
Eugenio Amézquita Velasco
-El Obispo Víctor Alejandro Aguilar Ledesma presidió la celebración a la Purísima en Dolores, haciendo un llamado a la humildad y la generosidad
-El jerarca vinculó la multiplicación de los panes con la salvación eucarística, afirmando que el pan material no basta para llenar la vida cristiana
-Señaló que todo lo que se recibe tiene una "hipoteca social" que obliga a compartir con los demás, destacando que con el Señor "hasta sobra".
DOLORES HIDALGO, CIN.- Monseñor Víctor Alejandro Aguilar Ledesma, Obispo de la Diócesis de Celaya, presidió la celebración eucarística en el novenario de la Purísima Concepción en Dolores, Hidalgo. En su homilía, el Obispo saludó a los gremios presentes, destacando la asistencia de los panaderos, e hizo un llamado a la feligresía para prepararse espiritualmente en el tiempo de Adviento, centrándose en la promesa de Dios de salvación y alegría.
El Obispo Aguilar Ledesma enfatizó que la venida de Jesús es para que el ser humano tenga "vida y la tenga en abundancia", vinculando la antigua profecía de Isaías sobre un "festín de manjares suculentos" con el milagro evangélico de la multiplicación de los panes. Subrayó que Jesús es el médico de cuerpo y alma, quien enjugará las lágrimas y aniquilará la muerte para siempre.
El mensaje central de la homilía giró en torno a la compasión y la generosidad. Al meditar sobre la multitud hambrienta que seguía a Jesús, el Obispo recordó a los fieles que todo lo que reciben y poseen tiene una "hipoteca social" y debe ser compartido para que las necesidades de la humanidad desaparezcan. Aseguró que esta práctica de caridad y la recepción del "verdadero pan bajado del cielo" -la Eucaristía- son lo único que puede llenar el vacío del ser humano y dar sentido al sufrimiento. El Obispo concluyó invitando a los presentes a emular la humildad y la fidelidad de la Virgen María para que la salvación de Cristo florezca en sus vidas.
La transcripción del mensaje del pastor Diocesano, durante la Santa Misa
Obispo Víctor Alejandro Aguilar Ledesma:
Saludo con mucho cariño a mis hermanos sacerdotes, Padre Juan (Galván), rector de este templo. Y pues, cada año vengo un día distinto en el novenario. Me ha tocado con distintos gremios. Hoy nos toca con estos gremios que han ya enunciado al inicio de la celebración, y pues los saludo a todos con mucho cariño, mis hermanos sacerdotes y a todos ustedes, hermanos, hermanas, de distintos gremios que hoy han hecho esta procesión, peregrinación, ofreciéndole al Señor a través de nuestra Madre Santísima, la Purísima Concepción, pues la ofrenda, no solo material, la vela, sino lo más importante, ofrendarnos todos a través de nuestra Madre Santísima a Dios nuestro Señor, por medio de Jesucristo.
Saludo con mucho cariño al señor alcalde Adrián (Hernández Alejandri), a tu distinguida esposa Michelle (Reyes Lucio), a tu señora madre Consuelo. Gusto en saludarles. A todos los gremios de panaderos y hoy pues el Evangelio no lo pusimos a propósito de la multiplicación de los panes, porque si hoy, como dice los apóstoles, ¿dónde sacaremos tantos panes? Pues de la panadería El Bizcocho ¿verdad? (Sonríe) Ahí sacaremos muchos panes. Bueno, eso no estaba previsto, ¿verdad?, en este en este Evangelio.
Queridos hermanos y hermanas, estamos en este hermoso tiempo de Adviento, tiempo de preparación para la Navidad, y pensamos muchas veces que nosotros somos los que tenemos que preparar todo, pero hoy la palabra de Dios especialmente nos ayuda a la primera lectura del profeta Isaías, uno de los profetas mayores que nos dice en esa visión al futuro, hablando como si Dios mismo lo estuviera diciendo, dice: "Dios mismo preparará. Dios mismo preparará sobre este monte el Dios omnipotente, el Dios de todo el universo, él, el único Dios, él quiere preparar sobre este monte".
El monte, recuerden que es el lugar del encuentro con el Señor, siempre el monte, monte Tabor, eh cada uno de los montes, ¿verdad?, el Sinaí, etcétera, pues eran lugares donde el hombre se encontraba con el Señor. Y el Monte Sión pues era uno de estos, ¿verdad? El lugar donde reposa la mano del Señor, el Monte Sión, el Monte de las Bienaventuranzas.
Hoy también Jesús sube a un monte. Jesús está en un monte. Ahí en ese monte Dios preparará, y preparará para todos los pueblos, porque no no quiere solamente salvar a un pueblo o a unas personas o a un grupo de personas, sino quiere preparar y ofrece su salvación para todos los hombres, para todas las personas. Dios quiere que todos los hombres se salven. Dios quiere eso.
Entonces, ¿Cuál es la voluntad de Dios? Pues que nos salvemos. ¿Y quién prepara esa salvación? El mismo Señor prepara. Y él preparará sobre este monte un festín de manjares suculentos, un festín de manjares suculentos. ¿A qué sabría ese pan multiplicado por Jesús? Pues quién sabe, ¿verdad?, pero imagino que si todos comieron hasta saciarse, me imagino que va a estar muy sabroso, ¿verdad? Todos comieron hasta saciarse. "Yo mismo prepararé para ustedes un festín de exquisitos vinos", ¿verdad?
También cuando está hablando de los viñedos, ¿verdad?, de por aquí cerca, vinos exquisitos, buenas soleras. Y es que el vino es el el signo de la alegría. La salvación de Dios es alegría, por eso voy a terminar diciendo, "Alegrémonos y gocémonos por la salvación que nos trae el vino", ¿verdad? Incluso el salmo lo dice, ¿verdad?: "Él llenará nuestra copa hasta el borde". Es decir, Dios quiere llenar de plenitud de vida, de alegría nuestra vida. Su venida es para que seamos felices. Por eso el profeta Isaías dice: "Él enjugará todas las lágrimas". Nos enjugará, ¿verdad?, enjugará. Es decir, secará con su pañuelo de compasión y misericordia el dolor, el sufrimiento humano. Solamente Dios puede con su misericordia y su amor secar nuestras lágrimas. El dolor sin la fe y sin Dios no tiene sentido y no la encontramos en ti. Con el Señor se sufre menos y se sufre mejor, porque tiene sentido el sufrimiento.
Él mismo enjugará, secará, aniquilará la muerte para siempre, porque él quiere darnos vida y una vida abundante. Así lo dijo Jesús: "Yo he venido para que tengan vida y la tengan en abundancia". No quiere que estemos muertos ni vamos a morir para siempre, por eso por el que cree en Cristo, aunque muera, vivirá. Él aniquilará la muerte para siempre. Y en este en este festín de manjares suculentos, donde ofrece su salvación para todos y que nos llena de su alegría, lo vemos como si fuera un anticipo de lo que Jesús está haciendo hoy en el Evangelio en la multiplicación de los panes. Pareciera que estoy viendo en futuro a Isaías a Jesús. Estamos hablando muchos años antes, el profeta Isaías, antes de la venida de Jesús, 800 años, venida de Cristo. Todos muchos años.
Jesús dice el Evangelio también subió a un monte. Y al subir al monte le tienden ante sí tullidos, ciegos, cojos, sordomudos, etcétera y otros más, ¿verdad?, porque yo creo que ya para poner una lista de enfermos y de enfermedades ya no cabían ahí y otros más, para que también quepamos ahí nosotros. Jesús ha venido a curar. Él es el médico de nuestro cuerpo y de nuestra alma. Y cuando Jesús los curó a todos, dice, la gente se maravillaba de lo que estaba haciendo, las maravillas que Dios hace.
Ese manjar de la salvación ofrecida en Cristo al hombre, a ti y a mí, y que hoy nos acercamos nosotros como esos tullidos, ciegos, cojos, mancos, enfermos, para que el Señor nos sane, nos cure, para que él haga maravillas en nosotros, como lo hizo antes y como lo puede hacer hoy y lo seguirá haciendo siempre.
Dice Jesús, viendo a una multitud que lo seguía, ¿verdad?, parte de todos esos enfermos: "Tengo compasión de esta gente". Esa es la razón, la compasión, no es así eh tener lástima, ¿verdad?, sino es el amor de un Dios que se compadece, que tiene un amor visceral, entrañable, de madre, ante sus hijos que sufren. "Van tres días que me siguen y tienen hambre". Está unos enfermos y esos tienen hambre. Nosotros tenemos ese canto que usamos todavía mucho: "No podemos caminar con hambre bajo el sol". No podemos. Hoy nuestra humanidad no puede, y no podemos caminar en la fraternidad, en la solidaridad, en la subsidiaridad y en todos los valores sociales, porque tenemos hambre, porque no tenemos fuerzas. El sol nos cala.
Dice Jesús: "Tengo compasión de estas multitudes, de estas muchedumbres que caminan hambrientas, otros enfermos". Esta es la humanidad que hoy tiene que abrir su corazón. Y ese Adviento es eso, ábrele el corazón al Señor que viene. "Alegrémonos y gocemos por la salvación que nos trae", dice el profeta Isaías. "Alegra, goza por que las necesidades de la humanidad desaparezcan".
Es decir, tú y yo y cada uno de nosotros vamos a colaborar generosamente con el Señor para compartir con los demás lo que Dios ha multiplicado en ti y en mí y en nuestras comunidades. Saber que lo que tenemos, lo que recibimos, tiene una hipoteca social. No es todo para mí, sino que lo que tengo que compartirlo. Tengo que compartir con los demás.
Y dice que cuando esto se hace, aquellos en el Evangelio comieron hasta saciarse, se llenaron. Esa es la forma de poder llenar el vacío que tiene el ser humano cuando todos nosotros recibimos el grande amor de Dios que nos salva en Jesucristo su hijo, que multiplica su amor a través de las pequeñas cosas que nosotros ofrecemos, multiplicándolas para repartirlas entre los demás. Y no solamente eso, sino hasta sobra. Sobraron siete canastos. Con el Señor hasta sobra, pero él no quiere que las sobras se desperdicien. Tampoco quiere que seamos desperdiciados, por eso juntaron aquellas sobras y juntaron siete canastos. ¿Dónde estaban los canastos? No sé de dónde los agarraron, pero ahí estaban. Siempre hay alguien que llevaba alguna cosa, ahí, unas bolsitas, ¿verdad? Algunos toppers para llevarse algo de las fiestas, ¿verdad? Siempre no falta alguien que saca de su... ¿verdad?, algo para llevar.
Pues ahí sobró ese ese pan. Claro que después mucha gente va a seguir a Jesús y lo van a seguir porque multiplicó el pan, y Jesús le dice: "No me sigan por eso. Ustedes me siguen porque multipliqué el pan, porque les he dado de comer. No me no me busquen por ese pan, sino por el pan que realmente necesitan". Y el pan, dice: "Ese soy yo. Yo soy el Verdadero Pan bajado del cielo, y el que coma de este pan no volverá a tener hambre y el que beba de mi sangre no volverá a tener sed". Ya está hablando el Señor de su presencia Eucarística que hoy celebramos.
Por eso es bueno comer pan y que nos den pan y alimentar nuestro cuerpo, pero no basta que te comas tus cornflakes, tu chocomilk, no basta. No basta que te comas tu Maruchan. No basta con que comas frutas y verduras, estamos alimentar nuestra vida cristiana, porque el Señor ha venido a salvarnos y esa alegría no solamente es corazón contento con la pancita llena, sino que estamos contentos porque estamos llenos de la salvación que nos ha ofrecido en Jesucristo.
Y esas maravillas de la salvación son las que nos alegran y entonces sí, después de tullido puedes caminar y brincar, y después de ciego el Señor te quitará el velo, y después de estar triste el Señor enjugará y secará tus lágrimas, y después andar en las tinieblas te va a quitar ese velo para que conozcas la luz del Señor. Pero eso lo vas a ver en la Eucaristía, por eso cuando la persona vive y se nutre de la Eucaristía, encuentra al Señor y encuentra la alegría de su vida.
Ese sí es su vida, no la vida así como cuando ustedes los novios, ¿verdad?, que se quieren mucho dicen: "Ay, mi vida". Pues sí, pero el día que se muere tu vida, entonces nomás tú sigues viviendo, ¿verdad? Tú no te moriste. No era tanto tu vida, pues era tu vida así romántica, ¿verdad?, eh un poco emocional. Pero quien realmente es nuestra vida es el Señor. En él existimos, nos movemos y somos. Dichoso el que ha encontrado al Señor.
Por eso dice el salmo: "Vayamos con alegría al encuentro del Señor. Vayamos con alegría en este Adviento al encuentro del Señor, encontrarnos con el Señor en ese Monte Santo, en ese Belén, para que el Señor te muestre su amor en la Navidad". La Navidad es el amor de Dios manifestado en Cristo para tu salvación. Alégrate y salta de gozo, porque el Señor te ama y te salva y te da vida.
Pero aquí hay que agradecerle que el Señor Jesús esté con nosotros, nos salva y nos llena de vida, a María, porque gracias a María y a su cooperación generosa, fiel, el Señor Jesús ha venido a nosotros. Y qué hermoso que María haya dado al mundo su sí para que Jesús haya venido y hacer el Emanuel y estar con nosotros. Pues alegrémonos y démosle gracias a Dios y a la Santísima Virgen María por todas las maravillas que el Señor ha hecho. Y con María también cantemos el Magníficat: "Mi espíritu se alegra en Dios mi Salvador, porque él ha hecho obras grandes en mí", y los hizo hoy en el Evangelio, los hizo en el pueblo de Israel y los he hecho en cada uno de ustedes y en su familia.
Denle gracias a Dios por todo lo que ha hecho el Señor con ustedes, en sus familias, en sus trabajos, en sus negocios, en su vida. Grandes cosas ha hecho el Señor y puede hacer más si tú te dispones. Claro, dice María, porque ha visto el Señor la humildad de su esclava. ¿Qué se necesita para que Dios haga grandes cosas? Humildad. Gracias, Madre, por ser humilde, por ser esclava del Señor, decirle sí al plan de Dios y a salvación, para que podamos ver nosotros todas estas maravillas.
Gracias, Madre, por tu sí, que todos nosotros también como ella digámosle al Señor sí, para que también el Señor en ti y en mí esa salvación florezca, nos llene de alegría y así como en el Monte Sión el Señor preparará, preparará un festín de manjares exquisitos, de vinos suculentos, un banquete mejor que los que se pueden preparar en cualquier fiesta, así sean cada Eucaristía, cada domingo que nos reunimos para celebrar la salvación ofrecida en Jesucristo, nacido de la Virgen María para nuestra salvación. Que así sea. Que así sea. #MetroNewsMx #GuanajuatoDesconocido
