Eugenio Amézquita Velasco
En el México de 1948, entre vecindades de lámina y sueños de celuloide, Pedro Infante ya era más que un actor: era la voz del pueblo. Tenía 30 años y venía de una infancia humilde en Mazatlán, Sinaloa, donde nació el 18 de noviembre de 1917.
Su padre era músico y carpintero, y Pedro heredó ambas pasiones. A los 12 años ya tocaba la guitarra, y en su juventud trabajó como aprendiz de carpintero en Guamúchil, oficio que más tarde reviviría en la pantalla con una autenticidad que no se podía fingir.
Ese mismo año, bajo la dirección de Ismael Rodríguez, Pedro interpretó a José “Pepe el Toro”, un carpintero viudo que lucha por sacar adelante a su sobrina Chachita en un barrio marcado por la pobreza y la injusticia. La película, escrita por Pedro de Urdimalas, no era solo ficción: era un retrato de la vida real, y Pedro lo sabía. Por eso no actuaba, revivía.
A su lado brillaban Evita Muñoz “Chachita”, como la niña que lo llamaba “papacito”, y Blanca Estela Pavón, como “la Chorreada”, su amor imposible. La química entre Pedro y Blanca era tan intensa que muchos creían que su amor traspasaba la pantalla.
Trágicamente, Blanca moriría en un accidente aéreo en 1949, dejando una herida profunda en Pedro y en el público.
El taco frío y el corazón caliente
Durante el rodaje, un niño del barrio se acercó tímidamente a Pedro y le ofreció un taco frío. “Tenga, señor, ya me dijeron que usted es como nosotros los pobres”, le dijo. Pedro, conmovido, no solo aceptó el gesto: al terminar la jornada, llevó al niño a su casa, le dio a sus padres 100 pesos (una suma considerable en ese tiempo) y una tarjeta para inscribirlo en la escuela. Ese era Pedro: el ídolo que nunca olvidó de dónde venía.
El sarape que abrigó a un desconocido
Pedro tenía un sarape de Saltillo que todos querían: amigos, colegas, hasta su padre. Pero él nunca lo soltaba. Hasta que, viajando con José Alfredo Jiménez, se detuvieron en un puesto de comida. Un anciano temblaba de frío. Pedro se quitó el sarape y se lo dio sin pensarlo. “Él lo necesita más que yo”, dijo. Así era el ídolo de Guamúchil: generoso hasta el último hilo.
Nosotros los pobres fue un fenómeno. Se estrenó en 1948 y dio inicio a una trilogía que continuaría con Ustedes los ricos (1948) y Pepe el Toro (1953). Pero fue en esta primera entrega donde Pedro Infante se convirtió en algo más que un actor: se volvió leyenda. #MetroNewsMx #GuanajuatoDesconocido
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