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*Por Carlos Francisco Rojas Gómez*

Casi todas las imágenes religiosas que logran reunir en torno suyo un gran número de expresiones de devoción cuentan con una o varias leyendas o acontecimientos milagrosos sobre su origen o establecimiento en el lugar donde se les rinde culto. La Virgen de los Remedios de Chamacuero no es la excepción y en torno a ella se han construido algunas leyendas, o una leyenda con diferentes versiones que nos permiten observar el fervor religioso de las personas, además de que evidencian rasgos sociales, culturales, económicos y políticos que dan identidad al chamacuerense.  Una de estas versiones dice lo siguiente: 

[…] pasaba por ahí un arriero con sus remudas [mulas]. Una se le perdió en el magueyal donde actualmente se levanta el templo. Esta remuda que cargaba una caja con la imagen de la Virgen fue encontrada [tiempo después] por un ‘tlachiquero’. El [sic] llevó esta imagen de la Virgen de los Remedios al convento franciscano de Chamacuero, pero la Virgen se regresó al lugar donde había sido encontrada. Este suceso se repitió tres veces, al ver el prodigio se levantó ahí el templo.[1]

Otra leyenda narra que dos viajeros llevaban consigo la pequeña imagen, en su paso por Chamacuero decidieron descansar, cuando emprenden el viaje, al poco tiempo se dan cuenta que la Virgen ya no está, regresan al lugar del descanso y allí la ven, reanudan su marcha y nuevamente sucede lo mismo, hasta la tercera vez, por lo que interpretan que la Virgen deseaba quedarse en este lugar. Incluso hay versiones donde los  viajeros llegan en ferrocarril, lo cual nos permite observar que las leyendas se van conformando a partir de acontecimientos de relevancia para la población. 

Por mucho tiempo estos relatos han dado respuesta a las preguntas sobre el origen de la Virgen de los Remedios en nuestro pueblo, y seguramente también seguirán dando vida a la tradición oral y al folklor de los comonforenses, sin embargo debemos tener muy claro que estos son relatos fantásticos y milagrosos que no requieren ser comprobados, pues su riqueza radica precisamente en lo maravilloso del relato. Por otro lado, la historia apoya sus resultados sobre una fuente documental que permite sustentar cómo sucedieron las cosas en el pasado; lo que a continuación se presenta son los primeros resultados de investigación sobre la imagen que mayores muestras de devoción recibe y en torno a la cual se desarrollan las celebraciones más concurridas e importantes del año. 

La historia de la Virgen de los Remedios es el origen de muchas de las formas y expresiones culturales de la vida cotidiana de los comonforenses y en particular de los habitantes del barrio de los Remedios, pues se trata también del origen de esa población. Esta histórica relación de la Virgen con el pueblo de Chamacuero comienza el 13 de septiembre de 1690 cuando Agustín Castillo, español residente en este pueblo, hizo donación de la pequeña imagen que había sido un obsequio de su hermano el franciscano Fray Antonio Castillo, y quien la había traído de España [2].  El acontecimiento quedó plasmado en un acta de donación que Agustín Castillo realizó para otorgar y ceder todos los derechos de la imagen a los naturales y principales indígenas del pueblo:

[…] los naturales y principales de este Pueblo la han recibido y me la han pedido con obligación de ha[c]erle capilla y santuario como lo tienen puesto en efecto [s]eñalado sitio y comensado [sic] a disponer para su efecto y con [dicha] mira y del devoto afecto con que lo hacen en aquella via [sic] y forma que mejor haya lugar, les hago gracia  y donación de dicha  hechura pura mera perfecta e irrevocable con todos los requisitos vínculos y firmeza que a su validación sean necesarios con renunciación que hago de todas las leyes que me puedan favoreser [sic] para desaser [sic] dicha donación [3]. 

A partir de este momento la Virgen de los Remedios era del pueblo de Chamacuero, de los indígenas, que fueron quienes la solicitaron como obsequio a Miguel Castillo y quien al observar el devoto afecto que le tenían tuvo a bien hacer la donación. Es muy importante considerar esta particularidad, pues explica en parte las grandes muestras de devoción que persisten hasta nuestros días y que muy pocas imágenes religiosas tienen en nuestro municipio. 

La Virgen es entregada a los naturales para que éstos le hagan una capilla y allí le muestren su fervor y reconocimiento, es decir la imagen no fue entregada a ninguna congregación religiosa, o sacerdote secular, ni tampoco a ninguna persona en particular, la imagen fue donada a la República de indios [4] del Pueblo de Chamacuero, a sus habitantes indígenas para que aquí la veneraran. Esto influyó en la rápida expansión de su culto en la región porque fueron precisamente los indios quienes se comprometieron a expandir el culto por medio de una hermandad, realizando colectas en el pueblo y la región, rentando algunos bienes donados por la feligresía a la Virgen y organizando la fiesta, es decir  administrando todos los bienes materiales con la única finalidad de rendir culto a la Virgen de los Remedios. 

La Hermandad de Nuestra Señora de los Remedios de Chamacuero surge a principios del siglo XVIII, muy probablemente en 1725 pues es la primer mención que se hace a un mayordomo de esta hermandad en su libro de cuentas, Don Francisco Xavier de León, quien mandó dorar el sagrario de la Virgen. Se menciona también que en 1726 se colocaron “los lienzos del corateral [sic] [retablo], y otros dos pequeños”,  y en 1727 se mandó dorar el frontal. Ahora bien, aquí no se menciona cuando se comenzó a elaborar el retablo, pero sabemos que para 1726 ya se encontraba bien avanzado pues se colocaron los lienzos. A partir de este dato se puede inferir que para esta fecha ya estaba construida la capilla de los Remedios, aunque por otro lado, en este mismo documento, se dice que en 1728 se compró un solar para que “sea finca de Nuestra Señora de los Remedios”, y que en 1729 “se empezó a fabricar dos casas, sala y tienda que [se] ha hecho poco en poquito hasta el de treinta y uno [1731]” [5], lo que hace pensar que se trata de la compra del terreno donde se construyó la capilla de la Virgen, y que además ésta, o por lo menos una etapa, se construyó entre 1729 y 1731. 

     Surgen entonces algunas dudas respecto a la construcción de la capilla pues por una parte el retablo ya estaba terminado y por otro lado la información hace pensar que es hasta 1728 cuando se compra el terreno para fabricar la “finca de Nuestra Señora”. Si esto es cierto, ¿dónde se encontraba el retablo?, o acaso esta mención a una compra de un solar se refiere a un bien adquirido por la hermandad para rentarlo o usarlo para obtener algún beneficio económico para los gastos de las festividades y del cuidado de la imagen, o es que efectivamente se trata de la compra del terreno para la capilla y el retablo estaba colocado en otra capilla o en la casa de algún mayordomo. Interrogantes que probablemente en otro momento se puedan aclarar, así como la misma elección del sitio para construir la capilla, pues en ese tiempo quedaba fuera del pueblo. 

     Aunque se menciona que el retablo estaba terminado, todavía no estaba dorado, pues fue hasta 1741 cuando esta obra quedó concluida siendo mayordomo Don Paulino Téllez. En noviembre de 1740, cuando aún era mayordomo Don Pedro de la Cruz Hernández, antes de entregar el cargo tuvo que verificar la calidad del trabajo del dorado, por lo que con el ministro de doctrina, el notario y otros testigos acudieron a la casa de “Don Santiago de Silva yndio [sic] principal [sic] de este pueblo maestro de dorador en casa de quien se esta [sic] dorando el coratheral [sic] de mi Señora de los Remedios” [6]. El hecho resulta de importancia porque nos permite observar que en el pueblo había personas capacitadas para este tipo de trabajos, además de que, según asentaron otros testigos “Don Santiago de Silva quien tiene la obra a su cargo, ser maestro en la facultad por haver [sic] hecho en distintos lugares obras muy pulidas y de mayor quantia [sic]” [7]. Queda la duda de quién fue el autor de las pinturas del retablo, pero sigue siendo interesante que haya sido un indio del pueblo quien realizó el dorado de la obra y que además se mencione que realizó trabajos en otros lugares. 

     Por otra parte también es importante señalar que la compra que se hace del terreno, que pudo o no ser para la capilla,  se hace a nombre de la Virgen como si tuviese personalidad legal para realizar este tipo de contratos, lo cual era totalmente común y muy normal en la época colonial; es por esto que hasta hoy en día los habitantes del barrio de los Remedios viven en los terrenos de la Virgen, sin poseer ellos algún documento legal que los haga dueños del terreno. Lo que no se ha podido localizar es el documento de la compra, donde se puedan encontrar datos como la extensión del predio y el nombre del vendedor. 

     Hablando sobre el terreno es importante mencionar que algunos vecinos del barrio de los Remedios comentan, que antes en ese lugar estaba el antiguo pueblo de San Lucas, una de las tres poblaciones que se asentaron en el valle de Chamacuero a finales del siglo XVI, es más, cuentan que allí había casas y hasta un fuerte, y que luego se hizo el templo a la Virgen y gradualmente fue cambiando el nombre de San Lucas a Los Remedios. Aunque esta versión resulta muy interesante los documentos no hacen alusión a esta antigua población, es más mencionan que no había ninguna casa o población alrededor del templo. 

     En enero de 1732, la capilla fue robada, “amanesio [sic] la Virgen Santisima [sic] sin corona, sin media luna, sin setro [sic] ni sin todo el adorno de perlas y joyas”; [8]. En ese tiempo el mayordomo era Don Lorenzo Juárez, quien con el cargo que ocupaba dentro de la hermandad tenía en su poder el cuidado de la capilla y por lo tanto las llaves para abrir dicho santuario. Los feligreses se dieron cuenta del robo un día sábado pues era costumbre que la misa se celebraba ese día. Algunos vecinos, indios caciques del pueblo, describieron el hecho: 

[…]bajaron dicha Ymagen [sic]del propisatorio [sic] y colateral en que la hemos tenido y en una de las gradas de su altar tubieron [sic] el espaci[o] de a punta de tijera cortar las sedas y puntadas que aseguraban la tal vorda [sic] de perlas y preseas de oro, sin lastimar nada el cuerpo de la Señora ni de su bestuario [sic], cuyas motas o puntadas de seda cortada estaban tiradas sobre dicha grada, y efectuando tan osada irreberensia [sic] bolvieron [sic] a colocar y poner a la Señora en su propisiatorio [sic] [9]. 
     El robo causó polémica entre la población porque según los declarantes ni las puertas ni las ventanas de la capilla tenían señas de haber sido forzadas, por lo que el primer sospechoso fue el mayordomo, Lorenzo Juárez. Como las autoridades locales realizaron una investigación en la que el mayordomo negó haber cometido el robo, resultó también que en una visita que realizaron a su casa lo encontraron en su cuarto con una mujer que no era su esposa y que además era viuda, por lo que la acusación ya no sólo fue de robo sino que ahora también se le acusaba de vivir en pecado. En las declaraciones también salió a la luz que esa semana Lorenzo Juárez no tenía en su poder las llaves sino que las tenía un diputado de la hermandad (los diputados ayudaban con las actividades para conseguir dinero y prestar sus servicios en la capilla), Cristóbal de Mendoza quien declaró no saber “nada del robo que a María Santísima de los Remedios le an [sic] echo [sic] […], pues la capilla se halla fuera del pueblo, sin vezindario [sic] ni ninguno que l[o] cuide”. [10]

     Tanto Lorenzo Juárez como el diputado Cristóbal de Mendoza fueron encarcelados por esta situación, más allá de si fueron ellos los ladrones o no, lo relevante aquí es que se menciona que no había ninguna población alrededor de la capilla, como pudiera pensarse tomando la idea de que Los Remedios era San Lucas. Otro de los declarantes en este asunto fue un comerciante español Juan Ortiz de Celis, quien dijo ser “vezino [sic] del Santuario de Nuestra Señora de los Remedios que se alla [sic] fuera de este lugar” [11].  Esta declaración no debe confundir y hacer pensar que entonces si había personas viviendo alrededor del santuario, cuando se presenta como vecino hace alusión a la cercanía pero no necesariamente a que su casa está a un lado de la capilla; probablemente este comerciante español tenía su casa en lo que ahora es la calle de Ocampo o por el lado de la actual plazuela Álvaro Obregón. 

     Otro de los indicios de que para la primera mitad del siglo XVIII el barrio de los Remedios aún no existía es que no aparece ningún lugar con este nombre en los padrones levantados por el obispado de Michoacán durante este tiempo, pero tampoco se menciona un San Lucas. Es hasta 1782 que se alude al barrio de los Remedios en una lista de lugares en que se colectó limosna para la Santa Cruz del camposanto [12]. Seguramente se trataba tan sólo de algunas pequeñas casas de piedra, adobe y paja construidas por los indígenas para estar al cuidado y protección de la capilla y por supuesto al servicio de la Virgen de los Remedios. 

     Pero la prueba más concluyente en relación a que antes de la capilla no había población alguna, del periodo novohispano por supuesto, es que en 1821 algunos vecinos del pueblo se quejaron por:

los perjuicios que sufrian [sic],  con motivo de haberseles [sic] repartido solares para poblar y custodiar la Iglesia en que está colocada la Santísima Virgen de los Remedios, sin mas [sic] titulos [sic] de propiedad que un papel simple, dado por los mayordomos de la Hermandad de la Santisima [sic] Señora con lo que cometian [sic] varios abusos quitando a unos y poniendo a otros de que resultaba el poco amor que estos [sic] debian [sic] tener a sus sitios, repugnancia para fabricar sus casas y cultivar sus terrenos. [13].

     A partir de esta queja el alcalde primero constitucional Don Manuel Díaz de la Madrid tomó la determinación, basándose en la Constitución de Cádiz, que eran las leyes que regían en la todavía Nueva España, de establecer que los mayordomos no podían entregar solares y quitarlos sino que a quienes se les entregaran solares se les daría posesión de la tierra para “hacer guarda al templo, fabricar casa de terrado en términos que sirva de ornato, asistir a las obligaciones precisas de la Hermandad y tener buena conducta” [14] y así poder asegurar sus terrenos, con la única condición de servir en lo necesario a la imagen y a la hermandad. Y aunque ya desde las dos últimas décadas del siglo XVIII se menciona al barrio de los Remedios se puede decir que es hasta este momento, 1821, en que existe un establecimiento formal de esta población, amparados por la Constitución de Cádiz. 

 Este sistema prácticamente sigue funcionando hasta nuestros días, aunque las leyes con las que comenzó ya no tienen vigencia, los vecinos de los Remedios viven en terrenos de la Virgen y sólo pagan una contribución cada año el día Domingo de Ramos, esto lo hacen ante una junta o mesa directiva del barrio, que se encarga de llevar las cuentas; además también tienen como obligación servir en el cuidado del templo y colaborar en las actividades relacionadas con las fiestas de la Virgen, lo cual, según algunos mismos vecinos del barrio ha venido en disminución. 

 A pesar de esta situación, es innegable que la imagen de Nuestra Señora de los Remedios sigue generando innumerables muestras de aprecio y amor de muchos comonforenses y de personas de otros lugares que cada año modifican sus actividades cotidianas para servir, visitar y festejar a esta pequeña imagen que desde hace más de 332 años habita entre los chamacuerenses.      
     

NOTAS:
[1] Flores Solís, Miguel, La Virgen de los Remedios en España, México y Centroamérica, s/e, México, 2001, p. 64. 
[2] “Acta de donación de Nuestra Señora de los Remedios”, Libro de la Hermandad de Nuestra Señora de los Remedios de Chamacuero [versión digital], Centro de Estudios de Historia de México, Fundación Carlos Slim, consultado en: http://www.archivo.cehmcarso.com.mx 
[3] Ibídem.
[4] La República de indios era, 
[5] Libro de la Hermandad de Nuestra Señora de los Remedios de Chamacuero [versión digital], Centro de Estudios de Historia de México, Fundación Carlos Slim, consultado en: http://www.archivo.cehmcarso.com.mx  
[6] Ibídem.
[7] Ibídem. 
[8] Archivo Histórico Casa Morelos, Fondo Diocesano, Procesos criminales, sacrilegios, siglo XVIII, Clasificación 0282, C.837, Exp. 2, f. 1r. 
[9] Ibídem, f. 1. 
[10] Ibídem, f. 14v.
[11] Ibídem, f. 7r.
[12] Fondo Chamacuero, Cofradías, Cofradía de la Santa Cruz, bienes, C 2, L 2, Doc. 43, f. 131r.
[13] Fondo Chamacuero, Cofradías, Cofradía Virgen de los Remedios, bienes, C 1, Doc. 8, f. 31. 
[14] Ibídem. 

Interior de la cúpula del Santuario de Atotonilco./ FOTO: Eugenio Amézquita Velasco
Eugenio Amézquita

ATOTONILCO, GTO.- "Hablar de Atotonilco es hablar de la Gloria de Dios que se hizo piedra", reconoce el Pbro. Fernando Manríquez Cortés, párroco de la Parroquia Jesús Nazareno, que tiene su templo en el Santuario de Atotonilco.


Señala que "Todos sabemos que un patrimonio es el conjunto de bienes adquiridos por herencia familiar y otro origen. Pero le llamamos de la humanidad a los monumentos, espacios naturales, ciudades, etc., considerados de tan gran valor que son reconocidos y se sujetan a un régimen especial para preservarlos como un tesoro incalculable".


"-Hablar de Atotonilco es hablar de la Gloria de Dios que se hizo piedra, pintura mural, escultura y cuadros de caballete en el proyecto del Padre Alfaro que fue la niña de sus ojos en los 36 años de plenitud de su vida después de los 11 años que dejó en San Miguel el Grande (son obra suya la iglesia de Nuestra Señora de la Salud, la"poética y pequeña Capilla del Calvario al terminar una cuesta", comenta el P. Bravo Ugarte S.J.)."


"-Hablar de Atotonilco es siempre gratificante. A diario escucho comentarios de toda clase de personas que, admiradas, expresan la belleza de este espacio creado para el pueblo de Dios y para todas las personas que pueden sentir el gozo de aquello que define Santo Tomás como esplendor de la forma y más concretamente del arte como creación del hombre que hace resplandecer su idea a través de la materia; y lo más hermoso que ese esplendor siga deslumbrando hoy y siempre a las siguientes generaciones".


"-Hablar de Atotonilco es afirmar que nada procede de la nada. Hay que beber en las fuentes de la tradición para sentir a fondo nuestro país y sus raíces ancestrales".

"-Hablar de Atotonilco es acercar a las generaciones de hoy a la belleza con la que hace 2000 años se ha manifestado nuestra fe, y que para México desde el siglo XVI hasta llegar al esplendor del siglo de oro del barroco en el siglo XVIII virreinal, se pudo consolidar el patrimonio cultural y religioso del pueblo mexicano que hoy debemos seguir custodiando como memoria de nuestra identidad a la que hay que acudir para apostar por nuevos pasos hacia el mañana e integrarnos social y culturalmente afianzados en nuestras raíces; creando belleza en nuevos lenguajes artísticos para el tercer milenio, conociendo y amando nuestro pasado, porque no recuerdo bien si lo dijo Dalí u otro artista del siglo XX: Todo lo que no provenga de la tradición, es plagio".


"-Hablar de Atotonilco es recuperar nuestras raíces cristianas en fecundo diálogo con otras religiones y creencias, superando los límites humanos como ventana abierta al cielo evocando la trascendencia. Ya lo dijo el escrito Gabriel Magallanes: Occidente debe volver a mirarse en su espiritualidad como alternativa al laicismo ciego de la actualidad que ha eliminado el horizonte personal de la eternidad. Y tiene razón, porque sólo la eternidad nos vuelve humanos en el sentido más profundo de la palabra. ¿Por qué tanta violencia? Sin horizonte eterno no pasamos de animales carnívoros dotados de inteligencia. El único poder que construye es la fe, que se manifiesta en el amor".

"-Hablar de Atotonilco es hablar de honda espiritualidad y belleza estética como testamento y legado del Padre Alfaro. Todas sus poesías diseminadas en muros y bóvedas son la tinta enamorada de sus versos a lo divino".

Ubicación Geosatelital del Santuario de Atotonilco
y de la Santa Casa de Ejercicios



Eugenio Amézquita

En agosto de 2017, fue impresa la obra "El Santuario de Jesús Nazareno de Atotonilco y el Padre Luis Felipe Neri de Alfaro". De 32 páginas, la publicación lleva la firma del Señor Cura Fernando Manríquez Cortés, originario de Pátzcuaro, Mich., y quien es precisamente el párroco de Atotonilco.

La obra me fue entregada en propia mano por su autor y de entrada le pedí el permiso para reproducirla electrónicamente, cosa que de muy buen agrado accedió, con la intención de que no se quedara muerta en papel, dado que sólo se hicieron mil ejemplares de esta, sino que se compartiera la fructífera pluma del padre Fernando -como la mayor parte de la gente lo conoce en San Miguel de Allende- vía internet y especialmente en las redes sociales. El Padre Fernando, a quien conozco desde 1978 -sí, más de 40 años, aunque no lo crean- me dio el visto bueno, y aquí tienen ustedes cumplido lo que le ofrecí, que de antemano ya había sido publicado por El Sol del Bajío, a través de este servidor.

Así, empecé a capturar electrónicamente el contenido, y que ahora comparto con ustedes y donde iré respetando cada uno de los elementos de esta sencilla, pero preciosa obra, como una muestra de agradecimiento a quien se ha preocupado por el arte sacro en la Diócesis de Celaya, el Padre Fernando.

La edición, en su contraportada, hace un agradecimiento a quienes hicieron posible esta obra, sin dejar de precisar "Santuario de Jesús Nazareno de Atotonilco. Patrimonio Cultural de la Humanidad (2018-2017). Y cita: "Esta edición cultural es posible gracias al generoso auspicio de los siguientes miembros de "Amigos de San Miguel, A.C." y enlista al Dip. Juan José Álvarez Brunel, María Guadalupe Álvarez Brunel. Licenciados Clemente y Lucha Carbajo, Gilberto Díaz López y Aarón Díaz; al Dr. Antonio F. García González. Lic. Santiago González e Irene León. Lic. Patricia Jurado Maycotte. Lic. Samuel Jurado e Isabel Villarreal. José Antonio Madrazo Gálvez. Lic. Amado Rubio Sánchez. Aurelio Rafael Tovar Campos y Álvaro Zubeldía Grave y consigna en imagen al buen amigo y Cronista de San Miguel de Allende, el Maestro Luis Felipe Rodríguez, al Dr. Francisco J. López M., al Arq. Sergio Zaldívar G., y al Lic. Ignacio Reyes Retana.

Es este último abogado, el Lic. José Ignacio Reyes Retana Pérez Gil, reconocido en San Miguel de Allende, quien realiza a manera de prólogo una interesante exposición de esta obra sobre el Santuario de Atotonilco y que a continuación les comparto.

Un propósito común, San Miguel de Allende

"El pasado 6 de julio fui invitado por los organizadores del Quinto Congreso Nacional del Patrimonio Mundial, para improvisar la presentación ante el auditorio del Señor Cura fernando Manríquez Cortés".

"Lo que tuve el honor de hacer obsequiando a la brevedad que correspondía y ahora quiero presentar el folleto que hemos mandado imprimir, correspondiendo a la dedicatoria que el señor Cura que he mencionado hizo para Amigos de San Miguel, A.C. que es una institución que él ha presidido por varios años".

Pbro. Fernando Manríquez Cortés, párroco de la Parroquia Jesús Nazareno, en
Atotonilco, Gto., autor del folleto
.

"Y la que corresponde a la dedicatoria del sacerdote con la publicación del presente folleto y la repetición de mis palabras en lo que dije, en lo que omití y que ahora hago, en la inteligencia de que el Padre Fernando es por todos conocido, querido y respetado en el ejercicio de la profesión en que se ordenó, reconociendo su honradez y su preocupación en las inquietudes del espíritu y en su servicio generoso para el prójimo".

"Y debemos reconocer y decirlo para todos, que es una de las personas que, después de sus estudios en Roma y de su ordenación sacerdotal por haber cursado sus asignaturas en el Seminario de la ciudad de México, lo hace ser considerado como uno de los mejores y más preparados teólogos del Obispado de Celaya, al que pertenecen San Miguel de Allende y Atotonilco, y que lo llevó a la cátedra actual en el Seminario de Celaya, en la materia de Arte Sacro".

"Hago resaltar, que después de haber sido nombrado Cura de San Miguel de Allende, y ofreciéndole ejercerlo en un curato importante de la ciudad de Celaya, a petición suya fue nombrado Cura del Santuario de Jesús Nazareno en Atotonilco por el obispo Velázquez Garay".

"El es por nacimiento originario de Pátzcuaro, Michoacán y se le considera por todos los habitantes de nuestro estado, cual si fuese guanajuatense".

"En mi búsqueda de cumplir con la encomienda de la presentación de su magnífico trabajo, he revisado mi último libro y he pedido a mi hijo el Lic. José Ignacio Reyes Retana Lanuza, me permita consultar de sus archivos y biblioteca, todo lo que tiene vinculado con el Santuario de Jesús Nazareno y muy en especial lo escrito hace muchos años por su bisabuelo el Lic. Agustín Lanuza Romero".

Atotonilco - Atotonil co - La escritura es ideográfica y polisilábica: el signo atl, agua, en la boca de
una olla colocada sobre dos piedras que forman el tlecuilli, hogar o fogón; la olla pintada de negro en el asiento para indicar la acción del fuego, significa atotonilli, agua caliente, "En las aguas termales"; de co, en, y   atotonil li, agua termal. Universidad de Berkeley

"Debo empezar ocupándome de la palabra ATOTONILCO: Que significa donde se calienta el agua, en otras palabras "lugar de aguas termales", definición netamente indígena de la lengua náhuatl y que se deriva del sustantivo, atl, que significa agua; del verbo totonitl que quiere decir calentarse el agua y de la preposición co y la reunión de las tres voces nos da atltotonitlco. Y de acuerdo con las reglas del náhuatl, se pierde lo de agua y la t de calentarse, siendo en definitiva más dulce pronunciar como se dice ATOTONILCO".

"Los primitivos dieron al lugar este nombre, muy apropiado por tratarse de un lugar de tiempos inmemorables donde existe un manantial de aguas termales".

"En apoyo de esta definición se hace alusión también a la existencia de un jeroglífico que ilustra por medios figurativos y de cuya explicación resulta: Una olla expuesta al fuego de un fogón (tenamaztle), sobre la boca de la olla se figura el agua en acción de rebosar. La reunión de estos caracteres daba el nombre a la cosa y su significación. Esta significación emblemática es por dem´satinada y cierta y nos revela el significado de la voz ATOTONILCO con la más viva elocuencia objetiva".

Arzobispo de México y luego Cardenal, Don Francisco Antonio de Lorenzana y Butrón


"El jeroglífico está copiado del célebre Códice Mendocino que publicó Lord Kingsborough, y puede verse la forma simbólica del agua, aunque más imperfecta, en una lámina de las Cartas de Hernán Cortés que publicó el Antiguo Arzobispo de México Don Francisco Antonio Lorenzana, editadas en Nueva York, en la Casa White, en 1828".

En sus anotaciones el Licenciado Lanuza nos hace resaltar en que se considere como una cuestión histórica y relacionada con la fundación del Santuario de Atotonilco, por su íntima relación, la fundación del Colegio de San Francisco de Sales edificado por los padres Filipenses del oratorio de San Felipe Neri en San Miguel. Y nos dice:"

Ubicación Geosatelital del Santuario de Atotonilco
y de la Santa Casa de Ejercicios




Se "concedió permiso a una antiquísima cofradía llamada gente de color mulatos, fundada con la autoridad pontificia para que erigieran en el pueblo de San Miguel el Grande un pequeño santuario que se denominó "Nuestra Señora de la Soledad o del Santo Ecce Homo".



Monumento al Muy Reverendo Padre Dr. Don Juan Antonio Pérez de Espinoza,
ubicada en el atrio del Templo del Oratorio, en San Miguel de Allende, Gto.


"Corrieron los años y allá por 1712, estando al frente del curato de San Miguel don Cristóbal Ramírez, quien había escuchado las predicaciones de don Juan Antonio Pérez de Espinoza, cura de Pátzcuaro y quien fue compañero en las tareas apostólicas del célebre misionero Fray Antonio Margil de Jesús y quien se encontraba en el convento de Santa Cruz de Querétaro, lo invitó en la Cuaresma fuera a predicar a San Miguel".

Ubicación Geosatelital de la Zona Centro
de San Miguel de Allende, Gto.




"Varios de los vecinos acaudalados de San Miguel el Grande, entre ellos el caballero vizcaíno don Severino de Jáuregui, capitán de caballeros corazas, estimularon al referido padre Don Juan Antonio Pérez Espinoza para que fundara la congregación del Oratorio de San Felipe Neri en la nueva iglesia que se estaba construyendo".

"Y así terminadas las predicaciones cuaresmales y habiendo estimulado al vecindario, pasó la Pascua a Valladolid, hoy Morelia, con el fin de obtener del Obispo la licencia correspondiente. Extendida la autorización para fines mencionados,regresó a San Miguel, y el 2 de mayo de 1712 con más de 300 vecinos se verificó la fundación y se procedió a construir las habitaciones de su colegio bajo la protección de don Severino Jáuregui, lo que lograron en sólo dos años. Desde luego, llamó poderosamente la atención la suntuosa fachada plateresca del templo del Oratorio y sus canteras; resultando ocioso entretenerse en mayores detalles, y tan sólo no olvidar que el altar de la capilla es de mármol de Carrara".
Imagen en el Santuario y templo parroquial de Jesús Nazareno, de Atotonilco.

"El Santuario de Atotonilco. -sigue escribiendo el poeta Lanuza- no distante de la ciudad San Miguel el Grande se levanta majestuoso como en medio de aquel lugar silencioso y solitario y rodeado de aguas termales de rumoroso manantial, el santuario de Atotonilco en construcción empezó el 3 de mayo de 1740".

"Y es un hecho histórico que el Filipense Luis Felipe Neri de Alfaro, viendo que en los alrededores del lugar se cometían con frecuencia asaltos, robos y actos ilícitos, para asegurar la paz a los moradores y a los caminantes que venían de Dolores, edificó desde sus cimientos el magnífico Santuario y casa de ejercicios de Jesús Nazareno".

"Cualquier viajero -dice un historiador Guanajuatense- al contemplar este lugar se sorprenderá al ver unos majestuosos edificios que lo conllevan a detenerse y examinarlos y en su recinto no hallará otra cosa que vivos los recuerdos de la vida, pasión y muerte del Salvador del mundo", siendo una casa amplia para tomar los días de registro espiritual. Nos reseña las partes o departamentos de que se componen el santuario; que fueron concluidas en 1763".

Escenas de la vida del Padre Alfaro: Construcción del Santuario. Sacristía del Templo Parroquial de Jesús Nazareno, en Atotonilco, Gto.

"Considera en sus memorias el señor Lanuza que se debe trazar a grandes rasgos del celebérrimo místico Luis Felipe Neri de Alfaro y yo creo que ésto lo realiza con éxito, escrúpulo y con pasión el adre Fernando en el tema y desarrollo de la muy grata conferencia de que nos ocupamos y señala que el propio Gamarra y Dávalos los refirió en público en el sermón de las exequias de Alfaro, lo que se consideró como cierto y verídico".

Mural. Replica del cuadro con la imagen del Padre Luis Felipe
Neri de Alfaro. Obra del pintor Juan José Guadalupe Soto Martín.
Iniciado el 1 de febrero de 2017 y finalizado el 6 de mayo de 2017.
Santa Casa de Ejercicios Espirituales de Atotonilco.


"Luis Felipe Neri de Alfaro de noble familia de la ciudad de México, como lo eran don Esteban Valero de Alfaro y doña María Velázquez de castilla, trasladándose al famoso Colegio de San Francisco de Sales, pasó a vivir muchos años en el santuario y siempre comía y dormía poco; vestía con modestia y la penitencia era su costumbre, pues dormía bajo el altar, donde tenía un ataúd, acomodándose dentro de este con los ojos cerrados y el cuerpo extendido, gastaba la noche preparándose para la muerte. Y tantas veces ejecutó esta operación que se pudrieron tres ataúdes y alguna vez dijo: "ya se me han podrido tres chalupas".

Del interior de este templo, el Padre de la Patria, Don Miguel Hidalgo y Costilla, cura de la
Parroquia Nuestra Señora de los Dolores, en el hoy Dolores Hidalgo, CIN, Gto., tomó el cuadro de la
Virgen de Guadalupe con el que abanderó la lucha Insurgente en 1810.


"Para terminar mis comentarios sólo debo mencionar que se hace resaltar la importancia que tuvo para los mexicanos el que el padre Hidalgo haya enarbolado en Atotonilco, como bandera,la imagen de la Virgen de Guadalupe que, sin duda, simboliza la unión de los mexicanos como pueblo".

"Finalizo estos detalles y esta presentación para dejar a quien esto lea, en manos de lo escrito por el Padre Fernando Manríquez Cortés, quien llevó a cabo con grado de excelencia, en mi concepto, sus investigaciones; las que dijo y explicó con altos dotes de orador".

"Concluyo esta introducción el 11 de julio de 2017, reconociendo en nombre de Amigos de San Miguel, A.C. e insistiendo en la alta calidad del autor Manríquez Cortés. Sin olvidar lo que mencionó el Doctor Francisco Javier López Morales, al recibir la Medalla 7 de Julio, quien refirió que sin Atotonilco qué difícil o imposible hubiera sido que San Miguel de Allende fuera patrimonio de la humanidad.
                                                                                  Lic. José Ignacio Reyes Retana Pérez Gil".

Escopeteros de Apaseo el Alto./ FOTO: Archivo Francisco Sauza Vega
Francisco Sauza Vega
Cronista Municipal de Apaseo el Alto

Apaseo el Alto al igual que todos los pueblos precolombinos era un pueblo artesanal por naturaleza y necesidad. Los metates y molcajetes, utensilios pétreos para sus cocinas eran indispensables entre las familias y la gran variedad de formas y tamaños hacían la diferencia entre lo artesanal y lo estrictamente utilitario.

Los hallazgos en las múltiples zonas arqueológicas del territorio de Apaseo el Alto lo confirman como un pueblo de naturaleza artesanal.

Enmarcado en la zona de influencia de la Cultura de Chupícuaro, el prehispánico poblado se caracterizó por la confección de todo tipo de vasijas de barro, cuyos diseños no reflejaron homogeneidad en sus trazos, esgrafiados, texturas y tinturas, debido probablemente a lo trashumante de sus tribus. En los múltiples sitios arqueológicos existentes en el municipio, abundan los vestigios de nuestros ancestrales alfareros, muestra inequívoca de su cotidiano quehacer que, además de ser satisfactor de primera necesidad se convirtió en oficio y forma de vida.

En Apaseo el Alto, los alfareros se establecieron en un barrio en donde cohabitaban los más prolíficos y especializados productores de ollas, cántaros, chondos y muy especialmente platos finamente terminados que abastecían y ocupaban un lugar preponderante en las cocinas de las vetustas chozas, jacales y casitas de adobe de toda la región. Don Juan Martínez Sauza fue un artesano del barro que reencarnó en un artista de la Talla de Madera y que aparecía en el teatro de la vida, portando sus fantásticas máscaras que hacía para representación de las representaciones teatrales.

El pueblo fue adquiriendo otras modalidades para darle variedad a los enseres domésticos y cuando inventó la alfarería, adquirió identidad como una aldea altamente especializada en la elaboración de variados objetos de barro de uso doméstico, tales como los platos , ollas, cántaros, chondos, silbatos y ocarinas y demás utensilios imprescindibles en las humildes chozas del poblado.

Con el paso de los años Apaseo el Alto no abandonó su vocación de alfareros. Los tianguis del pueblo y la región eran amenizados por los Chonderos que ofrecían bellas piezas de barro diseñados y elaborados por los naturales del lugar. Desafortunadamente un día se descubrieron y comercializaron los objetos de plástico y paulatinamente, los alfareros fueron desapareciendo y con ellos la Calle de los Chonderos.

Los vendedores de "chondos"./ FOTO: Archivo Francisco Sauza Vega 

Las fértiles tierras y la abundancia del agua en las inmediaciones del poblado, eran huertas de frutos oriundos del lugar como las guayabas, los nísperos y los Ates o Chirimoyas, cuyos solares eran protegidos por artesanales cercas de piedra y asegurada su entrada con una “Puerta de Golpe” fabricada con madera de Sabino, Mezquite, Sauz o Fresno, producto de quienes fueron los primeros carpinteros del pueblo, quienes además fabricaban las puertas de las primorosas casas de adobe que
aún prevalecen en nuestra localidad.

Estos mismos hombres elaboraron de acuerdo a sus particulares necesidades, los arados que jalados por los parsimoniosos bueyes, dejaron atrás las primitivas Coas con las que los hombres primitivos de Apaseo el Alto hicieron sedentaria la agricultura.

Cuando llegaron los españoles e impusieron su religión sobre la de los naturales y una de las costumbres implícitas era la de ponerles la cera a sus difuntos, angelitos y santitos en Apaseo el Alto hubo personas especializadas en la fabricación de velas de cera o cebo animal. La costumbre de arrimar las veladoras a los santos prevalece, pero ya no se fabrican y usan las velas tradicionales ni tampoco son hechas por familiares de aquellos veleros.

Fue tal la religiosidad del pueblo de Apaseo el Alto, que desde el siglo XVI se familiarizaron con la costumbre hispana de poner a los recién nacidos el nombre que de acuerdo al calendario les correspondía, sin importar si fuera agradable o no; no les importaba que se llamaran Crisóforo, Nicomedes, Herculano, Silvestre o Primitivo, de tal suerte que el niño recién nacido ostentaba un nombre de un santo que a lo mejor ni existió y a ese santito se le encomendaba. Cuando la criatura enfermaba de gravedad lo llevaban a la iglesia y le pedían al santo en cuyo honor lo habían bautizado,
que les hiciera el milagro de devolverles la salud… y así nacieron los Exvotos, pequeños retablos dibujados en madera, cartón o lámina en la que un artesano del pueblo plasmaba las circunstancias del milagro. 

Esta costumbre desapareció aunque no por completo, porque ahora lo sustituyen con fotografías de quien recibe el favor y los Exvotos de aquellos años ahora son materia prima de comerciantes de arte sacro. Con la llegada de los españoles también, arribó un oficio que se puede calificar de artesanal su producto: el Pan. Como los españoles no se acostumbraron de inmediato a los alimentos elaborados con maíz, calabaza y ante todo de chile, trajeron desde el viejo continente a los expertos tahoneros y su variedad de productos, que se enriqueció con la inventiva del mexicano.

Pequeños artesanos./ FOTO: Archivo Francisco Sauza Vega

El pan es tan diverso, como variadas sus denominaciones: Pan de Muerto, Roscas, Orejas, Bolillos, Chilindrinas, Cancanes, Conchas, Polvorones, Huesos, Campechanas, Alamares, etc. En Apaseo el Alto, desde 1538 hubo molinos para el trigo que luego los panaderos convertían en piezas de pan
para los españoles y en pleno siglo XXI aún prevalece esa artesanía que difícilmente veremos desaparecer. ¡No creo que los chinos nos traigan pan desde su tierra, porque seguramente llegará duro!

Las vetustas y pesadas carretas que transitaban el Camino Real al llegar a las Postas ubicadas en la misma vía, requerían del mantenimiento del que los quincalleros o buhoneros de Apaseo el Alto eran especialistas. Cualquier pieza de hierro forjado lo reproducía fielmente. Cotidianamente esos herreros fraguaban los sables que los españoles portaban para ahuyentar el miedo que les tenían a los mexicanos y salteadores de caminos; en sus hornos forjaban el hierro para los machetes, hoces y
pizcadores que usaban en las labores agrícolas.

En esos primitivos talleres hacían los primeros quinqués y linternas que se usaron durante más de tres siglos como único medio de iluminación artificial.

Terminada la Revolución Mexicana, nacieron los talleres para la fabricación de escopetas de chispa para uso agrícola. Cada arcabuz fabricado en talleres Apaseo el Alto era una obra de arte que durante muchos meses adornaba las improvisadas salas de armas de los campesinos. También nacieron los fabricantes de chapas, herrajes, clavos y todos los enseres que adornaban las coloniales casonas que los peninsulares tenían en todos los pueblos y ciudades del país.

Aún prevalecen en Apaseo el Alto otros artesanos que en su momento tuvieron gran auge en la población, como son los ladrilleros, que se derivaron de la alta especialización de los alfareros. Muchas de las grandes casonas que existen en el centro del poblado, siguen siendo las que las artesanales manos de Apaseoaltenses fabricaron con sus asombrosas manos. Pero también hacían tejas, baldosas y tabiques.

En la actualidad los han venido desplazando los fabricantes de tabiques de concreto y tablaroca.
En las haciendas de Apaseo el Alto, no obstante las quejas que pudiera haber en su contra, supieron hacer que la madre tierra produjera miles de cuarterones de cereales que el hombre requería para su sobrevivencia. La gente pobre que sembraba un pequeño solar, una parcela, depositaba las semillas en los surcos en espera de un buen temporal.

Tanto los ricos hacendados como los humildes labradores, se llenaban de vida cuando sus maizales comenzaban a jilotear, pero entonces también eran presa de las preocupaciones por las probables pérdidas provocadas por miles de pajarracos que buscaban hurtar los granos que sin mucho esfuerzo conseguían.

La fragua al rojo vivo, a golpe de martillo y auxiliados por otras herramientas hechizas que ellos mismos fabricaban, los herreros de Apaseo el Alto elaboraban escopetas de chispa como las que habían traído los españoles y que tanto pavor habían provocado; dichas escopetas fueron mejoradas en diseño, funcionamiento y efectividad. Fabricaron nuevos modelos y lo más común era que en las haciendas tenían hasta sala de armas con escopetas de Apaseo el Alto exclusivamente. En cualquier casa de los humildes agricultores existía al menos una de ellas, colgada de una de las paredes de
adobe, presta para ahuyentar con su detonador estruendo a los pájaros parásitos que amainaban sus cosechas.

En los paisajes de la época post-revolucionaria, no podía faltar el cazador con su escopeta al hombro, como evocando los días en que anduvieron en la bola.

Con su ingenio y creatividad, esos herreros fabricaban también los herrajes de los portones de las haciendas, los barandales de sus alcobas, los chapetones de sus cofres, los arados para sus yuntas, los diferentes tipos de hoces para la siega de sus cultivos. Fue así como las escopetas y herrajes de los forjadores de Apaseo el Alto circularon en todo en centro de la Nueva España y del México post-revolucionario.

Pero un día, esos pacíficos artesanos fabricantes de escopetas, fueron acusados de ser fabricantes de armas y hasta de guerrilleros, les clausuraron, encarcelaron y decomisaron sus artesanales artefactos y no guardaron una sola para recuerdo…

Casarse es un paso ineludible en nuestro transitorio paso por la vida; que la novia luzca hermosa en el momento de jurar amor eterno ante Dios como testigo, es una ilusión que las desposadas quisieran se volviera realidad. Los artesanos de Apaseo el Alto hicieron posible ese sueño a miles de jovencitas que vestidas de blanco complementaron su atuendo con un ajuar diseñado y fabricado a mano por hábiles artesanos Apaseoaltenses, que veían en la prenda que estaban haciendo, la misma que
quisieran lucir el día de su boda.

En la década de los setentas Apaseo el Alto produjo el 90% de los enseres para novia que se elaboraban a nivel nacional; también capacitaron a los que ahora ocupan su lugar.

En 1967, las familias de Don Heraclio Galván y Ma. Asunción García y Francisco García y Senorina Galván, vivían el D.F., trabajaban haciendo Ramos para novia a base de azahar, migajón y vidrio soplado, pero ellos no sabían que tres años después que se regresaron a su tierra natal, iban a detonar una nueva artesanía de calidad y mercado extrafronteras.

Cuando estas dos familias estuvieron de regreso en Apaseo el Alto, nació un oficio artesanal que aún tiene prestigio a nivel nacional. En muchos hogares había un pequeño taller que hacía ramos de azahar, flores de migajón, de vidrio que eran parte de los enseres que se confeccionaban en los talleres de Don Laco o Doña Senorina. En la actualidad Carlos, Dagoberto y Antonio García tratan de mantener el prestigio de su oficio, con menor producción, pero con calidad y diseños novedosos
que las felices novias portan el día de su boda.

Fue una industria artesanal fugaz, artesanos que hicieron suyo un oficio de un origen distinto al de sus antepasados, que escribieron una página que dejó como enseñanza que el Apaseoaltense puede
convertir en realidad los quiméricos sueños.

Y era de madera el santo, por eso pesaba tanto tamañota…escultura.

El origen de la artesanía en Talla de Madera, tuvo su cuna en el Rancho de Galvanes, sí, ese pequeño caserío vecino de la Hacienda de la Cuevita. En los primeros años del siglo XX, Don Francisco Sauza Girón, a quien los Apaseoaltenses conocieron como “Don Panchito el Campanero”, originario de aquella comunidad, aprendió el oficio y construyó para su familia unos muebles zoomorfos, fruto de su intrínseca creatividad; unos simples troncos de madera los convirtió en artísticas colmenas para la producción de miel.

Sus trabajos resolvieron una necesidad familiar, talentosa forma de plasmar su habilidad, pero que nunca trascendió, quizás porque él era un hombre que había nacido para ser un artista en el repique de las campanas. Don Juan Martínez Sauza, sus orígenes y antepasados tuvieron asiento también en el
Rancho de Galvanes. De genio e ingenio incomparables; creó sus propias técnicas y obras, le dio un toque especial o lo tradicional: soñó con crear un centro de capacitación artesanal. Lo mismo trabajaba el barro que la madera con igual talento, pero fue único para plasmar las humanas emociones en las máscaras que sus hábiles manos fabricaban.

Don Domingo Galván Malagón, su padre y madre dejaron el cordón umbilical en el Rancho de Galvanes. Su infancia la vivió en la comunidad en la que desde niño hacía sus propios juguetes; de cualquier trozo de madera hacía arcaicas figuras que arrancaba desde sus adentros.

Aprendió a retocar y restaurar imágenes sacras; luego comenzó a hacerlas de Patol, después de Palo Santo, para terminar haciéndolas de Pirúl y dejar a un lado aquello que versa la canción en el sentido de “Pobre leña de Pirúl que no sirve ni pa´rder”.

Cuando Don Domingo Galván dejó el Magisterio, se propuso dedicarse de lleno a la Talla de Madera y enseñar lo que había aprendido de consumados artistas queretanos. Y fue así como nacieron nuestros primeros artesanos en Talla de Madera, familias enteras comenzaron a aprender el oficio y a crear sus estilos propios y a fabricar algo que los distinguiera de los demás. Así creció el árbol genealógico artesanal con Don Constantino Calzada, Luciano Ulloa, Aurelio Girón, Leonardo Cárdenas, Antioco Paredes, Ramón Álvarez. Paralelamente Don Juan Martínez tuvo como sus primeros discípulos a Gabriel Navarrete J., Salvador Camacho Mandujano, Leobaldo Serrano,
Roberto Juárez Girón y muchos más a quienes pido disculpas por no mencionarlos en este espacio.

Esos primeros alumnos fueron instalando sus propios talleres en sus casas; sus hijos aprendieron y el número de artistas artesanos se incrementó; las figurillas de Caballitos, San Francisco, Ángeles, Cristos, Tecolotes, Biombos y Baúles policromados y enchapopotados comenzaron a Alto comenzó a ganar prestigio aparecer en todos los talleres, de Apaseo el Alto paulatinamente. También se fue diversificando la familia de artesanos, con una visión un tanto distinta a los primeros, pero con igual talento y creatividad. Actualmente los jóvenes ya no solo hacen Santos; los autodidactas artesanos muestran capacidad para hacer lo inimaginable. 

A la tradicional Talla en Madera le han sumado el policromado, dorado y estofado; el relieve, las figuras a escala, los rasgos perfeccionistas y las maderas más finas de la región.

Ahora existen grandes talentos como Ruelas, Camacho, Gustavo Mandujano, Antonio, Juan, Efraín y Heriberto Pulido, Fernando Girón, Efraín Juárez, Juan Luis Vázquez, Salvador Girón, Gabriel Navarrete, Nicolás Ávila, Ramón, Pedro y Magdalena Centeno y muchos más que son orgullo del pueblo de Apaseo el Alto, herencia ancestral que las siguientes generaciones seguramente seguirán perpetuando.

Uno de los carritos de Navidad y Posadas en el siglo XX./ FOTOS: Cortesía Rafael Soldara Luna
Eugenio Amézquita

En Celaya, hace casi 200 años, Fray Mariano Sánchez OFM, entonces guardián del Templo de San Francisco, ideo una forma simple y sencilla de evangelizar a la población en la época navideña: sacar un carrito con escenas de la época decembrina, a fin de sensibilizar a la población en el Nacimiento de Jesucristo, el Niño Dios.



El actual guardián del Templo de San Francisco, Fray Arturo Ríos Lara OFM, sucesor y depositario de esta tradición ideada por su centenario antecesor, así como el Pbro. Rogelio Segundo Escobedo, rector del Templo de la Virgen de Guadalupe de Tierras Negras y el historiador Lic. Rafael Soldara Luna, coordinador del Museo de Celaya, Historia regional, salieron al rescate de esta tradición y este domingo 15 de diciembre, saldrá nuevamente el carrito, como hace dos siglos, a recorrer las calles de los 9 barrios antiguos que componen la ciudad, contándose con el apoyo de los párrocos que atienden los mismos.

El padre Guardián de San Francisco indicó que la tradición iniciada por Fray Mariano Sánchez empleaba básicamente los días 24 y 25 de diciembre para hacer el recorrido, dado que en ese entonces Celaya era una población pequeña. Ahora, la pretensión es no solamente recorrer estos barrios, sino promover la tradición por toda la ciudad, que actualmente cuenta con más de 20 parroquias y dos cuasiparroquias, buscando tentativamente, que cada parroquia y sus colonias promuevan su propio carrito y posteriormente, en un día determinado, efectuar un desfile o procesión con todos los representativos de la ciudad.


Y es obvio que el depositario de la tradición, el Guardián del templo de San Francisco es quien cuenta con la autoridad para hacer los ajustes necesarios para que dicha tradición cumpla los fines, metas y objetivos por la que fue creada en 1840: La Evangelización.

Sin embargo, para esta ocasión, la tradición llevará el recorrido desde el día 15 de diciembre, comenzando en el templo de San Francisco para seguir por el Barrio del Zapote, hasta su templo parroquial de Nuestra Señora dela Asunción.

La escena para ese día en el carrito que presentará el templo franciscano será "La Anunciación", con el doble significado del anuncio de la Encarnación por el Arcángel Gabriel y el inicio del anuncio de las fiestas navideñas, para que al día siguiente, la escena sea San José y la Virgen María embarazada, buscando posada.


Continuaría por el Barrio de San Antonio, Santiaguito, Tierras Negras, Santo Cristo, San Miguel, San Juan Bautista, Tierra Blanca y La Resurrección, hasta donde el proyecto marca para este año 2019 y que crecerá, con el favor de Dios, en el 2020.

La historia de los carritos de Navidad y Posadas

Luis Velasco y Mendoza, historiador celayense y autor de la obra "Historia de Celaya, narra en sus tomos II, III y IV, detalles significativos de esta tradición.

Cita el celayense que "el franciscano Fray Mariano Sánchez, que se había distinguido en la población por su dinamismo y amplio espíritu de caridad, ya que para entonces había hecho que se terminara la suntuosa fachada del templo de San Francisco, ocupándose en seguida de que fuera
derribada la antigua cúpula que tenía el mismo templo, para reemplazarla con la que ahora luce; había reparado la casa y la iglesia de la Compañía, estableciendo allí una casa de Ejercicios y una Santa
Escuela; había prestado su eficaz ayuda al Hospital de Curaciones de San Juan de Dios; y había hecho construir muchas pequeñas casas destinadas para habitación de gentes pobres y menesterosas, en la calle que después llevó su nombre llamándose del "Padre Sánchez" (hoy 3ª de Allende); deseoso de dar mayor auge y esplendor al "Rosario de Navidad" que tenía verificativo durante las nueves noches que preceden al 24 de Diciembre, en cuya ocasión se acostumbraba llevar por las calles un carro adornado en el que iban colocados los "Santos Peregrinos", que era conducido en procesión hasta cada uno de los barrios de indios que rodean a Celaya, mientras que en el recorrido se rezaba el "Rosario" con el que se cantaban villancicos y letrillas al son de panderetas y pitos de aguinaldo; decidió representar en carros alegóricos algunas de las invocaciones de la "Letanía Lauretana" y escenas bíblicas; y como lo pensó así lo hizo ayudado eficazmente por el Ayuntamiento y por algunos vecinos acomodados, que se echaron a cuestas el compromiso de vestir los referidos carros".

El Bautismo del Señor./ FOTO: Cortesía Rafael Soldara Luna


"Así pues, en la Navidad de 1840, tuvo verificativo el primer desfile de estos carros alegóricos, en los que las personas encargadas de arreglarlos desplegaban todo su ingenio, asesorados por el escultor Don Longinos Núñez, no escatimando gastos en el adorno y confección que aquél les sugería; y en esa forma, tenían fama y eran admirados por los celayenses y sus visitantes: "El Paraíso", "La Torre de David", "La Fuente de la Gracia", "La Estrella de los Mares", "El Espejo de Justicia", "La Ciudad de Sión", "La Casita de la Virgen", "La Cabaña de los Pastores", "El Nacimiento", etc., etc., seguidos por la comitiva de los Reyes Magos con su recua de mulas cargadas con cofres y barriles dorados; llegando con los años este desfile a alcanzar un gran renombre y celebridad, pues hubo vez en que llegó a treinta el número de carros que hacía el recorrido por las calles, y para fines del Siglo ya era complementada esta fiesta con una famosa feria, en la que no faltaban las corridas de toros, las peleas de gallos, los bailes populares y el juego en la "Partida" de grandes sumas de dinero".
Las revoluciones y el daño a la tradición

"Las revoluciones, y sobre todo la última, a pesar de las exacciones y de la pérdida de vidas,  alcanzaron en medio de esos males hacer evolucionar las costumbres de los habitantes de Celaya, consiguiendo que con el cambio se acabara en ellos para siempre el carácter campirano y sencillo de los tiempos coloniales; pero aunque se logró encauzar su vida hacia el progreso, también es cierto que mucho se perdió en la emotividad y tradicionalismo de la población, pues la lucha sectaria al acabar entre otras cosas, con las celebraciones religiosas que antaño habían constituido el gozo del vecindario, borró con su supresión una de las características que habían sido más notables en la existencia de la ciudad, en parte por la divergencia de ideas que brotó hasta en el seno de las familias, y en parte por la dura represión de las nuevas autoridades, que se mostraban cada vez más celosas por hacer efectivos los preceptos reformistas de la Constitución del año de 57; por cuya razón hasta el desfile de carros alegóricos que, desde el año de 1840, se venía acostumbrando sacar en la Navidad, había perdido mucho en su presentación y lucimiento; y ya ni los indios organizaban tampoco aquellos ruidosos festejos que en otros tiempos preparaban en la solemnidad de la Santa Cruz, en las de sus Santos patrones y cuando las Juras de los Reyes, pues que habiendo sido muchos de ellos obligados a ingresar en los ejércitos contendientes, volvieron en su mayoría al hogar, ya con nuevos hábitos y manera de ser, que adquirieron en tierras extrañas y en la vida de los campamentos".

En 1876, en Celaya se respiraba tranquilidad luego de la reforma y el jacobinismo existente. "Así estaban las cosas, y se disfrutaba en la ciudad de las ventajas proporcionadas por el renacimiento que allí se operaba, tanto que hasta se hacían ya grandes preparativos para que las fiestas de "Navidad" resultaran más suntuosas que en años anteriores, tomando parte las familias en el arreglo de los carros alegóricos que habrían de desfilar, mientras que los comerciantes se disponían a obtener ganancias de importancia en la feria que tenía verificativo con ocasión de los mismos festejos".

En 1902, "se conservaba sí, algo de lo de antaño, sobre todo en sus fiestas; y en las de "Navidad" no dejaba de salir el tradicional desfile de carros alegóricos, que había llegado entonces a alcanzar una inusitada importancia por su número y por lo vistoso de su arreglo".

"En 1906, Siguieron los festejos para el Gobernador Joaquín González Obregón, y el 23 de diciembre se le ofreció un nuevo Banquete en el interior del mercado que se acababa de inaugurar; por la tarde asistió a una gran corrida de toros, en la que lidió el matador "Reverte Mexicano", y por la noche presenció el famoso y espectacular desfile de "carros alegóricos", que eran el número más gustado de las fiestas de "Navidad", desde que a mediados del pasado Siglo se celebraban en Celaya; volviendo a ver ese paseo el 24, día en que hubo otra corrida de toros, en la que alternaron los diestros "Bonarillo" y "Jaqueta", y el 25 en que también tuvieron verificativo unas "carreras de caballos" y una lucida "Kermés" en el nuevo mercado que tenía su nombre por divisa".
Los carritos y las escenas que se presentaban a principios del siglo XX

"Y aunque de las fiestas populares, con la aplicación de las Leyes de Reforma, se habían proscrito por completo aquellas suntuosas procesiones que antaño constituían la delicia de los habitantes, en cambio se hacía ya muy lucida la celebración patriótica del "16 de Septiembre", no dejándose de solemnizar el día de la "Purísima Concepción", Patrona de la ciudad; y también en ese entonces, la semilla tradicional y romántica que había sembrado en Celaya la inventiva del religioso franciscano, Fray Mariano Sánchez, germinaba de manera aparatosa con la restauración del desfile de carros alegóricos, que con pasajes bíblicos, salía en la "Navidad"; y que por sí solo constituía la mayor atracción de la feria que entonces se organizaba".

"La gente se arremolinaba en espera de la procesión de carros alegóricos, en el que la ciudad ponía todo su orgullo y entusiasmo. Para su arreglo, los Ayuntamientos no escatimaban su cooperación; pues todo lo contrario, aunque las familias se ocupaban de la confección de muchos de ellos, el Cuerpo municipal también participaba en la compostura, y "vestía" varios de los más bonitos y elegantes que desfilaban en la simbólica procesión. Algunas veces su número fue hasta de veinticinco y treinta carros, entre los que nunca faltaban: "el Paraíso", "la Ciudad de Sión", "la Cabaña", "la Fuente de la Gracia", "la Torre de David", "la Estrella de los Mares", "la Casita de la Virgen" y "el Nacimiento"; a los que seguían los Reyes Magos, jinetes en buenos caballos, ricamente enjaezados, a cuya retaguardia iba la llamada "recua" que, en cofres y barriles dorados, simulaba llevar los regalos que los Magos de Oriente iban a ofrecer al "Niño Dios" que acababa de nacer".

"En los últimos meses del año de 1917, en Celaya el tiempo iba poniendo de relieve el carácter ligero y jovial de los habitantes, pues aunque no faltaban motivos de inquietudes porque la paz aun no se
restablecía del todo en la República, algunos de los vecinos apoyados por el Ayuntamiento, se preparaban ya a reimplantar las fiestas de "Navidad", que hacía tres o cuatro años no se celebraban; con el aplauso de las clases populares, que en medio de las estrecheces y necesidades por que habían tenido que pasar, conservaban siempre latente el irrefrenable deseo de divertirse".


Nuevamente, las revoluciones demeritan la tradición

En 1918, narra el historiador Velasco y Mendoza, fueron atrapados unos forajidos que asolaban la región, "pudiéndose entonces celebrar las fiestas de "Navidad" de aquel año, en un ambiente en que el donaire de las conversaciones y el bullicio entre las gentes le daban su mejor y más simpática fisonomía a la ciudad".

"Aunque no con el esplendor acostumbrado en la época de la "Dictadura", el 24 y 25 de Diciembre salió el desfile de carros alegóricos, que desde tiempos pretéritos constituían el mayor incentivo de esas fiestas; pues como no se consiguió que las autoridades permitieran la representación de pasajes bíblicos en la confección de esos carros, el paseo resultó a la postre muy deslucido, porque no fue sino un remedo del atrayente desfile que salía cuando la ciudad disfrutaba de una floreciente situación, ya que no fueron sino unos cuantos carros los que se pudieron arreglar, simbolizando al "Comercio", "la Industria", "las Artes" y algún otro motivo del conjunto de ramos que constituyen la riqueza del país; y eso, con tan poco gusto y mezquindad en su confección, que a las claras ponían de manifiesto la estrechez de recursos en que entonces se vivía, resultando unos verdaderos adefesios, a pesar de que en ellos iban las señoritas más agraciadas de la población".

Ya en el último tercio del siglo XX, la Srita. Sara Montoya Patiño, tomó para sí la organización de los carritos, con alguna participación de parroquias y barrios. Sin embargo, casi 200 años después, la tradición regresa a sus orígenes, siendo precisamente el depositario del mismo, el Guardián del Templo de San Francisco, sucesor de aquél Fray Mariano Sánchez que tuvo la inspiración de hacerlo de manera devota y organizada, sumando a los barrios de la ciudad primero, y luego, en una planeación adecuada y dialogada con los párrocos y rectores de templos, llegar a toda la ciudad para recuperar ese lustre que los celayenses supieron darle a lo largo de casi dos siglos.

La Taumaturga Imagen de la Purísima Concepción de Celaya: Reina, Madre, Patrona y Protectora de Celaya.
Eugenio Amézquita

Alegría, regocijo, paz y un sin número de manifestaciones que demuestran el cariño, respeto, veneración y amor de los celayenses -así como de vecinos de otros municipios- a la Purísima Concepción de Celaya, se manifestaron durante todas las fiestas patronales de la Ciudad de Celaya, que con el apoyo de la gente y de los frailes franciscanos del Templo de San Francisco así como de la familia franciscana, se dieron cita para colaborar en el lucimiento de las mismas, en medio de una nutrida participación que año con año se va incrementando, en una franca recuperación de la presencia de la Madre de Dios, de la Patrona, Madre y Reina de Celaya, los celayenses le manifestaron su amor.

Desde la procesión de anuncio de las fiestas patronales de Celaya, la Fiesta de Fiestas, hasta eventos culturales-religiosos como el Panegírico, las consagraciones de jóvenes, niños y familias a la Patrona de Celaya, hasta la celebración de las Mañanitas a las 5:00 horas del día 8 de diciembre, pasando por la celebración eucarística solemne presidia por el Obispo de Celaya, Mons. Dr. Don Benjamín Castillo Plascencia, hasta llegar a la tradicional procesión por las calles con la imagen casi cinco veces centenaria, que ha velado por su pueblo durante todo este tiempo y que tan celayense es que el escudo de la misma ciudad la contiene, marcan la importancia de su presencia.

Compartimos a ustedes algunos de los videos que ponen de manifiesto este amor de los hijos de Celaya a su Real Patrona, Reina y Madre: La Purísima Concepción de Celaya.












































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