Celaya, crisol del Bajío: volcanes, tejidos y saberes que moldearon una ciudad
Edición: Eugenio Amézquita Velasco
Naturaleza volcánica del subsuelo – Producción agrícola y sistema de riego local – Origen, evolución y límites – Hidrografía, orografía – Jurisdicción política y medios de comunicación – Cabecera municipal: ciudad de Celaya, su clima y demografía – Relevancia histórica de la industria textil – Estado actual de su economía, comercio y finanzas – Tradición cultural del municipio.
Previo al desarrollo del apartado histórico-etnográfico que compone esta versión, y conforme al plan trazado, conviene primero definir el entorno geográfico donde se inscriben los acontecimientos que se detallarán a continuación. La evolución de Celaya, su formación como núcleo poblacional y los hechos que marcaron su historia no pueden entenderse sin antes describir el paisaje físico que los alberga.
Buena parte del territorio nacional está ocupada por la vasta planicie conocida como Mesa Central, delimitada en sus extremos por las cordilleras de la Sierra Madre Oriental y Occidental, que la aíslan de las costas del Golfo y el Pacífico. Este altiplano homogéneo, cuya altitud en algunos puntos supera los 2,000 metros sobre el nivel del mar, se extiende desde las márgenes del río Bravo del Norte hasta las cercanías de la ciudad de Puebla.
Su topografía favorece la conexión ferroviaria entre norte y sur, y en la etapa de migraciones originarias permitió el tránsito de pueblos fundadores y tribus nahuas. La regularidad del terreno, interrumpida por barrancas y macizos transversales, da paso a una red de valles y depresiones internas.
Entre los valles más destacados se encuentran los de Chalchicomula, San Marcos, Apam, Huamantla, Otumba, México, Toluca, Cazadero (Tula), el Bajío —que incluye Querétaro, Apaseo, Celaya, Irapuato, Silao y León—, así como los del Valle Salado (San Luis Potosí hasta Zacatecas), Bolsón de Mapimí (Chihuahua-Coahuila) y el Llano de los Gigantes, también en Chihuahua.
Celaya, inserta en la fértil planicie del Bajío, ha sido acertadamente llamada “el granero de la República” por su extraordinaria productividad agrícola. Ubicada a 1,700 m s.n.m., su subsuelo contiene espesos mantos de materiales volcánicos, depositados por corrientes acuíferas durante procesos prolongados de denudación, lo que revela un sedimento uniforme de pendiente suave.
El municipio presenta evidencias de vulcanismo terciario, entre los paralelos 18 y 22, que modelaron relieves ígneos, visibles de forma imponente en Neutla, al norte de Celaya. Allí, excavaciones han expuesto a escasa profundidad amplias capas de caolín —arcilla blanca, rosada o amarilla— considerada entre las más puras del país por sus cualidades para la porcelana.
La erosión pluvial ha generado mantos fértiles donde prosperan árboles como ahuehuetes, huizaches, mezquites, zapotes blancos, sauces, fresnos y cazahuates, mientras que la sedimentación ha contribuido a la formación de rocas metamórficas y calcáreas, aptas para industrializar mediante calcinación. Esta actividad genera cerca de 72 toneladas anuales de cal viva.
El mismo método permite la obtención de alumbre, con producción significativa en Rincón de Centeno, donde se elaboran más de 200 toneladas al año del conocido “Alumbre de Celaya”, que compite favorablemente con el de Zacualtipán en calidad y demanda.
Asimismo, existe presencia de salitre (nitrato de sodio), aunque su explotación ha sido limitada. En lugar de utilidad, la eflorescencia en viviendas ha causado daños en muros, frisos y utensilios domésticos. Al disolverse en el agua potable, al hervirse, deja una capa salina que degrada las vasijas. Sin embargo, en dosis controladas, el salitre resulta beneficioso como fertilizante, especialmente para el cultivo de trigo.
El vulcanismo también se manifiesta en las aguas termales que brotan a 20 o 24 metros de profundidad, y en géiseres sulfurosos ubicados en San Bartolo y San Miguelito. Aunque subexplotadas, son conocidas por sus propiedades terapéuticas.
La composición volcánica del suelo celayense, con tierra negra rica en humus y bacterias nitrificantes, lo hace ideal para múltiples cultivos. Incluso en laderas pedregosas o elevadas se encuentra una capa vegetal suficiente para sembrar maíz de temporal, que en años lluviosos rinde entre 150 y 200 por uno. En zonas salitradas, aunque menos fértiles, con apoyo de abonos orgánicos y químicos, se alcanzan producciones de 50 a 60 por uno.
Territorio, recursos agrícolas y jurisdicción del Municipio de Celaya
El Distrito de Celaya abarca 33,925 hectáreas de tierras cultivables, clasificadas según su categoría en haciendas, ranchos y solares. En ellas se cosechan cereales de excelente calidad —maíz, trigo, frijol, garbanzo, lenteja y cebada— junto con higos, duraznos, membrillos y uvas, además de alfalfa, chile y legumbres diversas, que prosperan de modo excepcional. La fertilidad se debe a las lluvias entre mayo y octubre, y al riego con aguas de “estiaje” y “avenidas” del río Laja, que cruza el municipio en múltiples direcciones. También se aprovechan pozos y norias que refuerzan la irrigación local.
Las aguas de estiaje se almacenan en la presa de Labradores, ubicada en El Molino de Soria, y fluyen por canal hasta los marcos distribuidores Grande, de Enmedio y Chico, en la Hacienda de Mendoza, desde donde se reparten equitativamente según una legislación colonial ejemplar, equiparable solo a la valenciana. Esta organización, encabezada por una directiva de agricultores y presidida por un Juez de Aguas, ha evitado conflictos y garantiza eficiencia.
Las aguas de avenida tienen su propia red: Canal de Roque, Presa de Guadalupe, Jáuregui y Santa Elena, complementadas por los manantiales de Las Fuentes, cuyas corrientes se canalizan hacia El Molino de Crespo y luego se distribuyen a los campos correspondientes.
Gracias a esta estructura hídrica, sumada a su geografía y comunicaciones, Celaya cuenta con condiciones privilegiadas para la agricultura. Estas fuentes de riqueza, correctamente administradas, aseguran prosperidad económica para sus habitantes.
Al inicio de su historia, el actual municipio formaba parte de la Alcaldía Mayor de la Provincia Eclesiástica de Michoacán, dentro del sistema colonial, dependiendo parcialmente de Yuririapúndaro, cabecera de poblados otomíes y sede de justicia, minería e hipotecas.
Hacia el final del régimen colonial, la Real Cédula del 4 de noviembre de 1786 dividió Nueva España en doce intendencias, incluyendo Guanajuato, que abarcaba un territorio similar al actual. Celaya, ya reconocida ciudad, quedó dentro de esta jurisdicción. Tras la Independencia y la instauración del sistema federal, se integró al Estado de Guanajuato conforme a la Carta Política sancionada el 14 de abril de 1826.
Con la adopción del federalismo, Guanajuato se estructuró en departamentos, partidos y municipalidades. Celaya figuró primero como departamento. Posteriormente, esos modelos fueron reemplazados por distritos, y tras la Constitución de 1917, por municipios. Así nació el Municipio de Celaya, con una superficie de 51,316 km² y una población de 46,909 personas, compuesta por blancos (mayoritarios en la ciudad), mestizos (presentes en todo el territorio) e indígenas otomíes, descendientes directos de los antiguos pobladores del Bajío. Estos últimos habitan preferentemente en ocho barrios que rodean la cabecera municipal.
Los límites del municipio son: al norte, Santa Cruz y Comonfort; al oriente, Apaseo; al suroeste, Tarimoro; al sur, Salvatierra; y al poniente, Cortazar. Las tierras son irrigadas por el río Laja, que nace en las montañas de San Felipe al norte del estado, luego fluye hacia el sureste, recibiendo afluentes, atraviesa Dolores Hidalgo, San Miguel Allende y Comonfort, entra al municipio por San Juan de la Vega, se une al río Apaseo y sale por Merino (ya en Cortazar), para desembocar finalmente en el río Lerma, tras recorrer 180 kilómetros.
Existe una derivación del río en los suburbios: el “Rillito”, que se reincorpora al cauce original después de captar aguas de un canal que atraviesa la antigua ciénega, la Alameda, la calle Río Bravo, la huerta del convento de San Francisco y el Puente de las Monas, hasta el barrio de la Resurrección. Su caudal es limitado, pero en temporada de lluvias se transforma en torrente imponente.
En el sureste, el municipio está rodeado por las montañas de Trojes, Juan Martín y Rincón de Tamayo, derivaciones de la Sierra de Agustinos. Al sur se destacan los cerros de Ojo Seco y La Gavia, cuyas faldas se cubren en verano con maizales dorados cultivados por campesinos locales.
La jurisdicción del municipio incluye: la ciudad de Celaya como cabecera; los pueblos de San Juan de la Vega, San Miguel Octopan y Rincón de Tamayo; la congregación de Las Canoas; y 37 haciendas junto con 30 ranchos.
Celaya, como centro ferroviario de relevancia nacional, goza de excelentes comunicaciones hacia el norte y el sur, conectándose con los principales centros comerciales, agrícolas e industriales del país. A ello se suman servicios telegráficos y telefónicos que fortalecen sus vínculos económicos.
El nombre “Celaya” proviene del vocablo vascuence “Zalaya”, que significa “tierra llana”, acorde al relieve que permite distinguir su caserío desde la distancia. La ciudad se ubica a 1,750 m s.n.m., en las coordenadas 20°31′34″ latitud norte y 1°40′19″ longitud oeste del Meridiano de México. Su clima es templado, con una media anual de 20.5°C, máximas de 24°C y mínimas de 12°C, mientras que la precipitación pluvial alcanza 683 mm anuales.
Según el censo de 1930, la población asciende a 24,480 habitantes, distribuidos entre la zona urbana y los ocho barrios otomíes: Tierras Negras, El Santo Cristo (Santiago), San Antonio, El Zapote, La Resurrección, San Juan, Tierra Blanca y San Miguel.
A pesar de que muchas calles son rectas y amplias, el trazado urbano resulta irregular. Las ordenanzas para nuevas poblaciones fueron ignoradas o desobedecidas, desestimando los esfuerzos del gobierno español, que había establecido normas precisas para asegurar una planeación correcta de los asentamientos. Esta desobediencia, frecuentemente juzgada con dureza por pasiones políticas posteriores, no resta valor a la preocupación administrativa mostrada por el régimen colonial en su tiempo.
Infraestructura hidráulica, industria, comercio, finanzas y cultura intelectual en Celaya
Ante la aptitud de su subsuelo para corrientes subterráneas y la ausencia de otras fuentes, el abastecimiento de agua potable para la ciudad se resuelve mediante pozos perforados entre 95 y 105 metros de profundidad. De ellos brota el líquido vital en puntos como el antiguo Palacio Municipal, el Jardín de San Francisco, el de San Agustín y la Alameda. Su distribución, esencial para los vecinos, se realiza mediante una red de tuberías que la conduce a un tinaco esférico elevado, conocido popularmente como “La Bola”, con capacidad de un millón de litros.
Aunque Celaya ya mostraba progreso material hacia fines del siglo XVI, este se consolidó en los últimos años del Virreinato, cuando su industria textil rivalizaba con la de Querétaro. El Barón de Humboldt relata que dicha ciudad albergaba 215 telares con 1,500 operarios, más los de pequeños talleres llamados trapiches. Tras consumarse la Independencia, en 1826, Celaya albergó la primera fábrica moderna del país, impulsada por el emprendedor Lucas Alamán, quien reconoció el desarrollo manufacturero local durante una visita.
La industria actual en Celaya se clasifica en grande, mediana y pequeña escala. En la primera destacan instituciones de relevancia que generan empleo digno, como el molino de harinas “El Carmen”, la fábrica de cigarros “El Buen Tono”, S.A., y la “Industrial Mueblera”. En la mediana categoría figuran fábricas como “La Primavera”, que produce géneros de algodón; “La Mexicana” y “La Niña”, que elaboran estambres, casimires y frazadas; además de otras dedicadas a tejidos de punto y dulces, sobresaliendo la afamada cajeta de leche de cabra. La industria menor incluye la producción de muñecos de barro y cartón, asientos, cestos de carrizo y saúz, cajas para cajeta, juguetes de madera y textiles artesanales —cambayas, tilmas y barraganes— elaborados en telares de pedal, además de obrajes de medias, calcetines, curtiduría y calzado.
Esta diversidad industrial se refleja en un comercio igualmente activo, que abastece a cerca de 90,000 personas de localidades cercanas, mediante una red de intermediarios locales. La prosperidad económica generada por los sectores agrícola, industrial y comercial se refleja en las finanzas. Celaya cuenta desde hace años con varias instituciones de crédito, sucursales bancarias nacionales y corresponsalías extranjeras. Su volumen de operaciones oscila entre uno y 1.6 millones de pesos mensuales, distribuidos en giros por $782,000 sobre plazas nacionales, $58,000 sobre el extranjero y el resto en documentos internos.
En lo intelectual, Celaya ha sido históricamente semillero de cultura. Desde temprana edad, contó con instituciones reconocidas como el colegio de la Purísima Concepción, fundado por franciscanos en 1624 con el apoyo de Don Pedro Núñez de la Rioja. Este plantel fue fuente de saber en una época injustamente considerada oscurantista. En 1864, el Archiduque Maximiliano lo visitó y elogió que ya se enseñara el sistema métrico decimal, apenas incipiente en Europa.
Los jesuitas también fundaron una escuela activa hasta su expulsión en 1767. Posteriormente, Celaya albergó colegios como el carmelita de San Alberto y el Civil del Estado, que fortalecieron su vocación educativa. Fue una de las ciudades pioneras —después de Jalapa, Veracruz— en adoptar el método Rébsamen en sus escuelas “modelo”, introducido por el educador Enrique Paniagua, discípulo del creador del sistema. Ya recuperada de las pérdidas causadas por la revolución, Celaya cuenta hoy con ocho primarias para ambos sexos, una secundaria, varias rurales y la agrícola estatal en la Hacienda de Roque. También posee escuelas federales como “Álvaro Obregón”, “Héroes de Celaya” y “Moisés Sáenz”, y colegios privados de gran prestigio: “México”, “Ramón García Garibay”, “Margarita”, “María Enriqueta” y “La Corregidora”.
Aunque esta exposición presenta un vistazo general, busca ofrecer una imagen clara de la infraestructura territorial, las fuentes de vida y desarrollo económico, así como del acervo cultural que siempre ha distinguido a sus habitantes. Celaya y su cabecera se perfilan como un escenario propicio para los hechos históricos que el presente trabajo busca relatar en sus capítulos siguientes.
OBRAS CONSULTADAS
1.- "Nathahí". Prof. Fulgencio Vargas.
2.- "Celaya". Dr. David Reynoso Beltrán.
3.- "Estudios Histórico-Económico-Fiscales sobre los Estados de la República: Guanajuato. 1939". Sec. de Hacienda y Crédito Público.
4.- "Ensayo Político sobre el Reino de la Nueva España". Tomo IV. Barón Alejandro de Humboldt.
5.- "Estudios Histórico-Económico-Fiscales sobre los Estados de la República: Guanajuato. 1939". Sec. de Hacienda y Crédito Público.
6.- "Historia de la Compañía de Jesús en la Nueva España". Tomo II. P. Francisco Javier Alegre. S. J.
Fuente:
Historia de la Ciudad de Celaya
Luis Velasco y Mendoza
Imp- "Manuel León Sánchez" S.C.L.-
M.R. del Toro de Lazarín No. 7.- México, D.F.
2a. edición
Julio de 2007
1a. Edición Digital: 2007
Edición Internet: Eugenio Amézquita Velasco
Edición Internet: Eugenio Amézquita Velasco