David Manuel Carracedo
Cronista oficial de Comonfort, Gto.
Edición: Eugenio Amézquita Velasco
Diseño patrocinado por Hotel Posada Chamacuero
Edición: Eugenio Amézquita Velasco
Diseño patrocinado por Hotel Posada Chamacuero
-Chamacuero fue fundado en 1390 por Tzi-Tzic-Pandacuare tras hallar ruinas de una ciudad monumental en decadencia
-La cultura Chupícuaro floreció en el Preclásico y dejó vestigios cerámicos comparables con más de 40 sitios mesoamericanos.
-Morales, Los Remedios y Madre Vieja son zonas arqueológicas clave en Comonfort, con ocupación desde el 300 a.C.
- La Fase Morales muestra cerámica roja y gris bruñida, con grecas, esgrafiados y formas complejas de gran simbolismo.
-El Bajío clásico desarrolló patios hundidos como eje arquitectónico, con 174 sitios registrados en la región
-Chamacuero fue frontera entre tarascos y otomíes; su nombre purépecha sobrevivió hasta la llegada de los españoles
-La tradición del Bajío coexistió con Teotihuacán sin ser dominada, mostrando frontera cultural entre 240 y 700 d.C.
-El yacimiento de obsidiana de Ojo Zarco indica actividad extractiva entre Apaseo el Grande y Comonfort
-Pinturas rupestres en Comonfort reflejan símbolos comunes a la cerámica: líneas, cruces y figuras esquemáticas
-El despoblamiento del Bajío inició en el siglo X, dejando vestigios de contacto entre sedentarios y nómadas
Por alguna razón, se tiene la idea de que la historia de estas regiones se inicia con la llegada de los colonizadores españoles, como si antes de redactar la cédula de fundación todo hubiera sido flora y fauna, acrecentada por la presencia de grupos indígenas de pocos individuos y escasísimo desarrollo cultural. Nada más falso, la presencia de grupos humanos, de notable evolución cultural, es tan antigua en este sitio como en la mayor parte de la región conocida como Mesoamérica. Lamentablemente, apenas hace unos veinte años que se realizan estudios al respecto.
Todavía hoy, hablar de la existencia de una zona arqueológica en nuestro estado sorprende a muchos, como si rompiéramos un paradigma muy añejo. Así que para hablar de los orígenes de nuestro municipio tenemos que empezar muchos años atrás. Los vestigios arqueológicos de todo nuestro continente descartan la posibilidad de que el hombre sea originario de América.
Aunque para explicar el poblamiento de nuestro continente aún se debaten teorías antagónicas, la más aceptada nos habla de migraciones desde el continente asiático a través de los puentes terrestres que la glaciación provocó en el estrecho de Bering (1). Hay indicios de migraciones hace 30,000 años (2), sin embargo las mayores migraciones ocurrieron hace 14,000 años. Los grupos que llegaron a América continuaron su desarrollo cultural y biológico de manera independiente a los que permanecieron en el viejo mundo (3).
A los periodos anteriores a la aparición de las primeras civilizaciones americanas se les llama Cenolítico Superior y Protoneolítico y van del 7,000 a.C. al 2,500 a.C. Aunque no existen vestigios en el municipio ni en el Estado de Guanajuato, se considera que esta región, del 7,000 a.C. al 2,500 a.C., estuvo habitada por grupos que recorrían los lugares en base a los recursos que, cíclicamente, podían obtener de ellos de acuerdo a la época del año (4). Estos grupos fueron cediendo su lugar a poblaciones agrícolas y sedentarias a partir del 2,500 a.C., que fueron la base de las culturas prehispánicas que florecieron en toda la región (5).
Conviene mencionar los siguientes antecedentes para mayor comprensión del desarrollo de las culturas indígenas en nuestro municipio.
1. El estudio de las culturas prehispánicas de nuestro país se divide en tres grandes horizontes culturales (o periodos): el Preclásico o Formativo (800 a.C. a 100 d.C.), el Clásico (100 a 900 d.C.) y el Posclásico (900 d.C. a 1519) (6). Cada uno de estos horizontes fue testigo del desarrollo de varias culturas, por lo que las fechas pueden variar, dependiendo de la cultura en estudio (7).
2. En muchos trabajos de arqueología guanajuatense se menciona el sitio Morales, ubicado en el municipio de Comonfort. Aunque la hacienda de Morales se encuentra a dos kilómetros del sitio, localizado en la comunidad de Orduña, cuando el profesor Plácido Santana acudió al INAH a denunciar esta zona en 1977, el mapa que tenían las autoridades sólo mostraba un punto cercano a la zona, identificado en el mapa como Morales (8).
3. La cultura Chupícuaro se desarrolló en la cuenca del río Lerma del 650 a.C. al 200 d.C., en una región cercana a la ciudad de Acámbaro. Esta cultura es el referente obligado de la historia prehispánica de Guanajuato (9).
El aspecto físico de nuestro municipio era muy diferente al que hoy conocemos. Había una humedad mucho mayor en contraste con el paisaje que va de la aridez a las lluvias estacionales de nuestros días (10). En la época prehispánica las zonas altas estaban cubiertas de robles y no había pinos; en los terrenos planos y las laderas bajas había bosque de mezquite extradesierto (11). El entorno se caracterizaba por la presencia de pequeños lagos y abundantes ciénagas, ello propició una gran diversidad de especies animales y vegetales, lo que redundó en condiciones óptimas para el poblamiento y el desarrollo social.
La agricultura de humedal debió ser la fuente principal de alimentos (12). Los cuerpos de agua —ciénagas, lagos, arroyos y ríos— contribuían como fuente de alimento por la abundancia de peces y aves; estos cuerpos también proveían de fibras utilizadas, aún hoy, en la cestería. Esta situación puede explicar por qué la gran mayoría de los sitios arqueológicos del estado se encuentran por encima de los 1,800 metros sobre el nivel del mar (13).
Durante muchos años el referente obligado del pasado prehispánico en esta región fue la cultura Chupícuaro, concretamente a raíz de las investigaciones de Porter en 1956 (14). De hecho, casi todo lo que conocemos sobre Chupícuaro está basado en su cerámica (15). Desde las primeras investigaciones, el material cerámico de esta cultura ha sido comparado con la cerámica de muchas otras zonas de Mesoamérica, encontrándose similitudes con al menos una cuarentena de sitios (16). Estas similitudes permiten valorar la importancia que esta cultura tuvo en relación con sus culturas contemporáneas, ya sea por un intercambio cultural o por relaciones de dominación y control (17).
Se consideran tres fases de desarrollo en Chupícuaro: la Fase Chupícuaro temprano (650 a 400 a.C.), la Fase Chupícuaro reciente (400 a 150 a.C.) y la Fase Mixtlán (150 a.C. al 200 d.C.) (18). No existen vestigios de ocupación precerámica, lo que apunta a una colonización de la zona, más que a un desarrollo autóctono a partir de un sustrato de población arcaica (19). Las evidencias sugieren que su origen son migraciones provenientes del occidente en el inicio del Preclásico tardío (20). Hoy en día se propone que Chupícuaro y la región circundante representan una unidad político-territorial de gran importancia que fue base de desarrollos posteriores (21).
Lo anterior nos permite percatarnos de la importancia que, a nivel mesoamericano, tuvo la cultura Chupícuaro, sobre todo en el horizonte Preclásico. Y cuando menciono este periodo me asombra percatarme de que son más de 2,000 años de antigüedad. Y lo remarco porque en nuestro municipio existen tres zonas arqueológicas denunciadas ante el INAH y una enorme cantidad de vestigios que, en honor a la verdad, más conviene que permanezcan ocultos y desconocidos.
Las tres zonas a que hago referencia son Madre Vieja, que tiene un lamentable estado de destrucción, Los Remedios y Morales, esta última considerada por algunos autores como una ocupación tan significativa como Chupícuaro (22). En esta última, Beatriz Braniff realizó excavaciones en 1965, aunque presentó las conclusiones en 1998 y 1999 con dos volúmenes sobre el tema. Mucho antes dio a conocer información al respecto en diferentes trabajos previos. En este material la autora concluye, entre otras cosas, que la zona arqueológica de Morales estuvo poblada desde el año 300 a.C., según los vestigios arqueológicos más antiguos del lugar (23).
Para mí es sumamente significativo constatar que nuestra región fue poblada y tuvo un desarrollo cultural importante desde el Preclásico, pues ello no sólo desmiente, de manera abrumadora, la idea de que la historia de nuestro municipio comenzó con la llegada de los españoles, sino también la idea de que sus vestigios son recientes y provienen de pueblos escasamente civilizados.
Braniff denomina Fase Morales a la etapa más antigua estudiada en la zona del mismo nombre y concluye que existen muchas similitudes con la cultura Chupícuaro, como las formas de diferentes vasijas; también encuentra formas y decoraciones que no se encuentran en Chupícuaro y viceversa, por lo que concluye que los materiales Chupícuaro fueron reinterpretados en lugares y tiempos diferentes (24).
Nosotros entendemos que la cultura que habitó nuestra región en el Preclásico pudo haber llegado de Chupícuaro o haber sostenido una relación de tipo comercial con esta cultura. Esta podría considerarse como una primera etapa, coincidente con el periodo Preclásico; la siguiente etapa es coincidente con el periodo Clásico.
La Fase Morales va de 300–100 a.C. y tiene dos tipos fundamentales de materiales cerámicos: Morales rojo sobre bayo y Morales gris bruñido. Las formas del primero son: tecomates, ollas con cuellos y bordes cortos, cántaros, botellones con cuellos largos; la decoración es a base de líneas horizontales o bandas con ondas o triángulos, líneas y grecas geométricas. Las formas del segundo tipo son platos, escudillas, tecomates, ollas, botellones, vasos, calderos, ollas con largos soportes, escudillas trípodes. La decoración en platos y escudillas es muy característica:
Se trata de protuberancias o hendiduras sobre el borde; los diseños del interior son esgrafiados, grecas de líneas rectas y quebradas (25).
Durante mucho tiempo se tuvo la idea de que en la región del Bajío las sociedades prehispánicas no se desarrollaron de manera importante (26). Lo que hemos mencionado sobre Morales y Chupícuaro desmienten ya esta afirmación, pero con renovado gusto mencionamos que en el periodo clásico existió una notable tradición cultural, cuya extensión territorial abarcó la porción media del río Lerma y sus afluentes principales: los ríos Laja, Apaseo, Silao, San Juan, Guanajuato y Turbio (27).
Esta tradición cultural se asocia característicamente con la construcción de espacios arquitectónicos denominados "patios hundidos" y se le denomina tradición "El Bajío". Un patio hundido es un espacio construido sobre una plataforma y se encuentra asociado a un montículo, aunque a veces sólo se observan uno o más patios hundidos en la plataforma. El patio está "hundido" en relación a la banqueta que lo delimita, pero suele estar por arriba del terreno circundante (28).
Existen en la región ciento setenta y cuatro sitios en cuya configuración el patio hundido es el principio ordenador del espacio (29). Puede asegurarse que el periodo de mayor expansión e importancia del Bajío se ubica entre 300 y 700 d.C., ello no significa que no hayan existido patios hundidos antes y después de ese lapso (30). En el espacio mesoamericano, la tradición El Bajío se ubica en un punto intermedio entre el Estado Teotihuacano y las tradiciones culturales de occidente (31).
El patio hundido es un elemento central en el diseño arquitectónico. La disposición de los elementos para los templos y la presencia de los recintos habitacionales para los personajes notables en torno a los patios son rasgos que ilustran el papel fundamental que este espacio tenía, tanto en términos ideológicos, en la concepción del mundo, en prácticas rituales y, en términos prácticos, para la movilidad al interior de los conjuntos arquitectónicos (32).
La cantidad de sitios correspondientes a esta etapa (ciento setenta y cuatro) y el grado de desarrollo de los mismos nos habla también de un crecimiento demográfico significativo, al grado tal que delimitó el territorio teotihuacano por el extremo occidental del mismo. Teotihuacán fue un tremendo centro de control de poder en ese mismo periodo, no obstante, entre los años 240 y 700 d.C. el corazón del Bajío muestra una frontera rígida con el centro de México (33).
La casi nula presencia de materiales típicamente teotihuacanos no significa que el Bajío fuese una entidad social y territorialmente cerrada. No pudo mantenerse aislada, sabía de la existencia y el poder teotihuacano y creó una estructura política y económica sólida (34).
Efraín Cárdenas postula la teoría de que esta zona no estuvo organizada en torno a un solo centro de poder como Teotihuacán, sino de varios y, en base a dos complicados pero bien fundamentados análisis, propone los siguientes sitios como centros de poder, ordenados de mayor a menor por su extensión territorial:
-Peralta
-San Bartolo Aguascalientes
-Loza de los Padres
-San Miguel Viejo
-Peñuelas
-Unidad Tepozán (35).
Los sitios arqueológicos de nuestro municipio corresponderían, según este análisis, a San Miguel Viejo. Y ya entrando en las particularidades de nuestra región diremos que el tipo de cerámica asociada con el periodo de los patios hundidos se compone de materiales con un origen distinto a Chupícuaro. Entre ellos está el tipo "Blanco Levantado" y lo mencionamos porque para realizar esta decoración (y la pasta de algunas vasijas) se utiliza el caolín. Y aunque los lugares precisos de extracción (en nuestro municipio) son difíciles de definir debido al alto grado de transformación del paisaje y la escasez de evidencias arqueológicas, es absolutamente probable que del mismo lugar donde ahora se extrae el caolín con modernas técnicas, en épocas antiguas se haya extraído con técnicas rudimentarias (36).
Del mismo modo, el importante yacimiento de obsidiana de Ojo Zarco se encuentra entre dos áreas densamente pobladas en este periodo: el valle de Querétaro y los lomeríos ubicados entre Apaseo el Grande y Comonfort (37). Por ello podemos conjeturar que además de las actividades de agricultura, recolección, caza y pesca, la industria extractiva formó parte de la actividad económica de nuestra región.
El sitio arqueológico de Orduña de Arriba (Morales) presenta un conjunto arquitectónico del tipo I y uno del tipo II, es decir:
Una plataforma con un patio hundido y un montículo
Una plataforma con dos patios hundidos (38).
En el cerro de los Remedios hay una estructura tipo I, una estructura tipo II y una estructura tipo IV, es decir:
-Una plataforma con patio hundido y un montículo
-Una plataforma con patio hundido
-Una plataforma con un patio hundido y dos montículos (39).
Al momento que esto escribimos, ambos sitios esperan una investigación profunda, una excavación formal y, en su caso, hasta una restauración con fines de explotación turística.
Existen en nuestro municipio al menos dos lugares con pinturas rupestres. Esta es una manifestación común entre las sociedades del Bajío en el clásico. Tanto en nuestros sitios, como en lo general en la región, son usuales las líneas y abstracciones elaboradas con pigmento rojo, generalmente óxido de hierro, que condensan elementos también comunes a los motivos que decoran las vasijas de barro: líneas rectas y onduladas, cruces y figuras esquemáticas (40).
En el universo del México prehispánico hay un fenómeno común en todas las culturas y es el ocaso del mundo clásico. Después de un florecimiento cultural y un periodo de gran expansión, sobrevino el declive y en muchos casos la extinción de las culturas. Se habla de sequías, de cambios climáticos, epidemias, guerras y de todo junto. Lo cierto es que lo único incuestionable es el proceso de abandono y despoblamiento, y si bien este proceso es muy notorio, no ocurrió de un día para otro ni de un año al siguiente. Se considera que los sitios de El Bajío experimentaron un despoblamiento hacia el siglo X (41).
Después de mediados del siglo XII, los sitios del Bajío Oriental fueron abandonados. Esta subregión quedó en manos de grupos nómadas y seminómadas. Esta situación perduró hasta la llegada de los invasores europeos (42).
Las sociedades del periodo clásico del Bajío, a lo largo de cientos de años de coexistencia con los grupos nómadas y seminómadas, compartieron elementos que pasaron a integrarse a su bagaje cultural (43). Estas sociedades pertenecieron plenamente al complejo mesoamericano pero, en su calidad de sociedades en contacto permanente con los grupos recolectores y cazadores, incorporaron diversos elementos de éstos, sin perder por ello las características que los definieron como parte del complejo mesoamericano (44).
Durante el Posclásico (900–1520 d.C.) las comunidades autónomas del centro de Michoacán se unificaron políticamente y la cuenca del lago de Pátzcuaro se transformó en el núcleo geográfico de un imperio expansionista (45). En algún momento del Posclásico temprano el nivel del lago de Pátzcuaro se incrementó entre diez y veinte metros por cambios climáticos locales menores. Los sitios de las comunidades autónomas existentes, que dependían más de la tierra irrigable, fueron los más afectados por este cambio. Las élites de estas comunidades dirigieron a sus pobladores a la conquista de las comunidades vecinas para asegurarse recursos adicionales, iniciando con ello la formación del estado purépecha (46).
Los purépechas iniciaron avanzadas (1350–1500 d.C.) y luego conquistas al norte del río Lerma que, arqueológicamente, se han reconocido gracias a la cerámica y arquitectura. La información etnohistórica reconoce como purépechas los sitios de Cuitzeo, Maravatío, Acámbaro, Yuriria, Puruándiro, León, Silao, Guanajuato, Xichú, Pénjamo y Apaseo (47).
Adicional a esto, la toponimia del estado de Guanajuato está ligada a la lengua purépecha más que a ninguna otra. Esto habla de la importancia de esta cultura en nuestro estado. Paradójicamente, el documento más importante de la historia purépecha, la Relación de Michoacán, parece circunscrito a dicho estado y poco aporta hacia los estados vecinos.
Hacia finales del siglo XIV, el cacique purépecha Tzi-Tzic-Pandacuare trata de extender su territorio saliendo de la región lacustre de Michoacán. En su recorrido sigue el curso del río Lerma y dobla hacia el norte siguiendo ahora por el río Laja, donde encuentra pueblos de naturaleza oto-pame, amables y dispuestos a colaborar. En este recorrido llega a una zona montañosa que encañona al río y lo vuelve tumultuoso aguas abajo.
Ese hecho lo hace declarar este punto como un buen lugar de protección de su imperio. Ahí el monarca ve las ruinas de una ciudad monumental que ha entrado en decadencia. Entonces funda en este sitio una ciudad frontera llamada Chama cuaro, que significa "el lugar donde se derrumbó". Esto ocurre en el año de 1390 (48).
En el momento en que esto escribimos, el doctor Groenewold realiza investigaciones acerca de la etimología de la palabra Chamacuero y sus investigaciones lo llevan a un significado más hermoso y verosímil que el hasta ahora aceptado.
Esta región, y particularmente el área de nuestro municipio, fue escenario de múltiples poblamientos y despoblamientos; es un área cercana a la frontera del imperio tarasco, cercana a los límites del imperio mexica, en el área donde tributaban los otomíes. Igualmente, esta región fue habitada por otomíes, pames, guamares, cuachichiles y jonaces.
No obstante lo anteriormente expuesto, no existen fuentes que documenten la extensión del imperio tarasco hasta sitios tan al norte como Chamacuero. Sin embargo, los señores tarascos invitaron a varios grupos otomíes a vivir dentro de su territorio con el fin de defender sus fronteras contra los ejércitos nahuas del Valle de México (49).
Es probable que esa fuera la condición de Chamacuero, fundado por Tzi-Tzic-Pandacuare. Por lo mismo, no es de extrañar que en este lugar convivieran y/o haya sido habitado en diferentes etapas por tarascos, pames y otomíes. Para que este pueblo haya sido denominado San Francisco Chamacuero, es indispensable que el nombre purépecha siguiera siendo de uso común para el momento del arribo de los pobladores europeos, sea cual fuere el origen y las circunstancias de los habitantes indígenas en ese momento.
Referencias
(1)Pompa, José; Serrano, Enrique, Los más antiguos americanos, Revista Arqueología Mexicana, Vol. IX, Núm. 52, Noviembre-Diciembre 2001, Ed. Raíces, México. pág. 37.
(2) Ibídem.
(3) Ibídem.
(4) García Barrera, Joaquín, Cenolítico Superior, Revista Arqueología Mexicana, Vol. IX, Núm. 52, Noviembre-Diciembre 2001, Ed. Raíces, México. pág. 53.
(5) Ibídem, pág.55.
(6) López Austin, Alfredo y López Lujan, Leonardo, El pasado indígena, México, Fondo de Cultura Económica/El Colegio de México/fideicomiso Historia de Américas, México, 1996, pág 37.
(7) Cárdenas García, Efraín, El Bajío en el Clásico, Análisis regional y organización política, Zamora, Mich., El Colegio de Michoacán, 1999 pág. 18.
(8) Groenewold, Federico y López-Eguía, Leonardo, Chamacuero, Origen y Destino, Presidencia Municipal de Comonfort, México, 2008, pág.28.
(9) Darras, Veronique y Faugere, Brigitte, Dinámicas culturales entre el Occidente, el Centro-Norte y la Cuenca de México, del Preclásico al Epiclásico, Chupícuaro, entre el occidente y el altiplano central, Zamora, Mich., El Colegio de Michoacán, 2007, pág. 52.
(10) Cárdenas García, Efraín, El Bajío en el Clásico, Análisis regional y organización política, Zamora, Mich., El Colegio de Michoacán, 1999, pág.96.
(11) Ibídem.
(12) Ibídem, pág.97.
(13) Braniff, Beatriz, Arqueología y etnohistoria. La región del Lerma, Algunas consideraciones sobre la Arqueología del Bajío, Eduardo Williams y Phill C. Weigand, editores. Zamora, Mich., El Colegio de Michoacán; Centro de Investigación en Matemáticas, 1999. pág 33.
(14) Cárdenas García, Efraín, El Bajío en el Clásico, Análisis regional y organización política, Zamora, Mich., El Colegio de Michoacán, 1999, pág. 32.
(15) Darras Veronique y Faugere Brigitte, Dinámicas culturales entre el Occidente, el Centro-Norte y la Cuenca de México, del Preclásico al Epiclásico, Chupícuaro, entre el occidente y el altiplano central, Zamora, Mich.; El Colegio de Michoacán, 2007, pág. 52.
(16) Ibídem pág.53.
(17) Ibídem pág.54.
(18) Ibídem pág.52.
(19) Ibídem pág.62.
(20) Ibídem pág.70.
(21) Braniff, Beatriz et al, La Gran Chichimeca, El Lugar de las Rocas Secas, México, CONACULTA, 2001, pág.100.
(22) Cárdenas García, Efraín, El Bajío en el Clásico, Análisis regional y organización política, Zamora, Mich., El Colegio de Michoacán, 1999 pág. 93.
(23) Braniff, Beatriz, Morales, Guanajuato y la tradición Chupícuaro, México, INAH,1998.
(24) Braniff, Beatriz et al, La Gran Chichimeca, El Lugar de las Rocas Secas, México, CONACULTA, 2001, pág.102.
(25) Cárdenas García, Efraín, El Bajío en el Clásico, Análisis regional y organización política, Zamora, Mich., El Colegio de Michoacán, 1999 pág. 80-81.
(26) Cárdenas García, Efraín, El Bajío en el Clásico, Análisis regional y organización política, Zamora, Mich., El Colegio de Michoacán, 1999 pág. 17.
(27) Cárdenas, García, Efraín, Arqueología y etnohistoria. La región del Lerma, La arquitectura de patio hundido y las estructuras circulares en El Bajío: Desarrollo regional e intercambio cultural, Eduardo Williams y Phill C. Weigand, editores. Zamora, Mich. : El Colegio de Michoacán; Centro de Investigación en Matemáticas, 1999. pág. 41.
(28) Ibídem, pág.42.
(29) Ibídem.
(30) Ibídem, pág. 43.
(31) Cárdenas García, Efraín, El Bajío en el Clásico, Análisis regional y organización política, Zamora, Mich., El Colegio de Michoacán, 1999, pág. 21.
(32) Ibídem.
(33) Filini, Agapi y Cárdenas García, Efraín, Dinámicas culturales entre el Occidente, el Centro-Norte y la Cuenca de México, del Preclásico al Epiclásico, El Bajío, la Cuenca de Cuitzeo y el Estado Teotihuacano, Un estudio de relaciones y antagonismos; El Colegio de Michoacán, 2007, pág. 137.
(34) Ibídem, pág.139
(35) Cárdenas García, Efraín, El Bajío en el Clásico, Análisis regional y organización política, Zamora, Mich., El Colegio de Michoacán, pág. 146
(36) Ibídem, pág. 230.
(37) Ibídem, pág. 104.
(38) Ibídem pág. 82, 83.
(39) Ibídem pág. 84.
(40) Crespo, Ana, Viramontes, Carlos, Arqueología y etnohistoria. La región del Lerma, Elementos chichimecas en las sociedades agrícolas del centro-norte de México, Eduardo Williams y Phill C. Weigand, editores. Zamora, Mich. El Colegio de Michoacán, Centro de Investigación en Matemáticas, 1999, pág. 119.
(41) Wright Carr, David, Arqueología y etnohistoria. La región del Lerma, El Bajío oriental durante la época prehispánica, Eduardo Williams y Phill C. Weigand, editores, Zamora, Mich. El Colegio de Michoacán; Centro de Investigación en Matemáticas, 1999. Pág. 82-83.
(42) Ibídem pág.84
(43) Crespo, Ana, Viramontes, Carlos, Arqueología y etnohistoria. La región del Lerma, Elementos chichimecas en las sociedades agrícolas del centro-norte de México, Eduardo Williams y Phill C. Weigand, editores. Zamora, Mich. El Colegio de Michoacán; Centro de Investigación en Matemáticas, 1999. pág.109.
(44) Ibídem, pág.110.
(45) Pollard, Helen, Arqueología del occidente y norte de México, Estudio del surgimiento del Estado tarasco: investigaciones recientes, Eduardo Williams y Phil C. Weigand Editores. Zamora, Mich, El Colegio de Michoacán, 1995, pág. 29.
(46) Ibídem, pág.30. #MetroNewsMx #GuanajuatoDesconocido
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