San Juan Diego Cuauhtlatoatzin, primer indígena canonizado

Guanajuato Desconocido
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San Juan Diego y la Virgen de Guadalupe, por Leslie Karen Juárez Mota.


Eugenio Amézquita Velasco

-Juan Diego nació en Cuautitlán en 1474 y fue bautizado tras la llegada de los franciscanos en 1524.  
2. Su nombre indígena, Cuauhtlatoatzin, significa “el que habla como águila”, símbolo de sabiduría y visión.  
-El 9 de diciembre de 1531, la Virgen se le apareció en el cerro del Tepeyac con un mensaje de esperanza.  
-La Virgen pidió la construcción de un templo para mostrar su amor y auxilio a los pueblos de la Nueva España.  
-El milagro de las rosas y la imagen en la tilma convencieron al obispo Zumárraga de la autenticidad.  
-Juan Diego vivió como custodio del santuario guadalupano hasta su muerte en 1548, en el Tepeyac.  
-El Nican Mopohua, escrito en náhuatl en 1556, es la fuente indígena más autorizada sobre las apariciones.  
-El Códice Escalada de 1548 y crónicas novohispanas refuerzan la historicidad del acontecimiento guadalupano.  
-Fue canonizado por Juan Pablo II en 2002, convirtiéndose en el primer santo indígena de América.  
-Su festividad se celebra cada 9 de diciembre, como símbolo de fe, identidad y diálogo intercultural. 
-La pintora comonforense, Leslie Karen Juárez Mota, lo plasmó en una obra que fue expuesta en Bari, Italia

San Juan Diego Cuauhtlatoatzin, nacido en 1474 en Cuautitlán, es hoy recordado como el primer santo indígena de América y protagonista de uno de los acontecimientos religiosos más trascendentes de la historia mexicana: las apariciones de la Virgen de Guadalupe en diciembre de 1531. Su vida sencilla, marcada por la fe y la humildad, se convirtió en el eje de un fenómeno espiritual que transformó la identidad cultural y religiosa de la Nueva España.

Su nombre indígena, Cuauhtlatoatzin, significa “el que habla como águila”, evocando la fuerza y visión de este hombre que, sin buscar protagonismo, se convirtió en mensajero de un acontecimiento que marcaría el rumbo de la evangelización en el continente. Juan Diego pertenecía a la etnia chichimeca y vivió como campesino, dedicado a labores agrícolas. Tras la llegada de los franciscanos en 1524, él y su esposa María Lucía recibieron el bautismo cristiano. Vivieron su matrimonio con fidelidad hasta la muerte de ella en 1529, momento en que Juan Diego se trasladó a Tulpetlac con su tío Juan Bernardino.

El episodio central de su vida ocurrió entre el 9 y el 12 de diciembre de 1531. En la madrugada del 9 de diciembre, mientras se dirigía a Tlatelolco para recibir instrucción cristiana, escuchó cantos celestiales en el cerro del Tepeyac. Al subir, se encontró con una joven radiante que se presentó como la Virgen María, “Madre del verdadero Dios por quien se vive”. Ella le pidió transmitir al obispo Juan de Zumárraga la construcción de un templo en ese lugar, donde mostraría su amor y auxilio a todos los habitantes de la tierra.

El obispo, incrédulo, pidió una señal. La Virgen reiteró su petición en las siguientes apariciones, hasta que el 12 de diciembre le ordenó cortar rosas de Castilla en pleno invierno. Juan Diego las recogió en su tilma y las llevó al obispo. Al desplegar el manto, apareció milagrosamente la imagen de la Virgen de Guadalupe, que aún se conserva en la Basílica de México. Este hecho selló la autenticidad del mensaje y dio inicio a una devoción que se expandió rápidamente por toda la Nueva España.

Las fuentes históricas que narran estos acontecimientos son diversas. El Nican Mopohua, escrito en náhuatl hacia 1556 por Antonio Valeriano, discípulo de fray Bernardino de Sahagún, es considerado la fuente indígena más autorizada. En él se describe con detalle el diálogo entre la Virgen y Juan Diego, con un lenguaje poético y profundo. El *Códice Escalada*, descubierto en 1995 y fechado en 1548, menciona explícitamente a Juan Diego y las apariciones, reforzando la historicidad del relato. Además, crónicas novohispanas del siglo XVII y documentos vaticanos avalaron la tradición durante el proceso de canonización.

Tras las apariciones, Juan Diego se convirtió en custodio del santuario del Tepeyac. Vivió en una pequeña ermita junto a la tilma, dedicado a la oración y a transmitir el mensaje recibido. Murió el 30 de mayo de 1548, a los 74 años, en el Tepeyac, dejando un legado de fe y humildad.

El reconocimiento oficial de su santidad llegó siglos después. Fue beatificado el 6 de mayo de 1990 por el Papa Juan Pablo II y canonizado el 31 de julio de 2002, en una ceremonia multitudinaria en la Basílica de Guadalupe. El pontífice lo llamó “el confidente de la dulce Señora del Tepeyac” y destacó su papel como mediador cultural entre el mundo indígena y el cristiano. Desde entonces, su festividad se celebra cada 9 de diciembre, fecha de la primera aparición.

San Juan Diego representa la inculturación del cristianismo en América. La Virgen se manifestó con símbolos comprensibles para los pueblos originarios: vestimenta indígena, lenguaje náhuatl y elementos iconográficos que dialogaban con su cosmovisión. Su figura es un puente entre dos mundos, mostrando que la evangelización no fue solo imposición, sino también encuentro y diálogo. Para México, la devoción guadalupana se convirtió en símbolo nacional y espiritual, con Juan Diego como protagonista humilde y obediente.

Hoy, San Juan Diego Cuauhtlatoatzin es recordado como testimonio de fe, sencillez y esperanza. Su vida muestra que la historia puede transformarse desde la humildad y la obediencia, y que la fe puede unir pueblos diversos bajo un mismo mensaje. Su figura sigue viva en la memoria colectiva, como símbolo de identidad, espiritualidad y diálogo intercultural.

Códice Escalada: prueba temprana de Juan Diego

El hallazgo del Códice Escalada -de 1548- en 1995 marcó un antes y un después en la investigación histórica y religiosa sobre las apariciones de la Virgen de Guadalupe y la figura de San Juan Diego Cuauhtlatoatzin. Este documento, considerado el más antiguo que menciona explícitamente al indígena vidente y las revelaciones marianas en el cerro del Tepeyac, se convirtió en pieza clave para reforzar la historicidad de un acontecimiento que hasta entonces se sustentaba principalmente en tradiciones orales y textos del siglo XVII.

El códice es un rectángulo de piel curtida de animal, de aproximadamente 20 × 13.3 centímetros, con un tono amarillento natural y arrugas propias de su antigüedad. A pesar de los siglos transcurridos, se conserva en buen estado. En su superficie se encuentran representaciones gráficas de dos apariciones de la Virgen de Guadalupe: una figura pequeña en la cima del cerro del Tepeyac y otra mayor al pie del mismo. En ambas escenas aparece la figura de Juan Diego, en actitud de recibir la revelación, lo que constituye un testimonio visual directo de su papel en el acontecimiento guadalupano.

El documento incluye además glosas y firmas atribuidas a personajes clave de la época. Entre ellas destaca la firma de fray Bernardino de Sahagún, uno de los cronistas más importantes de la Nueva España, y el glifo de Antonio Valeriano, discípulo de Sahagún y autor del célebre Nican Mopohua. Estas anotaciones marginales refuerzan la autenticidad del códice y lo vinculan con círculos intelectuales y religiosos de mediados del siglo XVI.

El contenido histórico del códice consigna dos datos fundamentales: primero, la aparición de la Virgen de Guadalupe a Juan Diego, lo que lo convierte en el primer documento gráfico y textual que vincula directamente al indígena con el acontecimiento guadalupano; segundo, la fecha de la muerte de Juan Diego en 1548, dato que coincide con otras tradiciones que lo sitúan como custodio del santuario hasta su fallecimiento. Estos elementos lo convierten en un testimonio único y de enorme valor para la historiografía religiosa mexicana.

El hallazgo del códice se produjo en 1995, cuando el jesuita Xavier Escalada lo encontró en una biblioteca privada de Querétaro. Desde entonces se le conoce como “Escalada” por su descubridor y “Códice 1548” por la fecha inscrita en el documento. Su importancia radica en que, antes de su aparición, se pensaba que no existía ningún testimonio escrito del siglo XVI que mencionara las apariciones de Guadalupe. Por ello, fue colocado en “primerísimo lugar” dentro de la historiografía guadalupana.

La autenticidad del códice ha sido objeto de debate académico. Algunos investigadores cuestionaron la veracidad de las firmas y glosas, pero estudios paleográficos y químicos confirmaron la antigüedad del soporte y la coherencia con el siglo XVI. Estos análisis reforzaron la confianza en el documento y lo consolidaron como una fuente legítima para el estudio del acontecimiento guadalupano.

La relevancia del códice para la figura de San Juan Diego es incuestionable. Al mencionarlo explícitamente y vincularlo con las apariciones, refuerza la historicidad de su existencia, que algunos críticos consideraban legendaria. Además, complementa el Nican Mopohua (1556), ofreciendo un testimonio independiente y más cercano a los hechos. Durante el proceso de canonización de Juan Diego en 2002, el códice fue pieza clave, pues aportó evidencia documental temprana reconocida por la Congregación para las Causas de los Santos.

En conclusión, el Códice Escalada de 1548 es un testimonio gráfico y textual que confirma la existencia histórica de San Juan Diego Cuauhtlatoatzin y su papel en las apariciones de la Virgen de Guadalupe. Su hallazgo permitió reforzar la tradición indígena narrada en el Nican Mopohua y ofreció a la Iglesia un documento del siglo XVI que vincula directamente al vidente con el acontecimiento guadalupano. Hoy, este códice se considera una joya documental que une la fe con la historia y que sigue siendo objeto de estudio y veneración. #MetroNewsMx #GuanajuatoDesconocido

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