Expresión es... "Diálogos que se convierten en espacios de encuentro con nuestras historias, hay que nutrirse de la energía de vivir; con paciencia, prudencia e inteligencia".
Veía las noticias el día de hoy y me sorprendió lo que escuchaba y observaba: jóvenes usan la inteligencia artificial para evitar relaciones personales y la perciben como una amiga. Por mi mente pasaron muchas cosas, entre ellas recuerdos de cómo aprendimos, crecimos y compartíamos la vida. Jugando en la calle, en los parques, compartiendo en el “chismógrafo”, ese cuaderno en el que cada hoja tenía una pregunta y números, y tú ahí decías un poco de ti y conocías algo de los demás.
Lo que contaré, seguro mis tres lectores disfrutarán: un viaje al pasado que en poco o nada se parece a lo que hoy vivimos. La época cuando íbamos a la biblioteca. Cada que había una tarea o un trabajo, había que investigar. Si bien es cierto que en casa contábamos con algunas enciclopedias —un tipo de libro o conjunto de libros que se consultaban para obtener información—, a veces no teníamos lo que buscábamos y tocaba ir a la biblioteca.
Ahí debíamos presentar nuestra credencial de estudiante, llenar la papeleta, y en algunos casos el bibliotecario iba a buscar el libro solicitado. Ya con algo de experiencia, ibas tú, dejabas en garantía tu carnet de identidad, consultabas allí o podías llevarlo a casa por unos días. Después de algunos minutos te lo traía. Disfrutábamos abrir el libro, hojearlo, percibir el aroma a papel, sacar tu cuaderno y comenzar a escribir sobre el tema que necesitabas investigar. Con el tiempo y la llegada de la fotocopiadora, era un poco más “fácil”.
Era trabajar en silencio y respetando el silencio de trabajo de los demás. Los trabajos eran a mano o en máquina de escribir, donde si te equivocabas había que volverlo a hacer. Hasta que llegó la máquina de escribir eléctrica y el famoso “Kores Radex”, unas laminitas blancas que te permitían “corregir” la letra o la palabra que estaba mal: un papel corrector.
Con el paso del tiempo empezó la era de las computadoras. Guardabas tus archivos en “diskette”, un disco flexible recubierto de plástico. Después surgió el “CD” o disco compacto, que almacenaba más que un diskette, incluso una enciclopedia. Así surgió la era “Encarta”, más o menos por 1997, publicada por Microsoft. Un novedoso avance que complementaba con fotos, ilustraciones, opciones interactivas, pequeños videos y audios.
Recuerdo que comenzaban los cuestionamientos: ¿era mejor la enciclopedia de papel o la de computadora? Si tenías una a tu alcance, ya no tenías que ir a la biblioteca. La evolución tecnológica no se detenía. Por ahí del 2009 se anunció que Encarta dejaría de venderse. ¿Qué seguiría? La llegada de internet y de páginas enciclopédicas como Wikipedia, que además era gratuita.
Comenzaron nuevos términos como “red wifi”, una red inalámbrica, o el internet con cable que dejaba tu línea telefónica sin servicio mientras estabas “conectado”. Recuerdo muy bien que en prepa o universidad nos decían: “No hagan caso a todo lo que dice internet, la única verdad está en los libros de papel”.
En este siglo XXI, Google, Bing y Yahoo peleaban por un lugar en la historia de Internet, y Google acaparó nueve de cada diez búsquedas. En los últimos años surgió la posibilidad de un nuevo buscador de información que no solo localiza palabras clave, sino que entiende el significado y contexto de las palabras en una consulta: los buscadores con inteligencia artificial.
Encontré un excelente artículo que de manera sencilla expone los riesgos de la IA para la humanidad y las empresas CESCE (https://www.cesce.es/es/w/asesores-de-pymes/riesgos-inteligencia-artificial). Sintetizo algunos puntos:
1. Responsabilidad difusa. La IA no es infalible. Aún se recuerda cuando ChatGPT inventó datos científicos en un texto que ayudó a elaborar.
2. Información falsa. La IA puede generar imágenes falsas de líderes políticos o empresariales, e imitar la voz de cualquiera.
3. Amenaza para la ciberseguridad. Las aplicaciones de IA manejan gran cantidad de datos sensibles, muchos de los cuales no se sabe bien dónde se almacenan.
4. Desmotivación de las plantillas. La IA podría eliminar millones de puestos de trabajo, sustituidos por máquinas.
5. Inestabilidad al alza. Expertos advierten que la IA podría propiciar inestabilidad política, facilitando la manipulación de procesos democráticos.
Hoy los jóvenes cuentan sus problemas a la IA, que les da consejos. Por ello, ya no se necesita ir a terapia: se ha convertido en apoyo emocional y sentimental. Los datos de su uso son cada día más alarmantes. Empezó por curiosidad, para hacer tareas e investigaciones, y ahora estas aplicaciones son “capaces de dar empatía” o bien dicen lo que el joven quiere escuchar. Aquí está el gran riesgo: compartir información personal, lo que pone nuevamente en vulnerabilidad a los más pequeños, quienes ante la falta de supervisión ven divertida esta nueva tendencia.
Es un tema de agenda pública, y en nuestro país su legislación tristemente va rezagada. Seguramente el impacto irá más allá de lo académico. La inteligencia artificial podrá ayudar a realizar tareas y ser solo una herramienta, pero nunca —creo yo— podrá sustituir lo emocional y social de los seres humanos.
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