Eugenio Amézquita Velasco
La devoción a Nuestra Señora de la Medalla Milagrosa, también conocida como la Medalla de Nuestra Señora de las Gracias o la Medalla de la Inmaculada Concepción, es una de las advocaciones marianas más universales y prolíficas en la historia del catolicismo, conmemorada cada 27 de noviembre. Su origen se remonta a la París de 1830, un periodo de renovación espiritual en Francia tras las convulsiones de la Revolución Francesa, pero también marcado por una fuerte tensión política y social, que la propia Virgen María advirtió.
El escenario de esta revelación fue la capilla de la casa madre de la Congregación de las Hijas de la Caridad, en la Rue du Bac (número 140, actualmente 146), y la protagonista fue una joven novicia, sencilla y piadosa, Catalina Labouré (1806-1876), quien había ingresado a la comunidad ese mismo año. Según el testimonio de la futura santa, sus apariciones se dividieron en tres momentos clave.
La profecía y la invocación: El corazón de la medalla
La primera aparición ocurrió en la noche del 18 al 19 de julio de 1830, víspera de la fiesta de San Vicente de Paúl, fundador de la congregación. Catalina fue despertada por un niño luminoso que la guio a la capilla, donde encontró a la Santísima Virgen sentada en el sillón del director espiritual. La Virgen le comunicó una misión especial, advirtiéndole que los tiempos eran malos para Francia y el mundo, y que vendrían grandes desgracias. Le prometió gracias para quienes las pidieran al pie del altar y le dijo: "Verás ciertas cosas de las que tendrás que informar, pero yo te inspiraré en la oración el modo de hacerlo".
La aparición fundamental tuvo lugar durante las meditaciones vespertinas del 27 de noviembre de 1830. Catalina vio a la Virgen María de pie sobre un globo terráqueo, con sus pies aplastando la cabeza de una serpiente. Llevaba vestidos de seda blanca y, de sus manos extendidas, adornadas con anillos de piedras preciosas, salían rayos de luz brillantes que caían sobre la Tierra. Catalina escuchó una voz que le explicó el simbolismo: "Este globo que ves es el mundo entero y cada persona en particular... Estos rayos son el símbolo de las gracias que la Virgen Santísima consigue para las personas que se las piden". La voz se lamentaba de que muchos rayos se perdían porque había quienes no la invocaban jamás.
Alrededor de la figura se formó un óvalo con una invocación escrita en letras de oro, hasta entonces poco difundida: "Oh María, sin pecado concebida, ruega por nosotros que recurrimos a ti". En ese momento, la visión giró, mostrando el reverso de la Medalla: una letra M coronada por una cruz, con una barra horizontal a sus pies, y debajo, los dos Corazones de Jesús y María, el primero coronado de espinas y el segundo traspasado por una espada. Doce estrellas rodeaban el conjunto. La Virgen le ordenó: "Haz acuñar una medalla según este modelo. Todas las personas que la lleven puesta recibirán grandes gracias".
Una difusión mundial acelerada por los milagros
Catalina Labouré, fiel a la discreción que se le había impuesto, transmitió el mensaje a su confesor, el padre Jean-Marie Aladel. El sacerdote, después de una larga reticencia y tras haber consultado al arzobispo de París, monseñor Hyppolite de Quélen, finalmente obtuvo el permiso para mandar acuñar las primeras medallas en mayo de 1832. El orfebre encargado de realizar el diseño original fue Adrien Vachette.
La distribución de las primeras dos mil medallas coincidió con una terrible epidemia de cólera en París, que causó más de 20,000 muertes. La rapidez con la que se reportaron curaciones milagrosas, protecciones ante la enfermedad, y conversiones espectaculares a través de su uso, hizo que la gente de París la llamara de inmediato la "Medalla Milagrosa", nombre que quedó impreso en la historia de la Iglesia.
Uno de los hechos más famosos que catapultó su reputación internacional fue la conversión instantánea del joven agnóstico y rabiosamente anticatólico Alphonse Ratisbonne en 1842, en la iglesia de Sant'Andrea delle Fratte en Roma, mientras llevaba la medalla.
La difusión fue vertiginosa. Mientras que en 1834 el padre Aladel publicaba una breve noticia sobre las apariciones y las promesas, en 1835 ya había más de un millón de medallas distribuidas en el mundo, y para 1839, se contaban más de diez millones. Misioneros franceses, como los Paúles y las Hijas de la Caridad, se encargaron de llevar la medalla a todos los continentes, desde América hasta China. La medalla se convirtió en un instrumento de evangelización masiva.
El legado teológico y simbólico
El diseño de la medalla milagrosa resultó ser un compendio teológico de la fe mariana, siendo además un notable precursor del Dogma de la Inmaculada Concepción, proclamado por el Papa Pío IX en 1854, 24 años después de las apariciones. La invocación "sin pecado concebida" grabada en el metal fue una prueba de la verdad de esta doctrina, ratificada más tarde por las apariciones de Lourdes en 1858.
El simbolismo profundo de esta devoción
-La Inmaculada y el globo: María, de pie sobre el globo terráqueo y aplastando a la serpiente, encarna la mujer victoriosa sobre el mal, según la profecía del Génesis (Gen 3:15).
-Los rayos: Son la expresión de María como mediatriz, el canal por el cual Dios concede las gracias a la humanidad.
-La M con la Cruz: Simboliza a María al pie de la Cruz de su Hijo, uniendo el sacrificio de Cristo con su papel corredentor en la salvación.
-Los corazones: El Sagrado Corazón de Jesús, coronado de espinas, y el Inmaculado Corazón de María, traspasado por una espada (en recuerdo de la profecía de Simeón), representan el ardiente amor de ambos por la humanidad.
Catalina Labouré vivió el resto de su vida en el anonimato, sirviendo a los ancianos en el hospicio de Enghien hasta su muerte en 1876. Su identidad como la vidente fue revelada solo después de su fallecimiento. Fue canonizada por el Papa Pío XII en 1947, y su cuerpo, junto al de Santa Luisa de Marillac, descansa incorrupto en la capilla de la Rue du Bac, un centro de peregrinación global que sigue recibiendo a devotos de todas las naciones, testificando el poder y el amor de la Madre de las Gracias.
Santa Catalina Labouré: La humilde "Santa del Silencio" y vidente de la Medalla Milagrosa
La vida de Santa Catalina Labouré es un extraordinario relato de sencillez, humildad y una misión divina que la convirtió en el instrumento para una de las devociones marianas más extendidas en el mundo: Nuestra Señora de la Medalla Milagrosa.
Infancia, familia y llamamiento (1806-1830)
Catalina Labouré nació el 2 de mayo de 1806 en el pequeño pueblo campesino de Fain-lès-Moutiers, en la región de Borgoña, Francia. Sus padres fueron Pedro Labouré y Luisa Magdalena Gontard, propietarios de una granja que trabajaban ellos mismos. Eran profundamente cristianos y formaron a su numerosa familia en la fe.
Catalina fue la octava de una familia de diez hijos que sobrevivieron (algunas fuentes indican que tuvieron hasta diecisiete hijos en total). Su hermana mayor, Marie-Louise, también se hizo religiosa en la Congregación de las Hijas de la Caridad.
Su madre, Luisa, falleció el 9 de octubre de 1815, cuando Catalina tenía apenas nueve años. Tras el entierro, la niña se retiró al cuarto de sus padres, tomó la estatua de la Virgen que estaba en la pared y la abrazó diciendo: "Ahora, querida Señora, tú serás mi madre".
Al quedar huérfana de madre, y dado que su hermana mayor ingresó a la vida religiosa, Catalina asumió gran parte de las responsabilidades del hogar, atendiendo a su padre y a sus hermanos menores. Esta labor en la granja y en la cocina la llevó a no poder aprender a leer ni a escribir.
A los 14 años, pidió a su padre permiso para ser religiosa, pero él se lo negó. Una noche, tuvo un sueño en el que vio a un anciano sacerdote celebrando misa. Después de la ceremonia, el sacerdote le hizo señas y le dijo: "Un día me ayudarás a cuidar a los enfermos". Años después, al visitar la casa de las Hijas de la Caridad, vio el retrato de aquel hombre en la pared. Una hermana le dijo: "Nuestro santo fundador, San Vicente de Paúl".
Finalmente, a los 24 años, y después de que su padre intentara disuadirla enviándola a París a trabajar en el restaurante de su hermano, Catalina logró obtener el permiso. Ingresó a la Compañía de las Hijas de la Caridad en Châtillon el 22 de enero de 1830, y luego fue enviada a la casa madre en la Rue du Bac, en París, para su noviciado.
Las apariciones y la Medalla Milagrosa (1830)
Durante su noviciado en la Rue du Bac, Catalina tuvo tres apariciones cruciales de la Santísima Virgen María. La primera aparición se dio el 18 de julio de 1830. En la víspera de la fiesta de San Vicente de Paúl, un niño luminoso -que ella creyó que era su Ángel de la Guarda- la despertó y la guió a la capilla, donde encontró a la Virgen María. La Virgen le advirtió sobre las desgracias que vendrían sobre Francia y el mundo, y le confió una misión.
La aparición de la Medalla fue el 27 de noviembre de 1830. Durante la meditación de la tarde, Catalina vio a la Virgen de pie sobre un globo terráqueo, aplastando a una serpiente, con rayos de luz que salían de sus manos. A su alrededor, se leía la jaculatoria "Oh María, sin pecado concebida, ruega por nosotros que recurrimos a ti".
La Virgen le mostró el reverso, con la "M" y la Cruz, y los dos Corazones, y le dio la orden: "Haz acuñar una medalla según este modelo. Todas las personas que la lleven puesta recibirán grandes gracias."
La labor de Sor Catalina y el "secreto" (1831-1876)
Tras concluir su noviciado, Catalina fue enviada al Hospicio de Enghien, en el barrio de Reuilly, en París, donde pasó los siguientes 46 años de su vida hasta su muerte.
Su labor consistió en servir a los ancianos y a los enfermos, además de trabajar en la cocina, en la lavandería y como portera, tareas que realizó con gran amor, humildad y dedicación.
Fue la "santa del silencio". Fiel al deseo de la Virgen, Catalina guardó el secreto de las apariciones y su identidad como la vidente durante toda su vida, revelándolo solo a su confesor, el Padre Jean-Marie Aladel. Fue una vida de servicio humilde y oculto.
Aunque ella vivió en el anonimato, la Medalla Milagrosa se acuñó a partir de 1832. Su propagación fue rapidísima, especialmente durante la epidemia de cólera en París. Los milagros de curación y conversión que se le atribuyeron de inmediato le valieron el nombre de Milagrosa.
Muerte, canonización y milagros póstumos
Santa Catalina Labouré murió el 31 de diciembre de 1876, a la edad de 70 años, en la más absoluta discreción respecto a su privilegio místico.
Al ser exhumado su cuerpo en 1933, en el proceso de beatificación, fue hallado incorrupto y suave. Actualmente, se venera en la Capilla de Nuestra Señora de la Medalla Milagrosa en la Rue du Bac.
Para su proceso, la Iglesia atribuyó a su intercesión milagros como la curación de una religiosa -Sor Teresa de San Bernardo- de una enfermedad incurable, un hecho que ayudó a su beatificación.
Fue beatificada por el Papa Pío XI el 28 de mayo de 1933 y canonizada por el Papa Pío XII el 27 de julio de 1947.
Su fiesta se celebra el 28 de noviembre, un día después de la conmemoración de la Medalla Milagrosa. Catalina es patrona de los ancianos y los enfermos, y es un modelo de santidad lograda a través de la humildad, la obediencia y la entrega incondicional a los más necesitados.
La Medalla Milagrosa y Santa Catalina en el arte
La representación pictórica y escultórica de Santa Catalina Labouré y la Medalla Milagrosa, a diferencia de las advocaciones marianas más antiguas -como la Inmaculada Concepción o la Virgen del Carmen-, no está dominada por los grandes maestros del arte clásico, sino por artistas posteriores que trabajaron en el contexto del fervor popular y la devoción del siglo XIX en adelante.
Dado que la identidad de Santa Catalina Labouré se mantuvo en secreto hasta su muerte en 1876, las representaciones más tempranas se centraron en la imagen de la Virgen de la Medalla Milagrosa en sí misma, basándose en la descripción que la vidente dio a su confesor, el Padre Jean-Marie Aladel.
La Imagen de la Virgen de la Medalla Milagrosa. El primer y más importante artista relacionado con esta advocación no fue un pintor, sino un orfebre, y su obra fue la que fijó la iconografía en el mundo. Se trata de Adrien Vachette (1753-1839), un joyero parisino, de los más conocidos de su época, fue el encargado de acuñar las primeras medallas en 1832, siguiendo las instrucciones del Padre Aladel y el diseño dictado por la Virgen a Santa Catalina. La Medalla, un objeto de piedad sacramental, se convirtió en la forma de arte más reproducida de esta advocación.
En cuanto a las representaciones artísticas más grandes (pinturas y esculturas), la imagen se convirtió en un estándar de la devoción mariana moderna, siendo adoptada por innumerables artistas religiosos y anónimos:
Maxime Real del Sarte (1888-1954), escultor francés es responsable de una de las representaciones más veneradas de la Virgen de la Medalla Milagrosa. Su obra más famosa es la estatua de la "Virgen con el Globo" que preside el altar principal de la Capilla de la Rue du Bac en París. Esta escultura monumental es la que se encuentra justo encima del lugar donde, según los testimonios, la Virgen se apareció a Catalina.
Los retratos y las escenas de las apariciones de Santa Catalina se popularizaron a partir de su beatificación en 1933 y, especialmente, de su canonización en 1947, cuando la Iglesia la reconoció oficialmente. Estos trabajos generalmente buscan evocar su humildad y el momento místico de la revelación.
A diferencia de otros santos de la Contrarreforma, la vida de Santa Catalina Labouré es relativamente moderna y su arte es fundamentalmente devocional y popular, con énfasis en el realismo y el misticismo. Por ello, las pinturas y esculturas no suelen ser atribuidas a artistas de renombre universal -como un Da Vinci o un Goya-, sino a artistas que trabajaron para la comunidad vicentina y la devoción popular.
Existen numerosas representaciones de la aparición, donde se muestra a la joven Sor Catalina de rodillas junto al sillón del director espiritual, mientras la Virgen se le aparece en un halo de luz, tal como lo narran sus escritos. Estas imágenes se encuentran en la Capilla de la Rue du Bac, conventos de las Hijas de la Caridad y santuarios dedicados a la Medalla Milagrosa alrededor del mundo.
En la iconografía moderna, es común verla con el hábito de las Hijas de la Caridad, con la Medalla Milagrosa en sus manos, a menudo con una expresión de profunda humildad y silencio, honrando su apodo de "La Santa del Silencio".
José Luis Castrillo es un ejemplo de los artistas contemporáneos que han realizado retratos de la santa con técnicas modernas, como el óleo con influencias impresionistas o expresionistas, dedicados al arte sacro.
En resumen, la máxima expresión artística y la más importante de esta devoción es la Medalla acuñada por Adrien Vachette, mientras que la escultura de Maxime Real del Sarte en la Rue du Bac es la representación tridimensional más canónica y visitada de la Virgen con el Globo. La representación de Santa Catalina como vidente es una iconografía posterior, centrada en su humildad y en el acto de la revelación en la capilla. #MetroNewsMx #GuanajuatoDesconocido

