de mampostería, torres campanario sobre el muro del Evangelio con revestimiento de cantera rosa, al igual que sus arcos y remates de flores de lis. Sus fachadas muy propias del plateresco, destacaron por su sencillez y limpieza, distando del recargado barroco virreinal.

Frente al templo de San Francisco, se trazó el atrio con su camposanto, sitio útil para los actos procesionales y el entierro de creyentes difuntos.

Estaba delimitado por una barda atrial, de superficie cuadrangular, la delimitaban cuatro capillas en sus extremos, contando con otro conjunto menor de capillas que fueron intervenidas y algunas de ellas reconstruidas bajo la moda neoclásica por el arquitecto celayense Francisco Eduardo Tresguerras (1759 – 1833), durante la segunda década del siglo XIX, tal como lo hizo con distintas mejoras del mismo convento, donde intervino celdas, la escalera principal, fachada del templo y posteriormente los retablos mayor y laterales de la nave.

Iglesia de la Tercera Orden, vista exterior, año anterior a 1910. FOTO:/ Colección Guillermo Kalho – Fototeca Nacional INAH / Secretaría de Cultura – CONACULTA / MID 77_20140827-134500:826767

Las capillas menores tuvieron como finalidad el rezo del Vía Crucis, denominado así por tratarse de una práctica religiosa procesional que tiene como objetivo memorar y representar mediante estaciones, el camino que Cristo hizo del Pretorio, hasta el Calvario, donde murió. Vía Crucis, significa “camino a la cruz”.

Estas últimas capillas resultan de especial interés porque su articulación y existencia, fue trastocada y destruida paulatinamente, no sin la resistencia por evitar el apoderamiento de imágenes por el clero secular , luego, por la desamortización de los bienes de la Iglesia en México a mediados del siglo XIX, período en el que el atrio con su camposanto, fue convertido en plazuela pública. Fue eliminada la barda atrial que se caracterizaba por su regular altura y de arcos invertidos, contando con cuatro puertas de acceso. En la superficie de la zona fueron instaladas jardineras y una fuente central que todavía era posible apreciar en fotografías a principios del siglo XX.

Al iniciar el siglo XX, ya no se aprecian las dos capillas que existieron en los extremos de la barda atrial del lado de la actual Calzada Independencia. Se atribuye al Ing. José María Maldonado Medina, el traslado y desplante de la Columna de la Independencia, cambiada del centro de la plaza principal de Celaya a su lugar actual en 1906.

Es importante precisar que muy próximo al sitio de su nueva instalación, se localizaba una de las capillas que fueron eliminadas -antes mencionadas-, caracterizadas por tener cúpula y cupulín, en tanto de las otras, tuvieron bóveda, fachada con pórtico y sencillos campanarios.

Otras capillas que existieron y fueron trastocadas con los años, son: la adjunta al templo de la Tercera Orden de San Francisco, convertida en su acceso lateral; la capilla de la Virgen del Pilar, que actualmente alberga a la oficina del Padre Guardián del Convento; la capilla que actualmente se dedica a Nuestra Señora del Rayo, cuya advocación fue adoptada en el siglo XX en el espacio que forma la base de la torre campanario; como también la capilla que existe con acceso al crucero del templo franciscano y que actualmente es acceso a la cripta  -en alguna de las cuales debió alojarse el baptisterio antes de la secularización parroquial- ; además de la capilla de la Porciúncula, convertida en el acceso lateral del templo; la capilla dedicada a Nuestra Señora de los Dolores, adosada al muro del Evangelio del templo de San Francisco y que a decir del maestro Francisco Eduardo Tresguerras, fue construida (o redecorada) por él, gracias a la anuencia de los religiosos franciscanos, abriendo su culto en 1817, cuando aprovechó para imprimir la primera edición de una novena que promovería la devoción a la Virgen María, así como un grabado que reproduce la pintura principal que decora la capilla.

Destaca en las puertas de madera de la capilla adosada al templo de la Tercera Orden, como del mismo templo, la alusión de la iconografía pasionaria, con el corazón herido por tres clavos y una corona de espinas, respectivamente.

Adosado al muro del Evangelio del mismo templo, se ha podido precisar la existencia de otras dos capillas menores, de las cuales únicamente se conserva el acceso de una de ellas, toda vez que se ha transformado en consultorio médico.

El partido arquitectónico era muy diferente con respecto a los espacios abiertos que ahora conocemos. Por ejemplo, el templo de la Tercera Orden siempre tuvo un atrio reducido y el acceso al mismo era por dentro del perímetro de la barda atrial de San Francisco. La capilla de la Virgen de los Dolores tuvo barda atrial y columnas cuadradas que delimitaban el acceso al mismo espacio. Todo ello quedó demolido. Esta capilla, fue la última del Vía Crucis, que de tiempo inmemorial estuvo conformado por 14 estaciones en reducidas capillas.

En esta capilla fue sepultado el arquitecto Francisco Eduardo Tresguerras en 1833, conservándose su interior con la decoración que hizo con esmero y de su propio peculio. De acuerdo a la restauración que se hizo en dicha capilla y que fue entregada en el año 2015, fue posible confirmar la existencia de una bóveda subterránea conteniendo los restos no solamente de Tresguerras, sino también los de su esposa Guadalupe Ramírez de Tresguerras, inhumada en 1838.

     En distintas dependencias del convento franciscano existen algunos elementos decorativos como muebles y pinturas de similar diseño que pudieron formar parte de los revestimientos de las capillas antes descritas, en las que propiamente podría celebrarse misa y recibir el Santísimo Sacramento junto al séquito celebrante, permaneciendo la comunidad en el exterior. Por ese motivo es posible destacar la existencia de un pequeño recinto a manera de sacristía en cada una de las capillas. 

Otro de los testigos que existen en el entorno y que dan cuenta del simbolismo atrial, es la piedra en cantera rosa, que alude al sitio del pretorio, localizada en la fachada del templo de San Francisco, entre la puerta de la Epístola y el acceso al Colegio, que traducido al castellano actual y sin abreviaturas, dice:

“ESTE ES EL LUGAR DEL PRETORIO DONDE LEYEROLE SENTENCIA DE MUERTE A NUESTRO REDENTOR JESU CRISTO (…) CRISTOBAL MARTINEZ AÑO DE 1620”

La inscripción que data de 1620. El lugar del Pretorio, en el Viacrucis./ FOTO: Eugenio Amézquita

A partir de la pérdida de estos recintos religiosos, las estaciones para Vía Crucis, fueron incorporados al interior de los templos, como fue el caso del templo de San Francisco, marcándose las 14 estaciones con cruces en los muros de la nave de cruz latina.

Indagando en el Archivo Franciscano, fue posible encontrar la alusión a las capillas que existieron y su contenido, en el que es posible reconocer la reducida ornamentación, sin demeritar el valor de las imágenes de carácter pasionario, mariano y devocional de la orden, permiten reconocer imágenes centrales de culto, aunque su decoración ampliamente aludía a la Pasión de Cristo:

1.- Capilla de San Andrés.- “Su colateral antiguo de talla dorado, la imagen del Santo y dos a su lado de escultura, en las paredes de los costados tres marcos dorados como de tres varas, pinturas de pincel de tablas y pasajes de Nuestra Señora, un marco como de tres cuartas de talla antiguo y dorado, con una pintura de un calvario muy buena, mesa de altar (…)”.

2.- Capilla de San Sebastián de Aparicio.- “(…) también dos lienzos, el uno de la alma gloriosa, el otro condenada, todo esto de la archicofradía (…)”. 

3.- Capilla de Nuestra Señora del Pilar.- “Primeramente dos láminas con sus marcos dorados, una de Nuestra Señora de Guadalupe y la otra de San Antonio; más una lámina de Cristo crucificado con su marco negro de madera; más una lámina de Nuestra Señora de la Concepción bordada de oro y plata con su marco de listón de tela; más dos láminas, una del Señor San José y la otra de varios Santos, ambos con sus marcos dorados (faltan las láminas); más otras láminas de Nuestra Señora de la Concepción de media vara con su marco de negro embutida en carey; más tres lienzos como de más de vara con sus marcos dorados, uno de Nuestra Señora y dos de la Venerable Madre Ágreda; (…) más una lámina pequeña con su marco en que está bajo de vidriera un velo tocado a Nuestra Señora de Loreto con su auténtica”. 

4.- Capilla de San Antonio, de la enfermería.- “Más es dicha capilla hay veinte y un actos de seda, un pedazo de damasco azul, cuatro laminitas a pincel en las esquinas y un biso bordado seda y oro bordado, así mismo una custodia, entre estos están las alhajas siguientes: Primeramente dos láminas de Nuestra Señora de los Dolores y de San Fernando con sus vidrieras y marcos de cristal; más otras dos láminas de a media vara , una de la Asunción de Nuestra Señora con vidriera y marco negro, otra de San Cayetano con su vidriera, marco de cristal guarnecido con (…) metal sobredorado; más dos laminitas, con marco y vidriera, una de Santa Rosalía bordada con una flor y la otra de San Bernardo”.   Existieron reliquias en esta capilla que fueron recibidas por orden del Ministro Provincial Fr. Felipe Vázquez. 

5.- Capilla de Nuestra Señora de los Dolores.- Se localiza adosada al templo de San Francisco de Celaya, a un costado de la puerta de la Porciúncula, orientada su puerta de acceso al sur y su altar mayor hacia el norte. Fue dedicada a Nuestra Señora de los Dolores o de Nuestra Señora de la Soledad, aunque también se le conoció por el vulgo como la capilla de Tresguerras, en razón de haberla construido y decorado a los 58 años de edad, así como haberse convertido en su tumba al morir.

Fray Bernardo del Espíritu Santo y Ocejo OCD,
obispo de Sonora./ FOTO: Internet 
Él conservó una sobresaliente devoción a Nuestra Señora de los Dolores, cuya advocación había asumido como patrona, no así a San José, patrono de los pintores y arquitectos. Consiguió además que Fr. Bernardo del Espíritu Santo, obispo de Sonora, concediera gracias especiales a los devotos concurrentes de la capilla. En su interior se decoró con una pintura de la Virgen de los Dolores de cuerpo completo, además de dos apostolados e imágenes emblemáticas inspiradas en los grabados de los impresores alemanes Klauber. La bóveda fue decorada con pintura mural y el altar de madera con espejos pintados, textiles bordados y complementado el interior con enseres de distintas procedencias y materiales. 

     La reconstrucción virtual mediante la investigación histórica de la planta arquitectónica del atrio de San Francisco de Celaya, permite reconstruir el contexto religioso y simbólico de un conjunto de gran representatividad y hace posible sugerir la existencia de antiguas cimentaciones y/o depósitos de materiales de construcción novohispanos.

Además de valorar la sobrevivencia de la última capilla convertida en mausoleo de Tresguerras, que a pesar de haber perdido la sacristía y ver mermada su ornamentación, conserva los rasgos fundamentales de la transición del barroco al neoclasicismo que debieron compartir las demás antes de su eliminación.

     La modernidad del siglo XX, irrumpió el entorno para edificar en el centro del atrio franciscano la Torre Hidráulica o “Bola del Agua”, obra para el abastecimiento del agua potable, inaugurada el 15 de septiembre de 1910.
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*Director del Museo de Celaya, Historia Regional

Para saber más:
CABRALES BARAJAS, Luis Felipe y LÓPEZ MORENO ROMERO, Eduardo (comp.). La ciudad en retrospectiva, México, Universidad de Guadalajara, 1998, 408 p.
CHANES NIETO, José. Los centros históricos de México, Universidad Autónoma del Estado de México, 2014, 236 p.
DE LA MAZA, Francisco. “La tumba de Tresguerras”, en Anales del Instituto de Investigaciones Estéticas, México, Universidad Nacional Autónoma de México, 1951, Vol. V, Núm. 19, pp. 105 – 127.
GONZALBO AIZPURU, Pilar. Espacios en la historia. Invención y transformación de los espacios sociales, México, El Colegio de México, 2014, 428 p.
LÓPEZ CAMACHO, María de Lourdes (coord.). Las contribuciones arqueológicas en la formación de la historia colonial. Memoria del Primer Coloquio de Arqueología Histórica, México, Instituto Nacional de Antropología e Historia, 640 p.
MARTÍNEZ DELGADO, Gerardo. La experiencia urbana Aguascalientes y su abasto en el siglo XX, México, Instituto de Investigaciones Dr. José María Luis Mora – Universidad de Aguascalientes – Universidad de Guanajuato, Historia urbana y regional, 2017, 536 p.
MORENO NEGRETE, Sarbelio. Templos y conventos de la época virreinal. México, Grupo USA, 2002, Tomo II, 240 p., pp. 213 – 219.
ROBIN, Alena. Las capillas del Vía Crucis de la Ciudad de México. Arte, patrocinio y sacralización del espacio, México, Universidad Nacional Autónoma de México, 2014, 309 p.

Siglas:
AHFPM.- Archivo Histórico Franciscano de la Provincia de Michoacán.