La Procesión del Silencio de Celaya, no es un desfile, sino un acto luctuoso
Por Eugenio Amézquita Velasco
En el año 2013, el entonces Sistema Municipal de Arte y Cultura de Celaya, editó una obra de 62 páginas que lleva el nombre de "Cincuenta Aniversario de la Procesión del Silencio en Celaya" y que tuvo tres importantes investigadores para su realización, entre los que se contaron Orlando Puente Zubiaur, el Lic. e Historiador Rafael Soldara Luna, destacado colaborador de Guanajuato Desconocido así como Candy Mirari Cordero Marín.
Cita el pequeño librito en su página 31 que "en este año 2013, la procesión del Silencio cumple cincuenta años en Celaya". Ahora podemos decir -a 10 años de distancia- que cumple 60 años. Prosigue la obra señalando que "este evento se ha convertido en una arraigada tradición conocida ya a nivel nacional por su vistosidad, su número de participantes y la devoción religiosa de la ciudad y la región."
"Es sin duda", continúa el documento, el evento cultural con mayor turismo en el municipio de Celaya durante la Semana Mayor". Agregaríamos en mayor abono a esta obra, que no es un simple acto cultural, es un acto devocional donde los celayenses y personas venidas de obras partes de la república mexicana, buscan expiar sus culpas".
No es un desfile o una marcha simple, ni un acto de turismo cualquiera. Se trata de turismo religioso que acude a Celaya -a través de muchos de los cofrades- para este acto devocional. Es un acto penitencial donde quienes acuden a ella, cuidan de que su identidad no sea conocida. Muchos de ellos reciben una preparación espiritual previa y es el aspecto principal que no debe dejarse caer. De lo contrario se convertirá en todo, menos en una procesión penitencial.
Según los datos de esta obra impresa, "en 2012, la procesión celayense convocó entre sus 16 cofradías a más de dos mil hermanos, mientras que las decenas de miles de personas congregadas al al atardecer entre las calles del centro, con verbenas, "garnachas" y luminosos juegos mecánicos que rompían la oscuridad de la noche del Viernes Santo, observaban el vistoso desfile de los silenciosos y organizados cofrades. Al paso de sus tambores desfilaban con sus atuendos la evocación medieval, algunos llenos de colorido, otros más sobrios. Niños, mujeres, jóvenes y ancianos. Sin distinción y en total anonimato. Sin pronunciar palabra. Marchando en procesión luctuosa y solemne".
"Las imágenes rebosantes de flores, rebosantes de flores, avanzaban sostenidas en alto y en hombros por encapuchados indistinguibles de género y edad. Al final de la larga fila de casi tres kilómetros, los espectadores contuvieron el aliento, suspiraron, rechinaron los dientes al observar pasar a los Penitentes, descalzos, cargando altísimas cruces y arrastrando pesadas cadenas. Inmediatamente después, " la imagen de "El Señor del Santo Entierro" que "apareció en hombros de más de veinte mujeres enlutadas. Finalmente, señala este texto, producto de la entrevista a Reynaldo Gutiérrez Hernández, en aquel entonces Presidente de la Mesa Directiva de la Procesión del Silencio y Caballero de Colón, aparece la imagen de "la Dolorosa" -la razón de toda la procesión-, en alto sobre los expertos brazos de estibadores; ellos son los "Costaleros de la Soledad". #GuanajuatoDesconocido