San Agustín llama hoy a la conversión del corazón
Eugenio Amézquita Velasco
-San Agustín nació en África en el 354; fue filósofo, obispo y autor de obras que marcaron la teología cristiana occidental.
-Tuvo una pareja y un hijo, Adeodato; tras su conversión al cristianismo, abrazó el celibato y fundó una comunidad monástica.
-Su obra más famosa, Confesiones, narra su búsqueda de la verdad, su lucha interior y su encuentro con Dios en Milán.
-Falleció en 430 como obispo de Hipona; fue canonizado por aclamación y declarado Doctor de la Iglesia en 1295.
-En México, su nombre vive en templos, colegios y comunidades; su orden sigue activa en educación y vida pastoral.
En el día de su festividad, la figura de San Agustín de Hipona resurge como un llamado profundo a la conversión interior. Nacido el 13 de noviembre del año 354 en Tagaste, Numidia (hoy Argelia), Agustín fue hijo de Patricio, un funcionario romano pagano, y de Mónica, cristiana ferviente que sería canonizada como Santa Mónica.
Su vida estuvo marcada por la búsqueda intelectual, la inquietud espiritual y una transformación radical que lo convirtió en uno de los pilares del pensamiento cristiano.
Educado en gramática, retórica y filosofía en Tagaste, Madaura y Cartago, Agustín se inclinó en su juventud por el maniqueísmo, doctrina dualista que explicaba el mal como sustancia opuesta al bien. A los 18 años tomó una concubina con quien tuvo a su hijo Adeodato, joven brillante que fallecería prematuramente. Agustín enseñó retórica en Cartago, Roma y Milán, donde conoció a San Ambrosio, obispo cuya elocuencia y profundidad teológica lo impactaron profundamente.
Su conversión al cristianismo se consolidó en el año 387, cuando fue bautizado por Ambrosio en la Vigilia Pascual. A partir de entonces, renunció a la vida conyugal y abrazó el celibato. Fundó una comunidad monástica en Hipona, base de la futura Orden de San Agustín, y fue ordenado sacerdote en 391. En 396 fue consagrado obispo de Hipona, cargo que ocupó hasta su muerte.
San Agustín combatió herejías como el maniqueísmo, el donatismo, el pelagianismo y el arrianismo. Su obra teológica es vasta y profunda. Entre sus escritos más influyentes se encuentran Confesiones, una autobiografía espiritual escrita entre 397 y 400; La ciudad de Dios, respuesta a los paganos tras el saqueo de Roma en 410; De Trinitate, tratado sobre la Santísima Trinidad; y Retractationes, revisión crítica de sus propias obras.
Falleció el 28 de agosto del año 430, durante el asedio de Hipona por los vándalos. Fue canonizado por aclamación popular antes de que existiera el proceso formal, y en 1295 fue declarado Doctor de la Iglesia por el papa Bonifacio VIII. Se le atribuyen milagros de conversión, sanación espiritual y protección de ciudades.
La Orden de San Agustín, inspirada en su vida comunitaria y escritos, fue formalmente fundada en el siglo XIII. Se basa en la Regla de San Agustín, que promueve la vida común, la oración y el servicio pastoral. En México, la orden tiene presencia en colegios, parroquias y centros de formación. Numerosos lugares llevan su nombre, como San Agustín Etla (Oaxaca), San Agustín Tlaxiaca (Hidalgo), y templos en Querétaro, Morelia, Zacatecas y Celaya.
San Agustín en el arte pictórico
San Agustín ha sido representado por grandes artistas como Sandro Botticelli, Fra Angelico, Luis de Morales, Ary Scheffer y Philippe de Champaigne. En sus obras aparece como obispo, pensador y místico, con el corazón ardiente como símbolo de su amor por Dios.
Hoy, su legado sigue vivo en la teología, la espiritualidad y la cultura. Su vida es testimonio de que la búsqueda de la verdad, cuando es sincera, conduce al encuentro con Dios. Su llamado a la conversión sigue resonando en cada corazón inquieto.
Las Confesiones de San Agustín
Confesiones, es una obra autobiográfica escrita por San Agustín entre los años 397 y 400 d.C., cuando ya era obispo de Hipona. Está compuesta por 13 libros y es considerada una de las primeras autobiografías de la literatura occidental. Más que una narración cronológica, es una oración íntima dirigida a Dios, donde Agustín reflexiona sobre su vida, sus errores, su conversión y su comprensión de la gracia divina.
La obra fue escrita en un momento de consolidación del cristianismo en el Imperio Romano, en medio de crisis políticas y sociales. San Agustín, ya convertido y en posición de liderazgo eclesial, busca reconciliar su pasado con su presente espiritual, mostrando cómo la misericordia de Dios lo transformó.
La escribió por los siguientes motivos:
- Para confesar públicamente sus pecados y mostrar la acción de la gracia divina.
- Para dar testimonio de su conversión y alentar a otros a buscar a Dios.
- Para reflexionar teológicamente sobre el tiempo, la memoria, el alma y la creación.
- Para reconciliar su pasado filosófico y mundano con su presente cristiano.
- Para honrar a Dios por haberlo guiado desde la oscuridad hacia la luz.
Descripción y estructura
-Libros I–IX: autobiografía espiritual desde su nacimiento hasta la muerte de su madre, Santa Mónica.
-Libros X–XIII: reflexiones filosóficas y teológicas sobre la memoria, el tiempo, la creación y la interpretación del Génesis.
El estilo es introspectivo, con lenguaje elevado, citas bíblicas constantes y una profunda carga emocional. Es una obra que mezcla filosofía, teología, psicología y literatura.
15 momentos importantes narrados en *Confesiones*
1. Su nacimiento en Tagaste (354) y la influencia temprana de su madre cristiana, Mónica.
2. Su infancia rebelde, marcada por travesuras y una educación rígida.
3. El robo de las peras, símbolo de pecado gratuito y deseo desordenado.
4. Su adolescencia en Cartago, donde se entrega a placeres sensuales y ambiciones mundanas.
5. Su relación con una concubina, con quien tuvo a su hijo Adeodato.
6. Su fascinación por el teatro, que considera una distracción emocional.
7. Su adhesión al maniqueísmo, buscando respuestas racionales al problema del mal.
8. Su decepción con los maniqueos, al no encontrar coherencia filosófica.
9. Su encuentro con el neoplatonismo, que le ayuda a concebir a Dios como espíritu puro.
10. Su llegada a Milán y el impacto que le causa la figura de San Ambrosio.
11. La lucha interior entre la carne y el espíritu, narrada con gran dramatismo.
12. El momento de la conversión, al leer Romanos 13:13–14 tras escuchar “toma y lee”.
13. Su bautismo en la Vigilia Pascual de 387, junto a Adeodato y otros catecúmenos.
14. La muerte de Santa Mónica en Ostia, narrada con ternura y gratitud.
15. Su reflexión sobre el tiempo y la memoria, en los libros finales, como búsqueda de Dios en lo profundo del alma.
Confesiones no es sólo una autobiografía: es un testimonio de transformación, una obra de introspección espiritual y una joya literaria que sigue inspirando a creyentes, filósofos y lectores de todo el mundo.
La muerte de su madre, Santa Mónica
La muerte de Santa Mónica, madre de San Agustín, es narrada con profunda ternura y espiritualidad en el Libro IX de las Confesiones, específicamente en los capítulos 10 al 12. Es uno de los pasajes más conmovedores de toda la obra, donde Agustín no solo describe el momento físico de la muerte, sino también el estado interior de ambos, madre e hijo, en su despedida terrenal. A continuación, te presento la escena con lujo de detalles, tal como él la plasma, traducida y reconstruida con fidelidad literaria y emocional.
El escenario: Ostia, puerto de Roma
Agustín y Mónica se encontraban en Ostia, esperando embarcar hacia África tras su conversión y bautismo. Habían pasado unos días en paz, en una casa junto al puerto, compartiendo reflexiones espirituales. En ese ambiente de recogimiento, ocurrió una conversación que Agustín describe como “una de las más dulces que jamás hayamos tenido”.
La conversación sobre el cielo
Sentados junto a una ventana que daba al jardín interior, madre e hijo hablaban sobre la vida eterna. Mónica le decía que ya no deseaba nada más en esta vida: “Hijo, ya nada me atrae en este mundo. No sé qué hago aquí ni por qué estoy aquí, pues ya se han cumplido todos mis deseos. Solo había uno por el que aún quería vivir: verte cristiano antes de morir. Dios me lo ha concedido con creces, pues ahora te veo como su siervo”.
Agustín describe que ambos elevaron su espíritu más allá de los cuerpos, más allá del cielo, hasta llegar a “la región de la abundancia donde tú, Dios, apacientas a Israel eternamente con la verdad”. Fue un momento de contemplación mística, donde por un instante tocaron “con el corazón la sabiduría eterna”.
La enfermedad repentina
Poco después de esa conversación, Mónica cayó enferma de fiebre. Agustín relata que no temían por su vida, pero la fiebre se agravó rápidamente. Cuando él y su hermano Navigio comenzaron a hablar de dónde enterrarla, Mónica los interrumpió con firmeza: “Enterrad este cuerpo donde sea. No os preocupéis por él. Solo os pido que, dondequiera que estéis, os acordéis de mí ante el altar del Señor”.
El momento de la muerte
Agustín describe el momento con sobriedad y reverencia. Mónica murió a los 56 años, tras haber vivido 33 años con su esposo Patricio. Agustín tenía entonces 33 años. No hubo lamentos desmedidos, sino una tristeza profunda y contenida. Él confiesa que lloró, no por desesperación, sino por el dolor humano de perder a una madre tan amada.
Dice: “Yo cerré sus ojos, y una gran tristeza se apoderó de mi corazón. Mi alma se llenó de duelo, porque había perdido a aquella que me había traído al mundo corporal y al mundo espiritual”.
El duelo y la oración
Agustín se retiró a llorar en silencio. No buscó consuelo humano, sino que se dirigió a Dios. “Si no lloraba más, era porque mi alma estaba consolada por la esperanza que tenía en tu misericordia”. Pidió a Dios que perdonara los pecados de su madre, y que la recibiera en su presencia. “Tú la habías hecho mejor que yo, y yo sabía que ella no había vivido para sí, sino para ti”.
El legado espiritual
La muerte de Mónica no es solo un episodio biográfico, sino un símbolo de la culminación del proceso de conversión de Agustín. Ella fue el instrumento de Dios para guiarlo, y su partida marca el inicio de su vida pública como cristiano, sacerdote y luego obispo.
Agustín concluye el relato con una oración: “Te doy gracias, Dios mío, por tu sierva. Tú la creaste, tú la llamaste, tú la formaste en tu amor. Que nadie se atreva a decir que no fue tuya”. #MetroNewsMx #GuanajuatoDesconocido