Evitemos la decepción, aceptemos el plan de Dios: Obispo de Celaya

Guanajuato Desconocido
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Eugenio Amézquita Velasco

-Mons. Víctor Alejandro Aguilar Ledesma, obispo de Celaya llamó a la alegría del Adviento y a la docilidad para aceptar a Jesús sin defraudar expectativas.
-Enfatizó el rol fundamental del Movimiento Familiar Cristiano en la evangelización y la promoción de valores en los matrimonios.
-El trabajo con los matrimonios tiene un impacto directo en la sociedad, aspirando a mejorar comunidades y la propia Iglesia.
-La tercera semana de Adviento, o Gaudete, invita a la alegría como una actitud esencial de preparación espiritual para Cristo.
-La docilidad implica aceptar que Dios actúa en Sus propios tiempos y maneras, no según las peticiones o deseos humanos.
- Mons. Aguilar Ledesma recordó que la Navidad es el nacimiento de Jesús en el corazón, que requiere un "corazón grande".
-Advierte sobre el peligro de sentirse defraudado si Jesús no cumple las expectativas personales de un Mesías político o triunfador.
-Señala la necesidad de fortalecer el ánimo y el cuerpo ("rodillas fuertes") para la misión y el "peregrinar de esperanza".
-Crítica la preparación superficial de la Navidad: casas con luces, pero inquilinos "agüitados" o "peleados".
-La verdadera preparación navideña debe ser interior: ir a Misa, comulgar y estar en paz, pues la fiesta es para Cristo.

La docilidad como clave de fe ante un Dios inesperado

El Obispo de Celaya, Mons. Víctor Alejandro Aguilar Ledesma, entregó una homilía cargada de reflexiones contemporáneas en el marco del tiempo de Adviento, exhortando a la comunidad a asumir una actitud de docilidad y alegría como elementos esenciales para recibir a Cristo.



En un mundo donde la inmediatez y el control dominan las expectativas, el mensaje de Mons. Aguilar Ledesma resuena con particular fuerza: la fe no se trata de imponer nuestros términos a Dios, sino de aceptar Su plan y Su manera, por inesperada o "ilógica" que parezca. Citando las frustraciones históricas del pueblo judío con un Mesías que no era el guerrero o el político que esperaban, el Obispo subraya la advertencia de Jesús: "Dichosos ustedes si no se sienten defraudados por mí". Esta frase se convierte en el epicentro de la reflexión, aplicándose a quienes hoy se sienten "desilusionados" con Dios porque no actúa "en el tiempo que tú quieres que las haga" o "con quien tú quieres que las haga".

El llamado a la acción es doble y práctico. Por un lado, una urgencia por evangelizar la familia, destacando el trabajo del Movimiento Familiar Cristiano como la base para construir "mejores sociedades, mejores comunidades, mejores pueblos, mejor Iglesia". Por otro lado, una invitación a la introspección personal en los tres niveles mencionados por el profeta Isaías: físico ("fortalezcan las manos cansadas y esas rodillas vacilantes"), espiritual/psicológico ("corazón grande" en lugar de "corazón apocado") y moral/actuar.

Finalmente, el Obispo confronta la superficialidad de la celebración navideña actual. Criticando la paradoja de tener "casas hermosísimas, llenas de luces" cuyos "inquilinos" están "agüitados, peleados, enojados, tristes, aburridos", el texto editorializa sobre la necesidad de desplazar el foco de los regalos, cenas y el consumo para centrarlo en el nacimiento espiritual de Cristo. La preparación, concluye, debe ser interna: "Alégrate tú... Que tus ojos brillen, que tu cuerpo sienta la fuerza del Salvador". La Navidad es para Él, y la verdadera felicidad nace de la docilidad a Su presencia.

La transcripción del Evangelio y de la homilía del Sr. Obispo Aguilar Ledesma

Padre Sergio Moctezuma:
Señor esté con ustedes.

Asistentes:
Y con tu espíritu 

Padre Sergio Moctezuma:
Del Santo Evangelio según San Mateo. 

Asistentes:
Gloria a ti Señor.

Padre Sergio Moctezuma:
En aquel tiempo, Juan se encontraba en la cárcel y habiendo oído hablar de las obras de Cristo le mandó preguntar por medio de dos discípulos: "¿Eres tú el que ha de venir o tenemos que esperar a otro?" Jesús le respondió: "Vayan a contar a Juan lo que están viendo y oyendo. Los ciegos ven, los cojos andan, los leprosos quedan limpios, los sordos oyen, los muertos resucitan y a los pobres se les anuncia el evangelio. Dichoso aquel que no se sienta defraudado por mí." Cuando se fueron los discípulos, Jesús se puso a hablar a la gente acerca de Juan: "¿Qué fueron ustedes a ver en el desierto? ¿Una caña sacudida por el viento? No. Pues entonces ¿qué fueron a ver? ¿A un hombre lujosamente vestido? No, ya que los que visten con lujo habitan en los palacios. ¿A qué fueron pues? ¿A ver un profeta? Sí, yo se los aseguro. Y a uno que es todavía más que profeta, porque de él está escrito: 'He aquí que yo envío a mi mensajero para que vaya delante de ti y te prepare el camino'. Yo les aseguro que no ha surgido entre los hijos de una mujer ninguno más grande que Juan el Bautista. Sin embargo, el más pequeño en el reino de los cielos es todavía más grande que él."

Padre Sergio Moctezuma:
Palabra del Señor. 

Asistentes:
Gloria a ti, Señor Jesús.

Mons. Víctor Alejandro Aguilar Ledesma, obispo de Celaya:
Un saludo a cariño al Padre Sergio Suma, asesor asistente de este Movimiento Familiar Cristiano aquí en la diócesis. Un saludo a todos ustedes, hermanos, hermanas, miembros del Movimiento Familiar Cristiano, distintos sectores, los servicios que prestan, pues, a la familia.

Uno de los servicios, pues, más importantes, pues, es evangelizar y evangelizar la familia. Y el trabajo que se realiza en este apostolado familiar cristiano, pues, es ciertamente promover esos valores cristianos en los matrimonios para que haya buenos matrimonios. Habiendo buenos matrimonios, habrá buenas familias. Habiendo buenas familias, pues esperamos, por la obviedad, tener mejores sociedades, mejores comunidades, mejores pueblos, mejor Iglesia.

Hoy la palabra del Señor nos invita a seguir preparándonos para el nacimiento de Cristo. Estamos en este hermosísimo tiempo de Adviento, ya la tercera semana, y que se llama precisamente de la alegría, del "Gaudete", que significa "gocen", "llénense de júbilo". Es verdad que el Adviento, pues, tiene sus dos movimientos: uno de preparación espiritual para la venida de Jesús, porque ya históricamente, pues, ya hubo un Adviento para el nacimiento de Cristo en el tiempo que se dio hace más de 2000 años, y también por el advenimiento, la segunda venida de Jesús, como decimos en la Misa: "mientras esperamos la gozosa venida, la presencia del Señor..." que así estamos diciendo: "Líbranos, Señor, de todos los males. Concédenos la paz en nuestros días, que nos demos libres de todo pecado, de toda perturbación, mientras aguardamos la gloriosa venida de nuestro Salvador Jesucristo". Eso lo que decimos después del Padre Nuestro.

Y así estamos, mientras estamos aguardando esa segunda venida, pues, tanto la preparación histórica del Señor Jesús, como la preparación espiritual, como esa preparación a la segunda venida, pues, hay actitudes que tenemos que tener, y una de ellas es la alegría.

La primera lectura nos presenta el apóstol... el profeta Isaías en ese hermoso libro, que es uno de los más grandes del Antiguo Testamento, de los profetas, y que nos presenta el momento en que el pueblo de Israel, después de vivir el exilio, está desterrado, el Señor lo invita ya a regresar a su tierra. Y para regresar la tierra y restaurar la comunidad, restaurar la ciudad destruida, pues, había que venir con varias actitudes, ¿verdad? Primero con alegría, gozo de regresar.

Si ustedes escuchan y escucharon atentamente esas palabras del profeta Isaías, hace una serie de alusiones, de comparaciones, diciendo: "Regocíjate, yermo sediento; que se alegre el desierto y se cubra de flores." En las comparaciones, un desierto cubierto de flores... ¡Desierto! Es como ellos venían en el ánimo después de estar desterrados, y no era la primera vez que los exiliaban al pueblo, pues no es fácil como recuperar el ánimo. 

Dice el Señor, pues hay que hacer las cosas extraordinarias, que ese desierto se cubra de... ¡Imagínense los lirios! que son una... ¡pues ese desierto se cubra de lirios! Que se alegre de gritos de júbilo. Sino más de sonreír para las fotos, ¿verdad? Se trata de dar gritos de júbilo por la salvación, porque le será dada la gloria del Líbano, el esplendor del Carmelo. 

Esto nos llevaría mucho tiempo explicando qué era cada uno de estos para ellos, pero ver lo que antes era la gloria, algo que ahora está destruido, ahora lo vas a ver reconstruir, y vas a ver tal vez la gloria, la presencia, el esplendor de Dios en las cosas de Dios. Incluso el mismo templo de Jerusalén que había sido destruido, un hermosísimo templo construido por Salomón, ahora reconstruido, bello. Era así como: a ver, imagínate, visualízate en ese momento, profeta, Isaías, cómo estás y cómo te quiere el Señor.

"Verán la gloria del Señor, el esplendor de nuestro Dios". O sea, no un Dios así como que derrotado, un Dios que pues se olvidó de su pueblo, un Dios lejano a su pueblo, no. Vas a ver cómo Dios actuó, vas a ver el esplendor de Dios, vas a ver su gloria, vas a ver cómo actuó en tu vida, vas a ver cómo va a transformar todo esto. Desierto va a transformar. Y luego esa transformación, esa alegría, el profeta como que la anuncia en esos tres niveles: en lo físico, en lo espiritual, psicológico y también en lo moral y el actuar. Y pone expresiones muy bonitas, dice: "Fortalezcan las manos cansadas". Porque obviamente, pues si vamos a una refundación y vamos a construir Jerusalén, y eso, pues las manos no hay que tenerlas cansadas.

Ahora todos nosotros, pues se trata de que en esa parte también física, pues hay que meter las manos, hay que movernos. "Fortalezcan las manos cansadas y esas rodillas vacilantes". Si hay que peregrinar, si hay que cargar cosas, si hay que subir y bajar escaleras, si hay que llevar y traer, pues necesitamos rodillas fuertes, porque con las rodillas ya te embeleques, ¿qué cargas? Unas rodillas que te rechinan. ¿Hasta dónde caminas? Y el Señor, no, no, no. Pídele al Señor que te dé buena... rodillas. No sirve no carga, no sirve no ayuda. La gente cuando le dicen: "va a ser esto hasta allá hay que ir". Necesita rodillas, pues fuertes, pues para caminar. 

Somos peregrinos de esperanza, entonces esperamos llegar hasta la vida eterna. Somos peregrinos, ¿hasta dónde hay que caminar? ¡Hasta la vida eterna! Hasta allá. No solo hasta allá, hasta el más allá, pues tenemos que pedir eso. Hasta físicamente, hay que pedirle al Señor que nos quite el cansancio, que nos quite la flojera, que nos dé un cuerpo sano, un cuerpo que nos ayude a responderle a su gloria, que también en nuestro cuerpo, en otras palabras, se note la alegría, se vea la presencia, el esplendor de la gloria, también se vea en nuestro cuerpo.

Después viene la parte espiritual. "A esos de corazón apocado, ánimo, no teman". Corazón apocado, es decir, un corazón empequeñecido, un corazón chiquito, corazón de pollo y de menudencia. No, dice el Señor, no, no, no. Tienes que tener un ánimo. Ánimo viene de ánimus, ¿verdad? Significa, pues, espíritu. Traduce por ánima, como alma. Alma significa, pues, vida. Entonces, ánimo significa: "ponle la vida, ponle el corazón en lo que estás haciendo". Pero sí con corazones de pollo, así que: ¡Ay, eso! y tengo que hacerlo, y no me gusta, y no me... Así no. Es que si no es como yo digo, así no, si no... Y me voy a mandar con fulano, no. Y con este equipo, no. No, pues, o sea, ¿cómo vamos, pues, a trabajar? Hay un canto que dice: "no, son corazón... Luego grande para el amor, grande para luchar". Dale fuerza, pues.

Así viene el Señor, ¿verdad? La Navidad es precisamente eso, el nacimiento de Jesús en tu corazón. Eso es Navidad. El que no ha experimentado el nacimiento de Cristo en su corazón sigue con su corazoncillo de pollo. La Navidad es el grande amor de Dios entre nosotros, pero no, no solamente entre nosotros, ¿verdad?

Y sigue el profeta y nos dice, bueno, no solamente el aspecto, pues, físico, el aspecto emocional, el aspecto también el aspecto espiritual, ¿verdad? Y el aspecto evangelizador, precisamente, signos de la era del Mesías. O sea, cuando venga el Mesías, los ciegos verán, los sordos oirán, los cojos caminarán, los muertos resucitarán, etcétera. Esos son los signos de la presencia del Mesías. Cuando llegue el Mesías, la presencia de este Príncipe de la Paz, van a ver ustedes todos estos signos.

Precisamente por eso, Juan el Bautista, estando ya en la cárcel, donde ya él realiza, ha realizado toda su misión de precursor del Mesías, y antes de que lo decapiten, porque prácticamente quien entraba ahí en esas mazmorras de Herodes no había salida, y si salían, salía la cabeza por un lado y por otro lado salía el cuerpo. Juan el Bautista le manda decir al Señor Jesús, oyendo las cosas que Jesús hacía, dice el texto, Juan el Bautista en la cárcel le decían que Jesús hacía determinadas cosas. Entonces, para morir como Simeón, "ahora, Señor, deja a tu siervo en paz...", Juan el Bautista quiere cerciorarse: ¿toda su misión de precursor había tenido sentido? Manda dos discípulos, digan: "¿Eres tú realmente el Mesías que tenemos que esperar o tenemos que esperar otro?". Decir, ¿realmente mi misión, mi trabajo valió la pena? ¿Sí lo hice correctamente? ¿Sí eres tú el Mesías?

No sé si era para que tuviera la certeza o tenía duda, pero al final Jesús le manda a decir con sus discípulos a Juan, no le está diciendo ni sí ni no. Dígale a Juan lo que están viendo y oyendo. ¿Qué le manda decir? Exactamente este texto de Isaías. "Los ciegos ven". Dígale a Juan: "Los ciegos ven, los cojos andan, los sordos oyen, los mudos hablan, los muertos resucitan, y a los pobres se les anuncia el Reino de Dios". ¿Qué le está diciendo? Sí, soy. Dile a Jesús que ya le pueden llevar la cabeza. Ya cumplió su misión, hizo bien su obra. Juan el... Yo soy esa misión. Yo uso...

Jesús es el Mesías, pero como Hijo de Dios. El Mesías lo esperaban de otra manera. Muchos del pueblo judío, unos querían un Mesías triunfador que liberara de la bota romana, el Imperio. Es decir, un Mesías político, guerrero y que por la violencia y la fuerza se quitara de encima el yugo romano. Y esos eran los zelotas, en un grupo. Y otros eran herodianos, eran partidarios de Herodes, y eso... y querían, pues, un Mesías que viniera a dialogar y a concertar las estrategias, ¿verdad? con los políticos, ¿verdad? Y eran pocos, pero existían. Había también escribas, fariseos, saduceos, cada uno esperaba un Mesías diferente.

Y Jesús va a aprovechar allí, en este momento, cuando van los discípulos a preguntarle sobre si él es el Mesías y la respuesta que le mandan a Juan el Bautista. Aprovecha también Jesús el momento para decirles: a ver, ustedes, ¿qué fueron a ver al desierto? "¿Una caña bamboleada por el aire, sacudida por el viento?". No. "¿Fueron a ver alguien lujosamente vestido?". No, pues ese es el más grande nacido en mujer. Claro que en el cielo el más pequeño es más grande que él. Pero ese... ese era el que preparó mi camino. Eh, que ustedes dicen estaba endemoniado, que ni comía ni bebía, ¿verdad? andaba allá en el desierto, que no cumplió sus expectativas, por no... no como ustedes querían que fuera. Dice Jesús: "No les vaya a pasar lo mismo conmigo", porque vino Juan el Bautista, que ni comía ni bebía, se endemoniaron. Luego viene el Mesías, dicen: "amigo de publicanos, glotón y demás".

Es que es verdad, podemos, como ellos y nosotros, sentirnos desilusionados, defraudados en nuestras expectativas de cómo queremos al Mesías, de cómo queremos a Dios, o cómo queremos que Dios actúe. Y hay gente que se desilusiona porque no hace las cosas Dios como tú quieres que las haga, porque no las hace en el tiempo que tú quieres que las haga, y no las hace con quien tú quieres que las haga. Por eso Jesús dice: "Dichosos ustedes si no se sienten defraudados."

Hermanos, el pueblo judío todavía sigue esperando al Mesías. A Jesús, como dice San Juan: "vino a lo suyo y los suyos no lo recibieron". Es que a veces nosotros tenemos la idea de un Dios y no dejamos que Dios sea Dios, ni actúe Dios en su tiempo y en su manera, sino que queremos que él sea como nosotros pensamos. Y a veces tenemos expectativas de Dios que él no nos va a cumplir. A veces nosotros le pedimos cosas a Dios porque las queremos, aunque no las necesitamos. Y a veces Dios nos va a dar no lo que queremos, sino lo que necesitamos. Y entonces en ese momento le reclamas: "Oye, si yo lo que quería era esto y me mandas esto". Sí, pero esto es lo que tú necesitas. "No, pero yo quiero esto".

Y a veces se desilusiona uno de no hacer las cosas como nosotros...

Uno diría: "Señor Jesús, ¿cómo se te pudo venir a esa... a ese pueblo, pues, del Medio Oriente? Esas tierras... Había culturas en ese tiempo ya, culturas más hechas. ¿Para qué agarrabas a Abraham de Ur de Caldea y empezar un pueblo de nada con una mujer estéril?". ¡Ay, Señor, solo a ti se te ocurre! Y luego tienen un... tiene un hijo y se lo pide en sacrificio. Y ah, ¿cuándo vamos a acabar el pueblo? Por eso a veces se desilusionaba el pueblo. Cuando sale a la Tierra Prometida, los que sabían tantito de geografía: "bueno, pues si vamos a la Tierra Prometida, aquí podemos hacerlo en un mes el viaje". Y los pone el Señor a darle 40 años vueltas.

Bueno, ¿de qué se trata, pues, el Señor?

Y luego cuando llama a Moisés, prepara todo. Dice: "Moisés, ¿ves la Tierra Prometida?". Sí, después de 40 años y luchar contra ese juego. Sí, pero tú no vas a entrar.

Luego viene el Hijo de Dios. Nace... ¿Dónde se le ocurrió nacer? En un pesebre. Oye, si vienes a salvar al mundo, pues date a conocer. ¿Cómo te vas a ese pueblillo, a Belén? Está más grande como Comonfort... Y luego en una cueva. Pues ahí, ¿cuándo, pues? Pues, qué modo, pues, de proceder de... Por eso Jesús dice: "No se vayan a defraudar de mí, no se sientan defraudados de mí si no voy a hacer las cosas como tú crees, como tú quieres que yo las haga". 

Dios tiene su tiempo, Dios tiene su manera, y Dios es Dios. Por eso que es importante conocer a Dios, al verdadero Dios, aceptar al verdadero Mesías y adaptarnos a él. Y que tu voluntad, como la de María, sea esa: "Señor, que se haga como tú dices, no como yo quiero, que actúes como tú quieras, aunque a mí no me guste. Si ese fue tu plan, yo me sumo a ese plan, aunque yo hubiera pensado lo más inteligente, pero si es el tuyo, me sumo a tu plan".

¿Cuántas veces no estamos desilusionados mucho ante eso? A poco no. Ya hasta nos peleamos con Dios: "¿Por qué, pues, qué...?" "¿Y para qué nos mandas ese Padre?" "¿Y para qué nos mandas ese Obispo? ¿Y para qué nos mandas esto, y la pandemia, y por qué esto...?" Deja que Dios sea, deja que Dios...

Y sepa a María cuando nace. Imagínense todo lo que el Ángel Gabriel le creó las expectativas a... "Y esto, ¿cómo va a ser posible?" O sea, imagínese, es un hijo en el que no hay concurso humano. Entonces María está, estando en su vientre, un niño, pues, único en la en la experiencia. ¿Cuándo han visto una mujer que nació un hijo nomás de puras ganas? Va que no. No, pues no. Y luego que le dice el Ángel: "Mira, el Espíritu Santo te cubrirá con su... y eso que va a nacer será Hijo del Altísimo y su reinado no tendrá fin". Fíjense las expectativas.

Y nace en Belén. Me imagino cuando la Virgen dio a luz a Jesús. Me imagino cómo lo sabía. O sea, tú hubieras estado: ¿cómo agarrar un niño Jesús, ver los ojillos de Jesús y y a través de los ojos de Jesús el Dios eterno y todopoderoso, infinito, que conoce y ve todo el universo, a través de sus ojitos están viendo a María? ¡Qué misterio!

Pues así. Dice: "Dichoso el que no se sienta defraudado de mí".

Pues preparémonos, hermanos, con mucha alegría, tanto en lo físico, en lo anímico, espiritual, en el apostolado, en todo, para vivir el misterio. El misterio no es que tú tengas más las imágenes ahí, el nacimiento. El misterio es que puedas, como María, contemplar, ver. Que fue lo que le dijo Jesús a Juan: "Dile lo que estás viendo y oyendo. Lo que estás viendo".

Hay que ver con los ojos del corazón el actuar de Dios, que nos ama y cómo nos llena de su presencia, de su fuerza, nos fortalece en todo nuestro ser, pero que se note la presencia de ese Señor, nuestro Salvador. Qué hermoso que la Navidad próxima, pues, nos llenemos de esa alegría por el nacimiento de él, porque la fiesta es para él. No es para ti ni para mí. No es para que tú nosotros autorregalos, ¿verdad? Casi: "Regálate algo en Navidad. Hagamos intercambio de regalos. ¿Qué vamos a cenar? Un ponchecito". Que vamos así. Te preparas externamente, pero ¿es para ti? ¿Es para ese? ¿Quién es el que nace? Pues, preparar algo por él. Tu corazón, tu vida. Voy a ir a Misa, comulgar, estar en paz con tus hermanos. Ya poco importa si hay champañas, si hay tequilas, si hay este vino...

Ah, también nos preparamos con estos foquitos y estrellitas y todo, pero que anímicamente tú brilles. Hay gente apocada del corazón, sus casas hermosísimas, llenas de luces, y los inquilinos de esa casa agüitados, peleados, enojados, tristes, aburridos. Pues, cuélgate tú las esferas, cuélgate tú las series, ponte la estrellita de aquí. Que te den a ti, es el que te falta la alegría, no la casa. ¡Alégrate tú! Esa cara siempre de soldado mal pagado, siempre molesto por todo, con cara de empacho, con cara... ¡Alégrate! dice el Señor. ¡Alégrate! porque el Señor viene a ti y vendrá a salvarte. Tú eres el que debe ser feliz. Que tus ojos brillen, que tu cuerpo sienta la fuerza del Salvador, que tu corazón se llene de amor por la presencia del nacimiento de Cristo. Y entonces sí le puedes decir a tus hermanos: "¡Feliz Navidad! Feliz nacimiento de Cristo en tu vida". Vamos a estar felices esta noche, alegrarnos. Aunque nos digan el cuate: "tienes problemas". Sí, tiene problemas, pero en medio de la necesidad, que sea un tiempo de la presencia del Señor, una noche de paz.

Pues, les deseamos a todos, y ya no nos vemos, ¿verdad? Que pasen una Feliz Navidad. Nos falta prepararse otra semana, eh. Todavía no digan ya, ya se siente, comen sus buñuelos. No. Todavía nos falta otra velita. Falta otra velita. Así que, pero prácticamente otra velita, pues, ya es el 21 días. Entonces, hay que echarle muchas ganas esta semana porque la otra velita nomás nos toca casi 3 días. Esta semana pongamos todo este empeño en prepararnos para el nacimiento de Jesús en nuestra vida, en nuestras familias, que realmente pasemos todos una alegre y pacífica Navidad. Que así sea.

Asistentes:
Así sea.
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