Eugenio Amézquita Velasco
-En Roma nieva en agosto: Santa María la Mayor nació de un milagro y se convirtió en templo de la maternidad divina.
-La basílica guarda el pesebre de Belén, mosaicos del siglo V y la imagen que protegió a Roma de peste y fuego.
-María es templo vivo: su basílica encarna la fe, la historia y la belleza que une cielo y tierra desde el monte Esquilino.
-Donde nieva en agosto: Santa María la Mayor, templo de la encarnación y refugio de la historia mariana
La Dedicación de la Basílica de Santa María la Mayor se celebra cada 5 de agosto como memoria litúrgica, evocando el vínculo entre la Virgen María y la encarnación del Verbo.
Es la primera iglesia mariana de Occidente, símbolo de la maternidad divina proclamada en el Concilio de Éfeso (431). La basílica representa a María como templo vivo, morada de Dios y modelo de la Iglesia, según la teología patrística.
Origen legendario: la nevada milagrosa
En el año 352, el Papa Liberio y un matrimonio romano recibieron en sueños la instrucción de la Virgen para construirle un templo donde nevara en pleno verano. Al amanecer del 5 de agosto, el monte Esquilino apareció cubierto de nieve. Allí se trazó el plano de la futura basílica.
Esta tradición dio origen al título de Nuestra Señora de las Nieves, celebrado con pétalos blancos que caen desde el techo durante la liturgia.
Importancia histórica y artística
Reconstruida por el Papa Sixto III tras el Concilio de Éfeso, se convirtió en Santa María la Mayor, reafirmando el dogma de María como Theotokos (Madre de Dios). Alberga reliquias como la madera del pesebre de Belén, la imagen de la Salus Populi Romani y tumbas de papas como San Pío V y Francisco.
Su arquitectura combina estilos paleocristiano, barroco y neoclásico, con mosaicos del siglo V que narran la vida de María y de Jesús.
Punto de peregrinación universal
Es una de las cuatro basílicas papales junto a San Pedro, San Pablo Extramuros y San Juan de Letrán. Ha sido meta de santos, emperadores y papas. El Papa Francisco la visita antes de cada viaje apostólico.
Representa el patriarcado de Antioquía, ciudad donde nació el nombre “cristiano”, reforzando el papel de María como madre universal.
La obra arquitectónica
En el corazón de Roma, sobre el monte Esquilino, se alza una de las obras más emblemáticas del cristianismo occidental: la Basílica de Santa María la Mayor. Su construcción, iniciada en el siglo V, no solo responde a una necesidad litúrgica, sino que encarna una declaración teológica, política y artística que ha atravesado siglos de historia.
La basílica fue erigida por voluntad del Papa Sixto III (432–440), inmediatamente después del Concilio de Éfeso (431), que proclamó a María como Theotokos, Madre de Dios. Esta decisión marcó un punto de inflexión en la devoción mariana, y la construcción del templo fue concebida como una afirmación monumental de ese dogma. Sixto III financió personalmente la obra, que se levantó sobre una iglesia anterior atribuida al Papa Liberio, conocida como Basílica Liberiana, vinculada a la leyenda de la nevada milagrosa del 5 de agosto del año 352.
La estructura original fue diseñada siguiendo el modelo paleocristiano basilical, con una nave central flanqueada por dos laterales, separadas por columnas de mármol reutilizadas de templos paganos. Esta reutilización no fue solo práctica, sino simbólica: el cristianismo tomaba posesión del espacio romano, transformando su arquitectura en vehículo de fe. El techo artesonado, dorado con el primer oro traído de América por los Reyes Católicos, fue añadido en el siglo XV como gesto de gratitud papal.
Uno de los elementos más notables de la basílica son sus mosaicos del siglo V, que decoran el arco triunfal y la nave. Estas obras narran episodios del Antiguo Testamento y de la infancia de Jesús, y constituyen uno de los conjuntos más antiguos y mejor conservados del arte cristiano. En el siglo XIII, el Papa Nicolás IV encargó al artista Jacopo Torriti la decoración del ábside con escenas de la vida de María, consolidando el carácter mariano del templo.
La basílica ha sido objeto de múltiples intervenciones arquitectónicas. En el siglo XVI, Domenico Fontana construyó la Capilla Sixtina (no confundir con la del Vaticano), dedicada al nacimiento de Cristo. En el siglo XVIII, el arquitecto Ferdinando Fuga diseñó la fachada neoclásica y la Loggia de las Bendiciones, que alberga mosaicos del siglo XIII narrando la fundación milagrosa del templo.
Además de su valor artístico, Santa María la Mayor posee una profunda dimensión espiritual. Alberga reliquias como la madera del pesebre de Belén, conservada en la Capilla del Pesebre, y la venerada imagen de la Salus Populi Romani, protectora de Roma. Esta imagen ha sido invocada en tiempos de peste, guerra y calamidad, y es visitada por el Papa Francisco antes y después de cada viaje apostólico.
La basílica también ha sido escenario de eventos históricos: fue residencia temporal de los papas tras el regreso de Aviñón, punto final de la procesión de Corpus Christi, y lugar de sepultura de papas como San Pío V y Francisco. Su campanario románico, el más alto de Roma, se eleva como testimonio de su centralidad espiritual y urbana.
Hoy, Santa María la Mayor no es solo una iglesia: es un archivo de piedra, un manifiesto visual de la fe, y un refugio simbólico donde la historia, la devoción y el arte convergen. Su construcción, lejos de ser un acto arquitectónico aislado, fue y sigue siendo una proclamación viva de la encarnación, la memoria mariana y la transformación del espacio romano en templo universal. #MetroNewsMx #GuanajuatoDesconocido
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