Eugenio Amézquita Velasco
-Es tiempo de Adviento: La preparación espiritual es clave para recibir a Cristo, quien sigue llamando a la puerta.
-Advertencia de San Pablo: Urge a los fieles a despojarse de comilonas, lujurias y envidias para revestirse de Jesucristo.
-La lección de Noé: Debemos estar atentos en todo momento, pues desconocemos el día o la hora en que el Señor llegará.
El Primer Domingo de Adviento ha marcado el inicio del nuevo ciclo y calendario litúrgico, un tiempo cuya esencia, precisó el Pbro. Manuel Rangel Magaña, rector del templo de Nuestra Señora de San Juan de los Lagos en Celaya, se centra en la "llegada de Jesús". El Padre Rangel recuerda que Jesús ya se hizo hombre hace veinte siglos, no solo para traer la paz y la vida, sino para enseñarnos que en la vida humana es posible vencer las adversidades. El Hijo de Dios, al nacer en una familia limitada y sufrir calumnias, desprecios de sus paisanos y todas las penas humanas, nos mostró el camino para superarlas. La Navidad, por tanto, no es solo un recuerdo histórico de este nacimiento, sino un llamado a una profunda preparación espiritual durante estos cuatro domingos de Adviento.
El mensaje central de la homilía gira en torno a la constante venida de Jesús a nuestro corazón y a nuestra persona. Haciendo eco a la Segunda Lectura, el Padre Rangel Magaña subraya la advertencia de San Pablo: "despertemos ya de todas esas cosas que nos tienen adormecidos" para darnos cuenta de lo que significa la presencia de Cristo en nuestras vidas. Estar atentos a su llamada es vital, pues esa presencia es la única que puede cambiarnos y transformarnos. Sin embargo, esta trascendencia se ve amenazada por las distracciones mundanas, los placeres y el desenfreno que, para muchos, vacían de sentido a la Navidad.
El clérigo de Celaya citó el Evangelio, donde Jesús advierte: "Mira que hoy llamo a tu puerta. Si me abres, entraré y cenaré contigo." El peligro radica en seguir "durmiendo a nuestros laureles" y perder la última oportunidad que el Señor nos ofrece para transformarnos. Para evitar este letargo espiritual, la invitación es clara, tomada de San Pablo: evitar las comilonas, borracheras, lujurias, desenfrenos, pleitos y envidias. El verdadero espíritu navideño no radica en las compras, las esferas o la decoración, sino en "revestirse de nuestro Señor Jesucristo" y dejar que él, como argón y centro de la fiesta, llegue a nuestra vida. De esta manera, se evitará caer en la frivolidad, como lo ejemplifican aquellos que, como el presidente de Venezuela —mencionado por el sacerdote—, celebran la Navidad con tal anticipación que pierden su verdadero sentido.
El mensaje final de la homilía es una exhortación a la esperanza y la vigilancia. Recordando la profecía de Isaías y el ejemplo de Noé, quien construyó el arca sin que sus contemporáneos le creyeran hasta que fue demasiado tarde, el Pbro. Rangel nos advierte que no sabemos "ni el día ni la hora" de la llegada del Señor. Por ello, la mirada del cristiano debe estar centrada en Cristo Jesús, una persona viva y presente. El Adviento, más allá de todo lo que se haga, debe ser un motivo de esperanza, pues aunque Jesús ya no vendrá a buscar, ni a hacer milagros, ni a perdonar por última vez, sí regresará a juzgar según hayamos vivido, ofreciendo la promesa de una Pascua eterna y la alegría del cielo.
La transcripción de la Homilía del Padre Manuel Rangel Magaña
Padre Manuel Rangel Magaña
Empezamos con el Primer Domingo de Adviento. Con este día de Adviento comienza el nuevo ciclo litúrgico, el calendario litúrgico, el año litúrgico. Adviento significa llegada, y aquí en especial significa la llegada de Jesús. Jesús que ya vino hace veinte siglos en la historia, porque se hizo hombre como nosotros, porque quiso enseñarnos que en la vida humana podemos vencer muchas cosas. Por eso él quiso nacer en una familia pobre, limitada.
Él también sufrió desprecios, fueras de los paisanos de Nazareno que lo querían desbarrancar. También sufrió calumnias de los fariseos que lo acusaron falsamente y pasó por todas las que pasamos nosotros para enseñarnos que se pueden superar humanamente muchas cosas.
Celebramos nosotros la Navidad recordando aquel momento que Jesús se hizo hombre y nos vino a traer la paz y la vida. Y cada año, los que celebran cristianamente la Navidad lo hacen también recordando ese momento importante de Jesús. Otros, los que viven distraídos, como dices tú en el evangelio, en otras cosas, esos los que no esperan ninguna venida más que sus placeres y sus distracciones y demás, pues eso no espera nada más. La Navidad tiene que ser para nosotros, por todo este tiempo de Adviento, una preparación espiritual y dentro de ese regocijo que es normal por el nacimiento de Jesús. Pero que ya se acuerdan de eso, ¿verdad?
Por eso San Pablo advierte en la segunda lectura: dice que despertemos ya de todas esas cosas que nos tienen adormecidos y nos demos cuenta de lo que significa. Jesús vino en la historia, pero ahora sigue viniendo a nuestro corazón. Ahora sigue viniendo a nuestra persona y tenemos que estar atentos a su llamada para que la presencia de él en nuestra vida nos cambie, nos transforme. Por eso es importante estos cuatro domingos de Adviento para prepararnos bien y poder recibirlos.
No voy a pasar lo que dice el libro del Apocalipsis. Dice Jesús: "Mira que hoy llamo a tu puerta. Si me abres, entraré y cenaré contigo." Pero si no abrimos y seguimos durmiendo, o como decíamos más bien en otro lenguaje, durmiéndonos a nuestros laureles, no nos damos cuenta y perdemos, a lo mejor, era la última oportunidad que el Señor podía venir y transformarnos, cambiarnos, pero no le abrimos. Por eso San Pablo era atento, ¿verdad?
Dice: "Nada de comilonas ni borracheras, nada de lujurias ni desenfrenos, nada de pleitos ni envidias. Revístanse más bien de nuestro Señor Jesucristo y que el cuidado del cuerpo no dé ocasión a los malos deseos." Nos invita pues a dejar todas las cosas para que de veras la Navidad sea algo, además de la alegría normal que vivimos, sea también esa llegada de Jesús a nuestra vida. Para esto pues tenemos nosotros este tiempo, irnos disponiendo.
Y repito, sin olvidar todo lo que hacemos, ¿verdad? Porque algunos no tienen sentido la Navidad. Algunos se han adelantado por allá. El señor presidente de Venezuela celebra la Navidad en octubre, así que ellos ya celebraron la Navidad. ¿Qué pensarán que es la Navidad? Este señor está medio destrampado a muchas cosas.
A veces, sentir la Navidad... y tenemos que pensar. No es nada más compras, que sí, normal, arreglamos bien, con esferas, con papelitos, con todo. Está bien porque es una fiesta, pero sobre todo, pues miramos al argón de la fiesta que es Jesús. Que Jesús sea el centro de todas estas cosas, de todas esas alegrías, para que de veras Jesús llegue a nosotros en esta vida y no sea que perdamos la ocasión o lo último que nos da.
El profeta Isaías ya nos habla la primera lectura de esa venida de Jesús, ¿verdad? Habla de alguien que va a venir, ¿verdad? Que nos va a traer la verdad, nos va a traer la paz. Y al celebrar nosotros la Navidad, celebramos aquello de que Jesús vino, ¿verdad? Y vivió entre nosotros. Pero ahora su venida sigue siendo constante y por eso nos tiene que preparar estos domingos.
Jesús pone el ejemplo de que estemos preparados. Pone el ejemplo de Noé. Cuando Noé construía el arca, le preguntaban todos ahí los vecinos de qué se trataba. Les explicó, nunca le creyeron. Y cuando ya entró en el arca, como Dios le había mandado, con todos aquellos y los animales, sí vino el diluvio, y ya cuando reaccionó la gente ya era tarde. Ninguno quedó vivo. Y por eso Jesús nos advierte: no sabemos ni el día ni la hora y debemos estar siempre atentos para cuando él llegue nos encuentre dispuestos.
Nosotros los cristianos centramos pues nuestra mirada en una persona viva, presente ya, que es Cristo Jesús. Y Cristo quiere ahora volver a llenarnos de la alegría con que lo recibieron los pastores aquel tiempo, con que lo celebraron los sabios. Y pensar que él inauguró nada más ese adviento que tiene su proceso toda la vida hasta que venga de nuevo, pero ya vendrá a juzgarnos, ya no a buscarnos, ya no va a hacer milagros, ya no a perdonar, sino a juzgar según hayamos vivido.
Por eso pues pensemos bien en lo que este tiempo significa para nosotros y que esa, más allá de todo esto que hacemos, sobre todo tiene que ser un motivo de esperanza. Este Jesús que celebramos, esperar un día lo que nos prometió. Como le dijo a los apóstoles en la última cena: les digo que no volveré a celebrar otra Pascua hasta que en la casa de mi Padre, con todos ustedes, podamos celebrar una Pascua que vino, que es nuestra liberación, y disfrutar de él, de esa alegría del cielo. #MetroNewsMx #GuanajuatoDesconocido

