Eugenio Amézquita Velasco
-De las montañas de Marlhes al corazón de la Iglesia
-Nacido en plena Revolución Francesa, Marcelino fue un joven campesino que, contra todo pronóstico, se convirtió en sacerdote y fundador de una de las congregaciones educativas más influyentes del mundo.
-Una vocación forjada en la adversidad
-Con escasa formación inicial, su perseverancia lo llevó a superar el seminario y a consagrar su vida a la educación cristiana de los niños más olvidados.
-El milagro de la sencillez y la fe
-Su legado no solo se mide en escuelas fundadas, sino en la espiritualidad marista que sigue viva en miles de educadores y jóvenes.
-Muerte serena, canonización gloriosa
-Murió en paz en 1840, dejando 280 hermanos y 48 escuelas. Fue canonizado en 1999 por San Juan Pablo II.
Orígenes humildes y familia cristiana
Marcelino José Benito Champagnat nació el 20 de mayo de 1789 en Le Rosey, una aldea de Marlhes, en la región de la Loire, Francia. Fue el noveno hijo de Juan Bautista Champagnat y María Chirat, una familia profundamente cristiana y trabajadora. Su infancia transcurrió en medio de los estragos de la Revolución Francesa.
Desde pequeño mostró sensibilidad espiritual, pero no asistió a la escuela debido a un incidente traumático con un maestro. Fue educado en casa por su madre y una tía exmonja, quienes le inculcaron una devoción profunda a la Virgen María.
Vocación sacerdotal y formación
A los 14 años, un sacerdote visitante le sugirió que Dios lo llamaba al sacerdocio. A pesar de su escasa preparación académica, Marcelino aceptó el reto. Ingresó al seminario menor de Verrières en 1805, donde enfrentó grandes dificultades. Su primer año fue un fracaso, pero tras una peregrinación a pie con su madre al santuario de San Francisco Régis en La Louvesc, obtuvo una segunda oportunidad.
En 1813 pasó al seminario mayor de Lyon, donde fue compañero de San Juan María Vianney (el Cura de Ars) y Jean-Claude Colin, futuro fundador de los Padres Maristas. Allí nació el proyecto de la Sociedad de María, una congregación que incluiría sacerdotes, hermanos y laicos.
Fundación de los Hermanos Maristas
Ordenado sacerdote el 22 de julio de 1816, fue enviado como coadjutor a La Valla-en-Gier, una parroquia rural. Allí quedó profundamente impactado al visitar a un joven moribundo que no conocía a Dios. Esta experiencia lo impulsó a fundar una congregación dedicada a la educación cristiana de los niños del campo.
El 2 de enero de 1817, con solo 27 años, fundó la Congregación de los Hermanitos de María (Hermanos Maristas) con dos jóvenes campesinos. Vivían en extrema pobreza, compartiendo una sola cama y confiando en la Providencia.
Expansión, pedagogía y espiritualidad
Marcelino combinaba la acción pastoral con la formación pedagógica. Fundó escuelas rurales, construyó el noviciado de L’Hermitage con sus propias manos y desarrolló un estilo educativo basado en tres pilares:
- Presencia cercana: “Para educar, hay que amar”.
- Sencillez evangélica: Vivir como María, con humildad y fe.
- Espíritu de familia: Comunidad fraterna entre hermanos y alumnos.
A su muerte en 1840, la congregación contaba con 280 hermanos y 48 escuelas.
Milagros y canonización
Entre los milagros atribuidos a su intercesión destacan curaciones inexplicables, especialmente en contextos escolares. Fue beatificado por Pío XII en 1955 y canonizado por San Juan Pablo II el 18 de abril de 1999 en Roma.
Muerte y legado
Murió el 6 de junio de 1840 en L’Hermitage, a los 51 años, víctima de un cáncer de estómago. Fue enterrado allí mismo, y su tumba se convirtió en lugar de peregrinación.
Hoy, los Hermanos Maristas están presentes en más de 80 países, con miles de escuelas, universidades y obras sociales. Su fiesta litúrgica se celebra cada 6 de junio. #MetroNewsMx #GuanajuatoDesconocido
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