San Alejo: El mendigo que renunció a Roma para abrazar la gloria de Dios
Eugenio Amézquita Velasco
- Hijo de nobles romanos, abandonó su boda para vivir como mendigo y servidor de los pobres.
- Vivió 34 años en anonimato: 17 en Siria y 17 bajo la escalera de su casa sin ser reconocido.
- Su muerte reveló su identidad y desató milagros que lo consagraron como “El hombre de Dios”.
Roma, siglo V: En una época marcada por el esplendor imperial y la decadencia espiritual, un joven noble decidió renunciar a todo para abrazar la pobreza, la humildad y el anonimato. Su nombre era San Alejo, conocido como "el mendigo de Roma" y venerado por la Iglesia Católica y Ortodoxa como “El hombre de Dios”. Su historia, tejida entre leyenda y devoción, ha inspirado a generaciones por su radical entrega a la fe.
Origen y familia
San Alejo nació en Roma hacia finales del siglo IV, durante el reinado de los emperadores Arcadio y Honorio. Fue hijo único de Eufemiano, un senador romano, y Aglaida, ambos reconocidos por su profunda piedad y generosidad. En su hogar, diariamente se alimentaba a viudas, huérfanos y enfermos. Alejo creció rodeado de caridad, austeridad y formación religiosa, destacándose por su dominio de las Sagradas Escrituras.
La renuncia inesperada
A los 20 años, sus padres lo comprometieron con una joven de familia principesca. La boda se celebró con gran pompa en la iglesia de San Bonifacio. Pero esa misma noche, Alejo tomó una decisión que marcaría su destino: entregó su anillo a su esposa, cambió de ropa con un mendigo y huyó en secreto. Su objetivo: vivir en penitencia y servicio a Dios, lejos de los honores mundanos.

Vida en Siria: mendigo y asceta
Alejo embarcó hacia Asia Menor y llegó a Edesa, en la actual Siria. Allí vivió 17 años como mendigo, durmiendo en la puerta de la iglesia de la Santísima Theotokos. Comía solo pan y agua una vez al día, y lo poco que recibía lo compartía con otros pobres. Su cuerpo se marchitó, su rostro perdió belleza, pero su alma se fortaleció.
Según la tradición, la Virgen María se apareció al sacristán de la iglesia y le reveló que aquel mendigo era “El hombre de Dios”, digno del Reino de los Cielos. Fue acogido dentro del templo, pero al ser reconocido por visitantes romanos, Alejo huyó nuevamente para evitar la fama.

Regreso a Roma: 17 años bajo la escalera
Por providencia divina, el barco que lo llevaba a Sicilia fue desviado por una tormenta y desembarcó en Roma. Alejo decidió volver a la casa de sus padres, sin revelar su identidad. Eufemiano lo recibió como a cualquier mendigo y le permitió vivir bajo la escalera de entrada, donde pasó otros 17 años en silencio, oración y humillación.
Durante ese tiempo, soportó burlas de los sirvientes, escuchó el llanto de su madre y esposa, y ofreció su sufrimiento como penitencia por los pecadores. Enseñaba catecismo a los niños del barrio y escribía su historia en secreto.
Muerte y revelación
Cuando Alejo sintió que su muerte se acercaba, escribió una carta revelando su identidad y la razón de su vida oculta. Según la leyenda, durante una liturgia en Roma se escuchó una voz celestial que decía:
“Busquen al hombre de Dios en la casa de Eufemiano”.
El rey y el obispo acudieron al lugar y encontraron a Alejo muerto, con el rostro iluminado y la carta en su mano. Solo su padre pudo abrirla. La familia, al descubrir la verdad, lloró desconsolada. El cuerpo fue llevado al centro de Roma, donde emanó mirra aromática y se produjeron numerosos milagros.
San Alejo murió alrededor del año 411 d.C. Su culto se extendió desde Siria al Imperio Bizantino y luego a Occidente, gracias a monjes griegos exiliados en Roma. En el siglo X, fue nombrado co-patrono de la iglesia de San Bonifacio en el monte Aventino. Aunque su nombre fue retirado del calendario litúrgico en 1969 por su carácter legendario, sigue siendo venerado como patrono de los mendigos, enfermos y peregrinos.
Enseñanza espiritual
La vida de San Alejo es una parábola viva sobre la humildad radical, la renuncia voluntaria y la entrega total a Dios. Su historia enseña que la verdadera grandeza no está en los honores humanos, sino en el sacrificio silencioso por amor al prójimo. Como él mismo escribió:
“El que se humilla, será enaltecido” (Lucas 14:11) #MetroNewsMx #GuanajuatoDesconocido