Crisis y esperanza en el camino del migrante: Obispo de Celaya

Guanajuato Desconocido
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Eugenio Amézquita Velasco

-Celebra la Santa Misa el Obispo de Celaya, Mons. Víctor Alejandro Aguilar Ledesma, ante decenas de migrantes que se dieron cita en Mesa de López, en Dolores Hidalgo
- En su homilía, señaló que la Sagrada Familia vivió en carne propia el drama del destierro, santificando así el camino de cada hermano que hoy debe migrar.
-La migración forzada por la economía desgarra el tejido familiar, convirtiendo a padres e hijos en desconocidos por la distancia.
-El Obispo denuncia que, tras la búsqueda del bienestar económico, acecha el peligro de perder la fe y los valores esenciales.
-La pastoral social es el brazo necesario de la Iglesia para aterrizar el Evangelio en la atención real a los más vulnerables.
-El martirio de San Esteban nos recuerda que el testimonio cristiano suele enfrentar el odio de un mundo que rechaza la Verdad.
-Urge una resistencia cristiana basada en la caridad y el servicio, siguiendo el ejemplo de los laicos y sacerdotes mártires.
-La tecnología debe ser puente de comunión para las familias divididas, evitando que el olvido destruya el afecto entre padres e hijos.
-El odio a la fe no es nuevo; la Iglesia ha sobrevivido a persecuciones constantes gracias a la guía del Espíritu Santo.
-Los migrantes están llamados a ser misioneros allá donde lleguen, sembrando la fe y la devoción en tierras muchas veces hostiles.
-La verdadera defensa de la familia consiste en mantener un solo corazón y una sola alma, a pesar de las fronteras y los desafíos.

La realidad de la migración no es solo un fenómeno estadístico o político; es, en su esencia más profunda, una herida abierta en el corazón de la familia, que es la iglesia doméstica. 

El análisis del Obispo de la Diócesis de Celaya, Mons. Víctor Alejandro Aguilar Ledesma, nos sitúa ante un espejo de la Sagrada Familia: Jesús, José y María no fueron ajenos al destierro. En su huida a Egipto, santificaron el dolor de quien debe dejarlo todo para salvar la vida o buscar el sustento. Esta conexión divina nos obliga a mirar al migrante no como un extraño, sino como un hermano que actualiza en su carne el misterio de la persecución y el desamparo.

En la ceremonia litúrgica, no sólo estuvo presente el Padre y Pastor de la Diócesis de Celaya así como los migrantes, sino también el Padre Agustín García, responsable de Migrantes en la Diócesis y el Padre Erick Urías Mendieta, responsable de Laicos también en la Diócesis de Celaya. El Padre Juan Galván Sánchez, rector del Templo de la Tercera Orden en Dolores Hidalgo; El Padre Ezequiel Puente Toledo, párroco en la Asunción, de Dolores Hidalgo; el Padre Lorenzo Olvera, párroco de Cristo Rey, en Mesa de López. El Padre Genaro Chacón Chable, párroco de Cristo Rey, en la ciudad de Celaya; y los padres José Pérez y Raúl Rendón, así como el diácono Maximino.



El análisis se vuelve doloroso al tocar la desintegración familiar. La migración, aunque impulsada por la necesidad, a menudo cobra un precio altísimo: la pérdida del afecto filial y la erosión de los valores. Es estremecedor el cuadro del padre que regresa siendo un desconocido para sus propios hijos. 

Aquí, la caridad cristiana nos llama a fortalecer los lazos que la distancia debilita, utilizando incluso la tecnología como herramienta de comunión, pero sin olvidar que nada sustituye la presencia física y el abrazo fraterno.

Finalmente, el texto nos desafía a la coherencia. San Esteban y los mártires locales mencionados no murieron por una idea, sino por una Persona: Jesucristo. En un mundo que parece cerrarse a la trascendencia y donde el testimonio de fe puede generar rechazo u odio, el llamado es a la "resistencia cristiana". 

Esta resistencia no es violenta, sino que se manifiesta en el servicio social, en la atención a la vulnerabilidad humana y en la valentía de anunciar la Verdad con amor, incluso cuando el entorno se torna hostil.

Transcripción de la Homilía de Mons. Víctor Alejandro Aguilar Ledesma a los Migrantes, en Dolores Hidalgo

Mons. Víctor Alejandro Aguilar Ledesma:
Pueden sentarse, por favor. Estimados hermanos sacerdotes, hermanos, hermanas, todos en el Señor Jesús: hoy, en esta octava de Navidad, llenos de profunda alegría por el nacimiento de Jesús que ha venido a salvarnos. Jesús, que asume toda la naturaleza humana menos el pecado para rescatarnos a todos, quiso vivir, nacer en una familia y experimentar todas las vicisitudes de una familia. 

Claro que es una familia sagrada, decimos nosotros, porque María pues es la Inmaculada, sin mancha, sin pecado, verdad; José es justo, hombre justo; y Jesús pues el Hijo de Dios. Pero esto no quiere decir que ellos no vivían las circunstancias del tiempo; al contrario, vivieron como todos nosotros y como los de su tiempo. Entre estas circunstancias también les tocó la persecución.

Entonces recordarán cómo Herodes, cuando supo que había nacido en Belén un rey, un jefe —esto lo supo porque aquellos Magos venidos de Oriente le informaron y él después, buscando a los estudiosos, le dijeron: Pues sí, efectivamente, allí en Belén nacerá el jefe—, entonces pues él dijo: No, pues vayan, averigüen qué hay de ese niño y luego vienen y me avisan. Y ustedes saben, como todos, que los Magos fueron en sueños; también como le pasó a José, como le pasó a varios en el Antiguo Testamento, pues Dios les dice en sueños pues qué es lo que tienen que hacer. Y ellos, advertidos en sueños, volvieron por otro camino. Al sentirse engañado Herodes, pues comenzó aquella persecución. Pero también un ángel le dijo a José: Pues mira, Herodes busca matar al niño, así que agarra a tu esposa María y a tu hijo y huye a Egipto.

Y comenzó esa migración. Llegó a Egipto, un lugar donde, como ustedes saben, pues no querían a los judíos; habían estado ahí cuatrocientos años siendo sometidos y esclavos. Entonces era llegar a un lugar donde no eran personas gratas. Además, tuvieron que aprender el idioma. Ustedes siquiera se van a Estados Unidos y ya saben decir: Okay, bye, verdad; pero imagínense a José tener que pedir trabajo y aprender el idioma, comer otra comida. Pues era difícil para ellos como para cualquier migrante, y en otro país donde no te quieren, verdad. Hoy tenemos otro Herodes, verdad, ya que no quiere a los hispanos; sin embargo, pues la circunstancia es que muchos tengan que vivir allá o tengan que estar allá y aprender a vivir en otro lugar diferente. Pues ahí estuvo José, estuvo María, estuvo Jesús hasta que pasó el tiempo, verdad, y murió Herodes.

Entonces el ángel dijo: Pues ya regrésate, ya regrésate porque Herodes, quien buscaba matar al niño, ya ha muerto. Dios en sus designios hace pues que Jesús, José y María conozcan estas vicisitudes de la migración, de sentirse desterrados, perseguidos en su tierra. Entonces, a Jesús, a José y a María no les platicamos esto, verdad; si cuando ustedes van al norte, no, y que a mí que la migra... y que José y María también conocen eso. Conocen bien nuestra vida y entienden nuestras circunstancias. Pues hoy queremos encomendarle a Jesús, José y María, esta Sagrada Familia, pues todas las familias que hoy se encuentran, por razones de economía, de cuestiones personales, situaciones legales, pues familias desunidas, desintegradas, donde pues el papá se la pasa en Estados Unidos y los hijos acá se quedan a ver sin el papá y no más tienen puras fotos.

Pues hoy sí que ya tienen videollamadas, verdad. En nuestros tiempos pues se iban y no sabía uno del papá, y algunos ya ni se enteraban ni cómo eran; dejaban a unos niños, verdad, ya cuando llegaba el papá pues ya estaba uno grande, ya uno grande y el papá viejito pues ya ni los conocía. Y a veces, por ganarse los dólares, pues perdían el cariño y el afecto de sus hijos, y a veces pues al papá le decían tío o abuelito porque pues ya no lo conocía. 

Pues sí, ha traído muchos beneficios para una migración, pues para algunos han tenido que pues migrar, no más el esposo se iba, la esposa; ahora sí van todos. Pero ahora, después de que se van todos, ya los más chiquitillos ya no quieren regresar a México. Ya tenemos un montón de casas solas, abandonadas mientras está el abuelito, el viejito, pues todavía van a venir, pero luego después ¿cómo integrar esas nuevas generaciones a la cultura, a nuestras tradiciones, a nuestra fe?

Y todos tenemos; tengo también hermanos, tengo ya sobrinos, ya soy tío abuelo, ya casi bisabuelo, tío bisabuelo, verdad. Y algunos de ellos pues ya nos conocen chiquitillos, verdad, generaciones que vienen aquí porque está la hermana o vienen y se van. ¿Y cómo transmitirles también a ellos la fe?, que ha sido uno de los temas pues más difíciles, que a veces pues sí se ganan dólares, tienen otra comodidad, pero pierden los valores y, lo más grave, la fe. 

Cuando el migrante cambia y olvida lo bueno de sus raíces

¿Cuántos hermanos nuestros pues sí han traído dólares y han traído bienestar para sus lugares, para sus pueblos, pero también cuántos han traído vicios? ¿Cuántos han traído otras, otros grupos religiosos, verdad? Van, van y pierden la fe y luego llegan acá ya cambiados y quieren acá hacer que todo el mundo... pues son cosas que también tenemos que pedir perdón, verdad. Agradecer muchas cosas, pero también tenemos que pedir muchas a Dios, perdón de muchas cosas que como migrantes no solo traemos cosas buenas, se nos pegan muchas cosas malas.

Pero vamos a encomendarnos al Señor, verdad, y que todos nosotros podamos en un mundo globalizado, el mundo en guerra, el mundo con tantas xenofobias, con tantas situaciones en los países donde pues ahora cada país quiere sacar a sus extranjeros, mundo hay razas a... verdad, quieren así como buscar todos unas tasas puras; pues se miren situaciones difíciles en las comunidades, en los pueblos, en las naciones. ¿Y qué hacer? 

Pues nosotros como Iglesia, pues dar testimonio. Hoy encontramos en la liturgia este martirio de San Esteban. Recuerden que ya la Iglesia, comenzando su ministerio apostólico, pues vieron que eso de predicar y cumplir con todo lo que pide el Evangelio pues era muy difícil para los doce apóstoles, verdad; no, no alcanzaban, era imposible. Se oye muy bonito dice: Vayan por todo el mundo, vayan y prediquen el Evangelio. Pues sí se oye bonito pues, pero después cuando ves todo lo que hay que hacer, todo lo que tenemos que hacer, es muy difícil.

Los apóstoles llegó un momento que ya no podían estar haciendo oración, predicando y atendiendo porque empezaron las quejas, verdad. Y si algo sabemos son las quejas; ya lo sabemos, es quejarnos, verdad, y es que a mí, es que a mí, verdad. Entonces las viudas de los griegos, verdad, empezaron ahí con sus quejas; fueron con los apóstoles ahí de quejumbrosas, verdad, a decir: Es que a nosotros no nos atienden bien a esos comedores que hay ahora en las parroquias, verdad. 

Y pues fueron a decirle ya al apóstol, verdad: Pues es que ahí sí atienden bien a las judías, verdad, pero a los griegos no. Siempre es medio racismo, de sentirse unos menos y otros más; eso desde el principio de la Iglesia, así que no se desanimen, verdad, ni ustedes ni los padres. Los padres cuando llegan a una parroquia muy felices porque van a ser señores curas, pero luego cuando ven la inmensidad del trabajo, por lo que hay que hacer, dicen: Ay, pues no, no estaba tan fácil, verdad.

Pues no, es bonito eso de: Ay, toca venir a evangelizar, vengo con ustedes a estar con ustedes; pues sí, pero ya cuando conocen a todos los laicos y a todos los fieles pues no está fácil. Hay muchas necesidades, muchas, muchas necesidades y también muchas quejas también: Es que esto, y que es que el padre porque celebra la misa muy lento, otro porque es muy rápido, otro porque regaña, otro porque no nos regaña, otro porque... bueno, pues y así algo sucede pues en la vida comunitaria. 

Entonces siempre todos los apóstoles: A ver, Espíritu Santo, ilumínanos, ¿qué vamos a hacer? Entonces, iluminados por la presencia del Espíritu que guía y acompaña a la Iglesia siempre, ya lo podemos contar, es que el alma de nuestra Iglesia es el Espíritu Santo. Hay que invocar el Espíritu Santo para nuestro trabajo pastoral, nuestras programaciones pastorales: ¿cómo vamos a atender a los migrantes?, ¿cómo vamos a atender el mundo del trabajo?, ¿cómo vamos a atender el mundo de la justicia social?, ¿cómo vamos a hacer tantas cosas? Amén.

Cuando uno ve las dimensiones de la pastoral social dice: Madre de Dios. Por sí necesitamos siete diáconos y otros siete más y otros siete más porque cuestión de la... cómo aterrizar, cómo vivir el Evangelio está difícil. Casi todos estamos en... nos gusta mucho la pastoral profética; tenemos catequistas, tenemos grupos de oración, evangelización; luego vamos a la liturgia, todos los grupos son montones de ministros de la comunión, hombre, son constelaciones, verdad, galaxias de ministros de la comunión. 

Y llega uno a la pastoral social y madre de Dios, a ver los de movilidad humana: ¿cuántos están? Pues aquí en los decanatos pues no más está un padre, verdad, que el padre Juanito es el que le echa ganas ahí en Dolores; que acá hay otro por aquí, verdad, uno que otro. Pero vamos a la reunión que tenemos, el encuentro que hacemos con ministros de la comunión, no hombre, pues es aquí no nos caben; que busquemos otro espacio porque ya no cabemos en Dolores, que no cabemos allá, sí.

Y padres para todos, los montones de padres allí. Pero los eventos que tienen que ver con la pastoral social pues siete diáconos, verdad, ahí están los siete diáconos: dos, cuatro, seis, siete; y unos que están confesando. Celebrar es difícil, es difícil la vida en la parte social. Los migrantes no se diga cuando hacemos la reunión con los obispos de Estados Unidos que nos dicen, verdad: Bueno, pues atiendan sus migrantes, verdad. 

Muchos otros países como Italia mandan sus migrantes pero mandan a sus sacerdotes para que los atiendan. Y ustedes dicen: Ustedes mandan muchos migrantes, pues se vienen muchos de México, pues manden también sacerdotes. Pero pues si aquí no acabalamos, pues ¿cómo le hacemos? Y son situaciones difíciles de atención, de cómo cuidar la vida pastoral de los de aquí, los de allá. Y luego los que vienen de allá y quieren hacer los sacramentos rápido; aquí en una semana quieren casarse, tener hijos bautizárselos y llevarlos ya confirmados.

No es fácil dar testimonio de Jesús: Mons. Víctor Alejandro Aguilar Ledesma

Digo, estoy exagerando un poco, pero a veces sí. Cuántas situaciones vienen puestas ya allá en Estados Unidos, verdad, que o vienen aquí a casarse y ya están casados, ya tienen como uno en Oklahoma, otro en Indiana y otro... y acá viene el muchacho y que pues: ¿Y tú cómo has estado allá? Bien, soltero. ¿Sí?, ¿cuántos años tienes en Estados Unidos? Diez años. ¿Y te has mantenido así célibe, casto y todo? Sí. No, el señor San José te queda corto, nunca hiciste nada. Y quiere que dice casar aquí, la muchacha también, verdad; por allá sabe Dios dónde anduvo, en Nueva York, en Washington, y acá me dice casar de blanco. 

Pues ya cásense de china poblana. Son temas que se los digo así en chiste, pero entre broma y broma la verdad se asoma, no; decir cómo tenemos que aprender dentro de la migración y todo lo que aprendemos, cosas buenas, cosas malas, pues a saber transmitir verdaderamente la fe y dar testimonio de nuestra fe, y aterrizar nuestra fe y comprometernos en esa fe, tanto en la vida de una familia estando aquí o estando allá, a vivir los principios del Evangelio y a concretarlos en la vida.

Honrar al Señor como este diácono Esteban significa dar testimonio. No es fácil, no es fácil dar testimonio de Jesús. En aquel tiempo, bueno, ahí es la alegata que tuvo con aquellos libertos, verdad, que venían y que estaban alegando allí cuestiones, verdad, siempre de la ley, de la fe; es como ahora los protestantes, verdad, el testigo de Jehová, que la Virgen no, que los hijos siempre... 

Pero claro, guiado por el Espíritu Santo, Esteban pues no lo podían refutar, verdad; que pues siempre la verdad va a salir a luz y todas las sectas pues son, verdad, medias verdades o mentiras completas, verdad; son, tarde o temprano sale el cobre, verdad, que son negocios familiares, que son grupos que... todas son situaciones pues difíciles, ustedes lo saben. Pobre Esteban, como no le ganaban una, ah, pues vamos a poner unos testigos falsos y vamos a pelear. Imagínense no más llegar a eso.

Y muchos hoy en la vida cristiana pues van a tener que dar testimonio de esto, ¿eh?, porque hoy Jesús dice en el Evangelio una frase realmente muy fuerte, dice: A ustedes, a ustedes los que me han aceptado, los que quieren vivir coherentemente la fe y quieren aterrizar en la vida práctica esa fe siendo coherentes y auténticos, a ustedes por mi causa todos los odiarán. No es que te van a odiar a ti por ser Juan o Pedro, no, sino porque crees y vives la vida cristiana, crees en Jesús, aceptas la vida cristiana con todas sus consecuencias, tratas de ser auténtico aquí, en tu casa, en el norte, donde sea; y a ustedes los odiarán por mi causa. 

Y fíjese qué cantidad de odio hay a nosotros, y no es a nosotros, ¿eh? Ustedes en cualquier... digan: Soy católico, y nos tunden, verdad, en las redes sociales. Ponte a defender la vida, ponte a defender el matrimonio. El matrimonio ahorita todos podemos hablarlo así, pero van a llegar días que los van a perseguir, que dice el Evangelio: Los llevarán ante tribunales, los llevarán ante aquí y allá.

Porque ya no vamos a poder decir que el matrimonio es la unión de un hombre y de una mujer porque va a ser ofensivo; ya no vas a poder poner un nacimiento en la calle, verdad, porque eso está siendo ofensivo para unas personas. Ahorita todavía ponemos nosotros ahí las seriecitas y andamos ahí, pero días vendrán... decir: Padre, está exagerando. 

No, nosotros el próximo año cumplimos cien años de esa persecución religiosa, o sea, ya se vivió, ya lo vivimos ya. Ay, San Esteban pues fue el inicio, eso pasó al inicio; no es que el testimonio de la vida es siempre, y el odio a la fe es siempre, y el cuarto total y tal ha sido tiempo. No es de hoy, no se ha vivido, no es nuevo; por eso es importante conocer la historia, no que nos cuenten otras historias que no existen en unos libritos que están sacando por ahí, que narran otra historia que no es la historia. Se trata de inventar historia, de reconocer la historia; ahí está, dar testimonio.

Y aquí en nuestra tierra pues también ha habido grandes testigos, testimonios de esa fe. Nosotros el día nueve de enero pues nos vamos a reunir en la Cañada de Caracheo, donde iniciamos la causa de canonización de dos hermanos laicos, hermano Sierra, Jesús uno de ellos, amigos compañeros del padre Nieves y que pues fueron un diez de marzo, fueron pues asesinados por odio a la fe. Y también este día vamos a tener las reliquias ya de el padre J. Trinidad, que es aquí de una comunidad del Durazno perteneciente a San Antón de las Minas y que pues también él fue en abril; aquel fue en marzo, el otro fue en abril. Y tenemos al padre Razo y tenemos otros; y eso de los que sabemos, verdad, pero hay muchos otros que no están escritos sus nombres en esta historia pues están en el libro de la vida. Hombres y mujeres que participaron pues en esa defensa, en esa resistencia cristiana.

Una resistencia hay que dar testimonio de la fe. Y fíjense cómo estos hermanos, cómo mueren santamente todos. ¿Qué dijo hoy San Esteban? Dice: Viene los cielos abiertos y a Jesús sentado a la derecha del Padre. Eh, están viendo esa visión, verdad, lo que otros no ven. Por eso nosotros podemos morir, porque estamos viendo cosas que otros no ven. Y las frases que dicen, qué hermosas frases; San Esteban, después que... imagínense, apedreado ahí, un montón de piedras ahí, una piedra, una pedrada, verdad. 

Cuando nos pegan, imagínate matar a alguien a pedradas. ¿Y cuáles son las palabras de San Esteban?: Padre, no les tomes en cuenta este pecado. San Joselito, del diez de febrero, el que dijo cuando murió: Nunca fue tan fácil ganarse el cielo. Mártires de Jesús: Hoy es el gran día. El Padre Nieves: Nos vemos en el cielo. Y ahí son hombres que saben a quién siguen, saben a quién aman, saben por quién viven y saben por quién mueren. Esa es fe.

Pues pidámosle al Señor, hermanos, todos nosotros, especialmente los que van y vienen, migrantes pues también allí hay que llevar ese testimonio de la fe; ser esos diáconos que llevan el Evangelio a aquellas comunidades de Estados Unidos, que muchos lo han hecho. Cuántos paisanos que aquí no servían nunca ni en ningún servicio ni en ningún ministerio, allá en Estados Unidos, verdad, andan siendo catequistas, llevan a la Virgen de Guadalupe. 

¿Cuántos templos ya llega de la Virgen de Guadalupe en Estados Unidos? ¿Y quién lo llevaron? Pues puro paisano allá van y también entran allá, son misioneros, son diáconos del Evangelio, son los que les toca predicar el Evangelio a ustedes. Pues ojalá que todos nuestros paisanos que están allá no se les olvide sembrar el Evangelio; es un servicio, un diaconado, verdad. ¿Cuántos? Algunos hasta diáconos permanentes; hay paisanos que ya se ordenan diáconos permanentes. Aquí no tenemos todavía y después iremos abriendo este terreno, pero ahorita todavía no.

Pero allá, cuántos hermanos somos diáconos permanentes en Estados Unidos, sirviendo. Para todos los hermanos que están allá sirviendo y dando testimonio, pues felicidades. Todos están en Estados Unidos sembrando el Evangelio, dando testimonio valiente de su fe; y que nos sigan dando. Y nosotros, pues aquí la batalla desde aquí. La vida es una lucha, un combate; mantengamos siempre la frente en alto, el corazón en la mano y que podamos, como San Esteban, dar un testimonio valiente, entusiasta de Jesús. Y que en nuestras comunidades sigamos sirviendo en los distintos ministerios: lo profético, lo litúrgico y especialmente lo social. Podamos aterrizar el Evangelio en nuestras comunidades atendiendo a los más pobres, vulnerables, los más necesitados; que tengamos pies y manos para llevarles a ellos la palabra de Dios, llevarles también el alimento para su cuerpo y también el consejo para animarlos a aquellos que están en situaciones de postración, están lejos quizá de sus familias porque están abandonados o solos.

Pues que Jesús, José y María —celebremos su fiesta el próximo domingo, día domingo de la Sagrada Familia— proteja nuestras familias, defendamos nuestras familias y que nuestras familias sean comunidades de vida, de fe y de amor. Y ojalá que siempre estemos juntos, aún con la migración mantengamos un solo corazón y una sola alma. Que así sea. #MetroNewsMx #GuanajuatoDesconocido

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