María Reina del Cielo: Madre, intercesora y esperanza
Eugenio Amézquita Velasco
-El 22 de agosto la Iglesia celebra a Santa María Reina, advocación que reconoce su realeza espiritual como Madre de Dios y Reina del universo.
-La encíclica Ad Caeli Reginam, promulgada por Pío XII en 1954, afirma que María merece el título de Reina por su íntima unión con Cristo Redentor.
-La solemnidad fue fijada por Pablo VI en 1969, dentro de la reforma litúrgica del Mysterii Paschalis, en la octava de la Asunción de María.
-María Reina no es símbolo de poder terrenal, sino de amor, servicio y mediación; su corona es la gloria compartida con su Hijo en el cielo.
-La devoción a María Reina inspira confianza, consuelo y unidad; su intercesión maternal acompaña a la Iglesia en cada etapa de la historia.
Cada 22 de agosto, la Iglesia Católica celebra con profunda devoción la solemnidad de Santa María Reina, también conocida como la Bienaventurada Virgen María Reina. Esta advocación mariana no es una exaltación de poder terrenal, sino el reconocimiento de la realeza espiritual y maternal de María, coronada en el cielo junto a su Hijo Jesucristo, como intercesora y protectora de toda la humanidad.
La celebración fue instituida por el Papa Pío XII mediante la encíclica Ad Caeli Reginam, publicada el 11 de octubre de 1954, en el contexto del Año Mariano. En este documento, el pontífice afirma que María, por ser Madre de Dios, asociada íntimamente a la obra redentora de Cristo, y por su participación singular en la historia de la salvación, merece legítimamente el título de Reina del Cielo y de la Tierra.
La encíclica Ad Caeli Reginam sostiene que la realeza de María no es una invención piadosa, sino una verdad que brota de la Escritura, la Tradición y el Magisterio. Pío XII cita pasajes bíblicos como el saludo del ángel Gabriel en la Anunciación (“el Señor está contigo”), y la visión del Apocalipsis donde aparece “una mujer vestida de sol, con la luna bajo sus pies y una corona de doce estrellas sobre su cabeza” (Ap 12,1), como signos de su dignidad celestial.
Además, el Papa recuerda que desde los primeros siglos del cristianismo, los fieles han venerado a María como Reina. Padres de la Iglesia como San Efrén, San Gregorio Nacianceno y San Germán de Constantinopla se refieren a ella como “Soberana”, “Señora” y “Reina de todos los hombres”. En la liturgia, en el arte sacro y en la oración popular, María ha sido representada con corona, rodeada de ángeles, entronizada junto a su Hijo.
La encíclica también subraya que la realeza de María no la separa de los hombres, sino que la acerca aún más como madre y mediadora. Su corona no es símbolo de dominio, sino de servicio, ternura y compasión. María Reina es la que intercede por los pecadores, consuela a los afligidos, protege a los débiles y acompaña a la Iglesia en su peregrinación.
Pío XII concluye Ad Caeli Reginam con una exhortación a todos los fieles para que reconozcan, veneren y confíen en María como Reina, y para que se consagren a su corazón maternal. Esta consagración, afirma, es fuente de paz, fortaleza y esperanza en medio de las tribulaciones del mundo.
Puedes consultar el texto completo de la encíclica en el sitio oficial del Vaticano:
La celebración litúrgica de Santa María Reina fue inicialmente establecida el 31 de mayo, pero fue trasladada al 22 de agosto por el Papa Pablo VI en 1969, como parte de la reforma litúrgica del Mysterii Paschalis. Esta fecha se ubica en la octava de la Asunción de María, lo que refuerza el vínculo entre su glorificación corporal y su coronación espiritual.
El documento Mysterii Paschalis, que reorganiza el calendario litúrgico, busca que cada fiesta mariana esté en armonía con los misterios de Cristo. Así, la Asunción celebra la entrada de María en la gloria celestial, y la festividad de María Reina proclama su participación activa en el Reino de Dios.
Puedes consultar el texto de Mysterii Paschalis aquí:
La imagen de María Reina ha sido representada en el arte sacro por grandes maestros como Diego Velázquez, Miguel Cabrera, Murillo y El Greco, quienes la han plasmado coronada por la Trinidad, rodeada de ángeles, o entronizada como Reina del Cielo. Estas obras no exaltan el poder, sino la gloria compartida con Cristo, la pureza, la maternidad universal y la intercesión constante.
La devoción a María Reina ha inspirado himnos, letanías, oraciones y consagraciones. En la Letanía Lauretana, se le invoca como “Reina de los Ángeles”, “Reina de los Patriarcas”, “Reina de los Profetas”, “Reina del Santo Rosario”, “Reina de la Paz”. Cada título expresa una dimensión de su cercanía con Dios y con los hombres.
En el siglo XXI, esta advocación sigue siendo fuente de consuelo para millones de fieles. En tiempos de guerra, enfermedad, crisis social o incertidumbre, María Reina es faro de esperanza, madre que no abandona, intercesora que escucha, mujer glorificada que camina con su pueblo.
Celebrar a Santa María Reina es reconocer que el amor maternal puede ser más fuerte que el odio, que la ternura puede vencer la violencia, y que la gloria de Dios se manifiesta en la humildad de una mujer que dijo “sí” y nunca dejó de acompañar a sus hijos.
Este 22 de agosto, la Iglesia entona con alegría el canto: “Salve, Reina y Madre de misericordia”, y renueva su confianza en aquella que, coronada en el cielo, sigue velando por la tierra. #MetroNewsMx #GuanajuatoDesconocido